Cine y series

Vida privada

Rebecca Zlotowski

2025



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En la penumbra de París, entre calles cubiertas por hojas húmedas y fachadas que reflejan un pasado enraizado en la duda, se despliega 'Vida privada', la nueva propuesta de Rebecca Zlotowski. La directora francesa aborda aquí un territorio donde el thriller y la comedia se rozan con una naturalidad inesperada, sin que ninguno se imponga del todo. Desde una puesta en escena precisa y envolvente, la cineasta utiliza la mirada de una psicoanalista estadounidense afincada en la capital francesa para trazar una red de vínculos frágiles, atravesados por la sospecha, el deseo y la culpa. Jodie Foster, en una interpretación que combina frialdad y desconcierto, sostiene el eje emocional de una historia donde el equilibrio entre la racionalidad y el delirio se convierte en un terreno inestable. Zlotowski maneja los códigos del género con una distancia elegante, y transforma la indagación criminal en un retrato sobre la soledad, la rutina y la imposibilidad de entender del todo a quienes nos rodean.

La trama se inicia cuando Lilian Steiner, reconocida terapeuta, recibe la noticia de la muerte repentina de una de sus pacientes, Paula Cohen-Solal. Ese hecho altera el orden de su vida metódica y la arrastra hacia una investigación que desborda los límites profesionales. Lilian intenta reconstruir las últimas semanas de Paula, revisa grabaciones, visita lugares que frecuentaba, se infiltra en ceremonias familiares y termina implicada en un enredo donde la frontera entre la investigación racional y la deriva mental se diluye. Zlotowski desarrolla el relato como una espiral donde cada indicio conduce a otro más difuso, donde la certeza se sustituye por una sucesión de intuiciones. La dirección se apoya en una fotografía de tonos ocres y azules, cuya quietud contrasta con la creciente inestabilidad interior de la protagonista. París se convierte así en un escenario que respira con ella, una ciudad que observa sin intervenir, espejo de su desconexión con el entorno.

Los personajes secundarios orbitan alrededor de Lilian con una precisión casi teatral. Gabriel, su exmarido, encarna la nostalgia de un afecto que persiste pese al desgaste del tiempo. En él, Daniel Auteuil aporta un contrapunto de ironía que atenúa el aire de obsesión que domina la historia. El hijo de ambos, Julien, aparece como un eco de las distancias afectivas que Lilian ha cultivado durante años; su presencia introduce un hilo generacional que revela las grietas entre el compromiso profesional y la vida doméstica. Paula, interpretada por Virginie Efira, actúa como un espectro que guía la trama: su ausencia estructura la narrativa, y cada recuerdo que surge sobre ella funciona como un reflejo de la propia terapeuta. Zlotowski compone esas relaciones sin sentimentalismo, con una atención precisa al gesto cotidiano y a las conversaciones donde la cortesía disfraza la incomodidad. En ese juego de equilibrios se aprecia su capacidad para traducir lo íntimo en un terreno donde la duda se convierte en motor dramático.

El relato avanza entre lo policial y lo simbólico. Las secuencias de hipnosis y los recuerdos de una vida anterior introducen un componente onírico que altera la lógica del relato. La directora no los emplea como mero artificio, sino como una vía para explorar la manera en que la mente construye relatos alternativos para soportar el dolor. La sesión de hipnosis, con sus escaleras rojas y su nevada irreal, abre una dimensión que desborda el presente narrativo y expone el vínculo entre Lilian y Paula como una conexión que trasciende el tiempo. Esta escena condensa la habilidad de Zlotowski para entrelazar la introspección psicológica con un lenguaje visual de resonancias clásicas, sin caer en la grandilocuencia. La textura sonora, con un jazz tenue que acompaña los momentos de mayor tensión, contribuye a reforzar la atmósfera de extrañeza que impregna todo el film.

La evolución de Lilian se articula a través de pequeñas fracturas: una mirada sostenida, una frase interrumpida, un silencio más prolongado de lo habitual. Su método científico se ve sustituido por una curiosidad que roza la obsesión, y la frontera entre el análisis clínico y la implicación personal se disuelve por completo. En su intento de comprender la muerte de Paula, termina exponiendo su propio vacío afectivo. Esa metamorfosis convierte la investigación en un proceso de autodescubrimiento que desvela la fragilidad de su aparente control. Foster transmite esa transformación con una precisión meditada, a través de un cuerpo que oscila entre la contención y la pérdida de equilibrio. Cada escena se apoya en su capacidad para sugerir sin explicar, en la manera en que un temblor leve o un tono ligeramente alterado bastan para insinuar el colapso interno que avanza bajo la superficie.

La puesta en escena de Zlotowski combina rigor geométrico y espontaneidad. Las habitaciones iluminadas por lámparas de luz cálida, los ventanales empañados, las calles húmedas que separan los encuentros, todo parece dispuesto para acentuar la sensación de encierro. La cámara se mueve con prudencia, evita el virtuosismo y confía en la duración de los planos para mantener la tensión. El montaje, pausado, privilegia la observación sobre el impacto. Esa elección formal convierte el suspense en un estado de ánimo más que en una secuencia de giros narrativos. La música, compuesta por Robin Coudert, traza una melodía que acompasa la deriva emocional del relato: de los acordes de jazz iniciales a los silencios densos del tramo final, cada variación sonora marca una nueva etapa en la caída de la protagonista.

El contenido político y moral de 'Vida privada' se encuentra en la representación del trabajo psicológico como una práctica atravesada por estructuras de poder. Zlotowski muestra cómo el análisis de la mente se convierte en un territorio donde la jerarquía, la confianza y la confesión se entrelazan. La película plantea una mirada sobre la relación entre terapeuta y paciente que trasciende el plano profesional y se adentra en la intimidad de la dependencia. Paula, a través de sus grabaciones, continúa dominando la vida de Lilian, que intenta recuperar su autoridad en un contexto donde las emociones se imponen sobre la razón. La directora sugiere así una lectura sobre la fragilidad de las instituciones que pretenden regular el comportamiento humano, y sobre la dificultad de establecer una frontera clara entre conocimiento y deseo. En ese sentido, el relato adquiere una dimensión ética que se suma al retrato psicológico, y expone las tensiones entre cuidado, control y culpa.

El aspecto social se refleja en la manera en que la ciudad aparece retratada. París se muestra como un espacio de desconexión elegante, una urbe donde la comunicación se fragmenta entre cafés silenciosos, despachos de consulta y avenidas lluviosas. Los personajes se desplazan con la misma distancia con la que se relacionan entre sí, y la arquitectura se convierte en extensión de su estado interior. Las escaleras en espiral, los espejos, las ventanas que separan más que conectan, conforman un lenguaje visual que traduce la idea de aislamiento contemporáneo. Zlotowski convierte la cotidianeidad urbana en un paisaje de vigilancia y sospecha, donde la intimidad se confunde con el espionaje y la privacidad se convierte en un terreno vulnerable.

A medida que el relato se acerca a su desenlace, la tensión se vuelve menos dependiente del misterio y más ligada a la comprensión que Lilian alcanza sobre sí misma. La directora opta por una resolución que elude el dramatismo y prefiere la observación serena. La muerte de Paula se convierte en una excusa narrativa para explorar las fracturas internas de la protagonista. En esa elección se advierte la intención de Zlotowski de desplazar el foco del crimen hacia las consecuencias emocionales de la investigación, y de transformar el thriller en un estudio sobre la identidad. La puesta en escena final, casi estática, prolonga esa idea de clausura sin catarsis: la calma aparente oculta una comprensión que, más que liberar, resignifica todo lo ocurrido.

'Vida privada' se presenta así como un relato sobre la búsqueda de sentido en medio de la confusión, sobre la distancia que separa el análisis racional de la vivencia emocional. Rebecca Zlotowski orquesta un juego de espejos donde cada personaje refleja las contradicciones del otro, y donde el orden se revela como una forma de defensa ante la incertidumbre. La película se mueve entre el thriller y el retrato íntimo sin necesidad de elegir, y encuentra en esa ambigüedad su tono más preciso. Lejos de ofrecer certezas, deja una sensación de observación detenida, como si la cámara hubiera acompañado a Lilian en su deriva hasta el punto exacto donde el misterio se transforma en autoconciencia.

'Vida privada' fue proyectada en la gala de inauguración del Festival Cine Por Mujeres 2025

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