El tercer trabajo de Meg Duffy al frente de Hand Habits supone una obra en la que encontrar vertientes muy diferentes respecto a todo lo que ha logrado hasta la fecha, evidenciando su gran crecimiento y amplitud de miras a la hora de abandonar los inicios más folk de sus inicios. Apostando de lleno por dotar a sus composiciones de sobrias capas sintéticas que no ocultan en ningún momento su voluntad por trascender en los terrenos del pop de autor, este conjunto de nuevas composiciones esconden un lado de lo más espiritual que contrasta buenamente con su forma de procesar el dolor. Por lo tanto podemos afirmar que este trabajo supone una especie de reconstrucción con la que ir purgando los malos momentos y encontrar de este modo un nuevo impulso vital. De ahí que las composiciones de Meg suenen más altivas que nunca, empujadas al mismo tiempo por una nueva fortaleza que le permite creer más que nunca en sus ideas melódicas.

Comprobando como cada uno de los temas encerrados en este trabajo se rige por un tono interior que resulta amplificado, nos encontramos ante unas reflexiones en las que buscar respuestas a la hora de aferrarnos a una identidad concreta, la forma en la que nuestra vida siempre parece sumida en la decepción o todas aquellas ideas derivadas de como la incertidumbre no nos deja avanzar hacia algo mejor. Para ello no recurre en ningún momento al dramatismo, sino que trata de controlar sus emociones al máximo y así destacar en todo momento a través de una interpretación comedida en la que al mismo tiempo se atisba como la esperanza es lo último que se pierde. De esta forma nos regala canciones de bella factura como una ‘Graves’ que resulta adornada con lo mínimo o una ‘Clear Air’ que marca uno de los puntos de inflexión más claros del disco al encontrar una nueva luz en mitad del camino.

Sin evitar en ningún momento el calor propio de las guitarras acústicas y los ritmos más pegajoso, los medios tiempos del trabajo acaban destacando a las mil maravillas, apareciendo ante nosotros composiciones del estilo a ‘No Difference’ donde todo parece ejecutarse como si proviniese del último aliento.  Precisamente esa forma de sonar a través de la languidez pero siempre con la seguridad de sus composiciones encierran un gran carácter es lo que permite que este disco en todo momento tome matices totalmente realistas y empáticos. Por ello, temas del estilo a ‘Control’ nos dejan ante esas dosis de desnudez emocional con las que acabar de caer rendidos de lleno a las canciones de Meg, demostrando una gran sensibilidad a la hora de conocer cómo es posible reaccionar de una forma más amable frente a las adversidades más críticas que se nos presentan.