La reciente película Negu Hurbilak (Cercano Invierno) del joven Colectivo Negu ofrece una mirada poética y contemplativa a las secuelas personales y sociales dejadas por el conflicto vasco, incluso después del anuncio del cese de la actividad armada de ETA en 2011.
Ambientada en un pequeño pueblo fronterizo entre España y Francia, la cinta sigue a una misteriosa joven interpretada por la actriz Jone Laspiur, ganadora del Goya a Mejor Actriz Revelación. Esta protagonista sin nombre parece huir de algo relacionado con su pasado, buscando cruzar la frontera hacia lo que representa para ella la esperanza de un futuro mejor.
En su minimalismo preciso, los directores del Colectivo Negu han optado por un enfoque alejado de la acción trepidante o las escenas espectaculares, centrándose más bien en transmitir el sentimiento de angustia, miedo y anhelo de libertad que impregna a la protagonista. Como una sombra que deambula entre sombras de un pasado doloroso que aún pervive en la región, el tema del exilio y de la frontera, tan presente durante años para muchos vascos, se explora aquí desde una perspectiva humana.
A lo largo de la película, mientras la joven espera amparada sucesivamente en casas de diversos lugareños, la cámara capta con gran lirismo los imponentes paisajes nevados, brumosos y otoñales que rodean al pueblo de Zubieta. Estas magníficas imágenes parecen cobrar vida propia y hablar por los personajes, cuya comunicación verbal es prácticamente nula en algunos tramos del relato.
Ese "silencio elocuente" se convierte así en uno de los protagonistas de la cinta junto con el inhóspito invierno que se acerca, representando las heridas, traumas y dolores ocultos tras años de violencia política. Unos traumas que, como sugieren los directores en entrevistas, están lejos de haber cicatrizado en la sociedad vasca contemporánea.
La radical apuesta estética de Negu Hurbilak por los planos pausados, la falta de diálogos y la ausencia de contexto histórico explícito ha sido objeto de controversia entre algunos críticos más apegados a las formas narrativas clásicas. Sin embargo, para otros esa elección transmite precisamente la esencia de una espera angustiante e interminable, sumergiendo al espectador en un espacio fronterizo de incertidumbre donde el tiempo parece suspendido.
Esa tensión acumulada durante hora y media estalla en una explosiva y sorprendente escena final que captura las intensas celebraciones del carnaval en la localidad de Ituren, con sus disfraces, danzas y ritos que remiten al folk horror. Un final que se aleja de la ficción anterior para adentrarse en el terreno del documental etnográfico, pero que los directores emplean para hacer una analogía entre el sufrimiento silencioso de la protagonista y esa válvula de escape ritual y festiva de las emociones colectivas.
En definitiva, con su ópera prima Negu Hurbilak el Colectivo Negu ha sabido imprimir su propia voz y sensibilidad para abordar desde la empatía aspectos poco explorados del conflicto vasco. Una película que interpela y puede resultar incómoda, pero que sin duda aporta una mirada necesaria sobre un pasado reciente cuya complejidad histórica y humana va mucho más allá de los titulares. Un valiente ensayo fílmico que continúa recorriendo con éxito diversos certámenes nacionales e internacionales.
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