Nick Levine, miembro de la que fuese la formación original de Pinegrove, da el salto en solitario con la publicación de su LP debut, estando ante una de los trabajos más cuidados que nos hemos encontrado últimamente dentro de esos terrenos que se mueven entre la canción americana más cálida, el slowcore y la inspiración del emo acústico. Haciendo gala de su habilidad para lograr que los temas siempre posean una gran capacidad de contención a la hora de desarrollar los fragmentos instrumentales donde se intuye lo quebradizo del apartado emocional que los acompaña, este conjunto de canciones resulta ejecutado desde la calma que producen las reflexiones más serenas. De ahí que la forma en la que el músico divaga entre recuerdos persistentes, la forma de anhelar otro mundo o como la amistad muchas veces sirva para sacar a las personas del pozo anímico, transmita una gran confianza personal, forjada totalmente a base de experiencias bastante agridulces. Por todo ello podemos decir que en estas canciones el artista intenta no aferrarse de lleno a lo introspectivo, sino que busca más bien compartir vivencias en un plano íntimo.
Si buceamos en las piezas de esta referencia no tardaremos en caer seducidos al tono clásico propio de ese formato de country ejecutado desde la sobriedad y el peso de la música noventera, haciendo que la combinación entre la desnudez de los elementos y la necesidad de aportar momentos de mayor electricidad cobre cada vez más fuerza. Un balance bien medido con el que nos habla de los episodios en los que es preciso conocerse a fondo a uno mismo y establecer un control sobre tus propias emociones, apareciendo temas del estilo a ‘Go Slowly’ donde el saber esperar resulta fundamental. A pesar de que en múltiples ocasiones podemos pensar que estas canciones bucean en la tristeza más profunda y el poso marchito que dejan algunas situaciones pasadas, también se puede intuir como en todo momento Nick busca respuestas y soluciones, apareciendo temas que brotan desde el sigilo hasta alcanzar el brillo en los ojos como bien ocurre con ‘Hawks’. Precisamente es el crecimiento que se observa a la hora de saber identificar los momentos de mayor confrontación consigo mismo lo que acaba haciendo que este disco florezca al máximo.
Más apuntes interesante llegan cuando de forma deliberada las canciones resulta ejecutadas a realentí, permitiendo de este modo desarrollar narrativas que precisan incluso de una mayor pausa y un estado mental más liberador como es el caso de la hermosa ‘Buddy’. Logrando al mismo tiempo que las guitarras puedan mostrar parte de su fiereza para así domar de nuevo el cúmulo de emociones acumuladas en la garganta, se puede intuir como lo ligero de la instrumentación permite transmitir también una mayor crudeza en aquellos momentos en los que las historias contadas se crispan. Atendiendo también a aquellas canciones donde es necesario claudicar con ciertos fantasmas, a la par de recuperar alguna que otra sensación que suponga alivio, ‘Water’ se lleva la palma en su tarea de emerger como un tema totalmente apaciguador y con ese punto de vista de distancia que es preciso tomar siempre con nuestro pasado. Así es como se muestra un bonito resumen de la gran intencionalidad que posee el disco por avanzar hacia algo mejor.


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