La formación madrileña lleva apuntando maneras desde que su primer EP homónimo viese la luz en 2018, dejándonos ante la sensación de como las influencias shoegaze que tenían asimiladas resultaban filtradas a través de un prisma de lo más personal donde el asunto melódico siempre acertaba en el centro de la diana. Quemando etapas a su debido tiempo y rodándose por los escenarios con conciertos más que solventes, Dharmacide nos presentan un LP debut donde realmente no hay ningún tipo de relleno, sino poderío a la hora de mostrarnos todos esos claroscuros que provienen de la cara más angulosa de su sonido. Tan solo con escuchar el arranque del disco con ‘Fith’ podemos comprender lo bien que se les da dotar a sus temas de ambientes completamente enigmáticos, logrando que cada una de sus guitarras en todo momento se desligue de las demás para ofrecernos un torrente sonoro que esquiva la contundencia en favor de poder encontrar el poder liberador de las distorsiones. Precisamente a esto es a lo que apelan en ‘Breezing’, el que seguramente sea el single más claro del disco y que evidencia siempre lo positivo que es encontrar un riff que pueda recorrer un tema sin que nos lleguemos a cansar de él. Capturando emociones difusas y ese tipo de sensaciones que damos muchas veces relegadas al pasado, la banda nos demuestra como los conceptos encerrados en sus canciones pueden resultar más evidentes de lo que nos pensamos.
Ahondando más en profundidad en el disco, también podemos comprobar como caen rendidos a todo aquello que posee el nerviosismo pop con el que un buen día DIIV se ganaron un hueco en nuestros días más cargados de absurda nostalgia. Así es como en este caso Dharmacide tiran de esa habilidad para acelerarlo todo progresivamente y marcarse en ‘be There’ una de esas canciones con las que no sentirnos tan solos. Divagando a través de punteos inquietos, pero no descuidando tampoco un trasfondo brumoso, esta canción marca la cara más cristalina del grupo. Apelando también a momentos donde la soledad parece inevitable, pero tratada en esta ocasión desde tonalidades más desenchufadas que se acaban tornando incluso épicas, ‘Letter’ supone un pequeño impase a la hora de suavizar la intensidad emocional que por momentos posee el disco. Seguramente la mitad del tracklist es en la que se permiten más concesiones a la hora de salirse de aquella senda de guitarras ejecutadas con mayor rabia, ya que por ejemplo ‘1116 Paradise Motel’ también se muestra de lo más libre a la hora de sacar a relucir un lado bastante etéreo.
Preparándonos poco a poco para la traca final, ‘Dreams’ aparece como otra de esas canciones donde son capaces de aunar esa frialdad tan disfrutable que por momentos tiene el shoegaze más dinámico, junto con la necesidad de conducirlo todo por un apartado rítmico repleto de buenos ganchos. Si a todo esto le unimos los coros de fondo y toda la aspereza drone que provoca que todo suene lo más metálico posible, conseguimos una de las canciones más completas del trabajo. Continuando con el reguero de composiciones que tratan de luchar contra las inevitables sombras que causa la incertidumbre, ‘Flowers’ no desespera en su intento por encontrar una nueva paleta de colores dentro de unas guitarras lánguidas pero reconfortantes. A pesar de ello, los matices más asfixiantes se encuentran a la vuelta de la esquina con una ‘Depressed’ que supone la culminación de todo lo que esperamos del grupo, haciendo que el tema resulte incisivo y con ese punto de caos bajo control con el que sacar a relucir todo lo desquiciado que llevan dentro. Aunque esta canción represente bien las señas de identidad del grupo, deciden apostar por un corte mucho más ambiental y disuelto entre todo aquello que pueda apuntar hacia la eternidad, siendo ‘L.A.’ esa canción con la que definitivamente logran disolver los nubarrones más negros del cielo.


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