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Spirit of the Beehive siempre encuentran coherencia en el caos



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Spirit of the Beehive se formaron en un momento en que las fronteras entre el ruido y la melodía, entre la sinceridad y el artificio, empezaban a diluirse en la música alternativa estadounidense. Desde su inicio, su manera de trabajar se definió por la convivencia de la contradicción y la rutina. Las composiciones surgieron de un impulso experimental donde cada error se aceptaba como parte del resultado. Con el paso del tiempo, esa forma de entender el sonido se convirtió en una filosofía. El grupo, compuesto por Zack Schwartz, Rivka Ravede y Corey Wichlin, ha desarrollado una obra donde las canciones funcionan como fragmentos de memoria sonora y emocional. Ningún elemento busca el equilibrio; más bien, cada pieza parece disfrutar del desequilibrio que provoca. Su nombre procede de una película española de 1973 que había sido elegida como simple marcador temporal hasta que se convirtió en una identidad fija. Ese azar inicial refleja a la perfección su espíritu de trabajo: todo puede mutar sin previo aviso, y lo que empieza como una casualidad termina adquiriendo sentido.

El primer álbum, publicado en 2014, sirvió para establecer su territorio. Allí convivían guitarras saturadas y melodías que parecían llegar desde otra habitación. Era un mapa de ecos y ruidos donde la comprensión del texto resultaba secundaria frente al efecto que generaba. Las letras insinuaban escenas domésticas atravesadas por extraños reflejos, como si las conversaciones de un piso compartido se filtraran por una pared de ladrillo. La grabación tenía la aspereza del ensayo perpetuo, pero esa rugosidad se transformaba en un valor expresivo. Aquella etapa mostraba a un grupo que prefería dejar que la casualidad dictara las reglas antes que encerrarse en una idea fija de sonido.

Un año más tarde editaron el EP ‘You Are Arrived (But You’ve Been Cheated)’, una colección que jugaba con la ilusión de haber alcanzado un destino para inmediatamente descubrir su falsedad. Las canciones daban la sensación de un viaje truncado, lleno de interrupciones y repeticiones. La voz de Ravede se enroscaba sobre la de Schwartz en una especie de diálogo que recordaba a dos versiones distintas de una misma persona. Esa dualidad, a medio camino entre la disputa y la complicidad, se mantendría como una constante en toda su obra posterior. La sensación de engaño y espejismo no era decorativa, sino parte del discurso: el grupo empezaba a explorar cómo las emociones podían expresarse desde la confusión.

Con ‘Pleasure Suck’ de 2017 consolidaron ese planteamiento y lo llevaron hacia un territorio más visceral. Allí las melodías emergían para disolverse segundos después, y los fragmentos de sonido se comportaban como reflejos de una mente saturada. El álbum abría con la frase “I start my walk, I step in shit”, que servía como declaración de intenciones: la belleza podía encontrarse en los lugares menos esperados. La crítica lo definió como un mosaico de lo cotidiano, donde la ironía y la amargura se mezclaban en un mismo plano. El disco se grabó en una pequeña sala de su ciudad con un método de montaje improvisado, casi artesanal. Cada toma se ajustaba sobre la anterior sin borrar los errores. Durante la mezcla, Schwartz aplicó capas de distorsión y recortes de cintas caseras para conseguir la sensación de una mente saltando entre pensamientos. En esa época la banda utilizaba descripciones como “benzos” o “weird beer” en sus etiquetas digitales, lo que indicaba que preferían la confusión a cualquier clasificación clara. De esa actitud surgía un tipo de lirismo particular, donde lo banal y lo grotesco convivían en perfecta armonía. ‘Pleasure Suck’ se convirtió en un punto de inflexión: a partir de ahí, cada lanzamiento se comportaría como una reescritura de su propio lenguaje.

Durante la composición de ‘Hypnic Jerks’ en 2018, esa tendencia alcanzó un nuevo grado de detalle. El álbum nació de la intención de crear una cinta breve, pero la cantidad de ideas transformó el proyecto en un trabajo de larga duración. Fue grabado en tan solo siete días en una zona rural del noreste de su estado, lejos del entorno habitual de la banda. Esa decisión de aislamiento otorgó una atmósfera más relajada al proceso. El resultado fue un conjunto de canciones que giraban alrededor de la sensación intermedia entre el sueño y la vigilia. Las piezas se unían mediante grabaciones antiguas pertenecientes a la infancia de Rivka, recogidas por su padre en cintas de los años setenta. Entre risas, voces y juegos infantiles, las canciones adquirían un tono espectral, como si estuvieran perseguidas por su propio pasado. En el vídeo de ‘d.o.u.b.l.e.u.r.o.n.g.’, Rivka aparece con un gesto entre el cansancio y la ironía; en realidad, estaba enferma de bronquitis durante la filmación, y esa circunstancia accidental dotó al clip de un aire entre cómico y trágico. Esa naturalidad frente al imprevisto explica gran parte del encanto del grupo. ‘Hypnic Jerks’ se planteaba como un viaje interior plagado de saltos de tiempo, donde la voz podía sonar dulce y áspera en la misma frase. Las referencias a las cintas caseras reforzaban la idea de una historia contada desde el recuerdo imperfecto. Las canciones se encadenaban sin pausas, generando una sensación de trance que convertía el desorden en coherencia.

Tres años más tarde, en 2021, el trío redujo su plantilla y publicó ‘ENTERTAINMENT, DEATH’, un trabajo que llevó su experimentación a un plano más cerebral. La composición coincidió con un periodo de confinamiento general y de transformaciones en la industria musical. Al encontrarse separados, enviaron los archivos por correo electrónico, construyendo las canciones a distancia. Esa metodología se reflejaba en la textura del álbum, donde los fragmentos de anuncios televisivos y los ruidos industriales se entremezclaban con melodías casi angelicales. Cada pieza actuaba como una escena de un recorrido infernal, en el que la rutina y el entretenimiento se fundían. En temas como ‘Give Up Your Life’ o ‘There’s Nothing You Can’t Do’, las voces se alternaban entre la calma y la euforia, reproduciendo la sensación de un pensamiento que se acelera hasta perder control. El arte gráfico, diseñado por Ravede, mostraba la imagen de una atracción abandonada inspirada en un antiguo parque de su infancia. Esa imagen de diversión deteriorada servía como metáfora del paso del tiempo y del agotamiento de los sueños juveniles. En entrevistas posteriores, Schwartz definió el álbum como una especie de viaje circular, un espejo donde cada oyente podía reconocer su propio cansancio. Las reseñas más agudas interpretaron el conjunto como un retrato de la sociedad contemporánea, atrapada entre la nostalgia y la saturación constante de estímulos.

En 2023 publicaron el EP ‘i’m so lucky’, una obra corta pero intensa marcada por el final de la relación sentimental entre Rivka y Zack tras diez años juntos. A pesar de esa ruptura, ambos decidieron continuar compartiendo el proceso creativo, lo que impregnó el trabajo de una tensión emocional contenida. En apenas doce minutos el grupo comprimió todo su universo: disonancias, ternura, rabia y un leve humor autoparódico. El tema inicial, ‘human debenture’, comienza con una calma engañosa antes de convertirse en un estallido repentino. Esa mezcla de fragilidad y agresión define el tono del conjunto. En ‘really happening’, las voces parecen flotar entre fragmentos de sonido que se interrumpen bruscamente, mientras que ‘tapeworm’ despliega una avalancha sonora que desemboca en el cierre con ‘natural devotion 2’, continuación de una pieza de 2016. La secuencia refleja una reconciliación implícita: la aceptación de la pérdida como parte del proceso de creación. La brevedad del EP refuerza su sentido de urgencia, como si cada segundo fuera un intento de retener algo que se escapa. Su publicación funcionó como punto de transición entre dos etapas y mostró una nueva forma de equilibrio basada en la fragilidad compartida.

La llegada de ‘You’ll Have to Lose Something’ en 2024 confirmó esa dirección. El título planteaba una sentencia ambigua: todo avance implica una renuncia. El disco nació en paralelo a la recomposición personal de sus miembros y a su deseo de explorar una narrativa más cinematográfica. La apertura con ‘The Disruption’ introduce una sensación de alarma y expectativa. La colaboración con MS Paint en ese tema añadió una textura que rompe cualquier previsión. A lo largo del álbum, el grupo alterna la intensidad abrasiva con pasajes de quietud que invitan a la pausa. Canciones como ‘Stranger Alive’ o ‘The Cut Depicts the Cut’ muestran una preocupación por la percepción, por la forma en que el entorno altera las emociones. En ‘Sorry Pore Injector’, un motivo melódico remite al clima urbano de los años setenta antes de transformarse en un coro de voces que parecen responderse sin entenderse. ‘Found a Body’ ofrece un respiro onírico que enlaza con la delicadeza de ‘Sun Swept the Evening Red’, donde el tiempo parece detenerse. Hacia el final, ‘1/500’ y ‘Duplicate Spotted’ recuperan la energía inicial para desembocar en ‘Earth Kit’, un cierre expansivo que combina cuerda y electrónica en un mismo impulso. Cada composición actúa como una escena de una película imaginaria que retrata la convivencia entre el deseo y el agotamiento. En el proceso de grabación, el grupo dividió su trabajo entre dos lugares distantes, lo que introdujo diferencias de clima y luz perceptibles en la textura del sonido. Esa dualidad geográfica reforzaba el carácter cambiante del álbum.

A lo largo de toda su trayectoria, Spirit of the Beehive han mantenido una relación ambigua con la claridad. Prefieren el equívoco a la definición exacta. Sus letras combinan imágenes domésticas con alusiones a la desorientación contemporánea. Hablan de televisores encendidos, de animales imaginarios, de cuerpos ausentes y de conversaciones que se disuelven. Su estética sonora combina grabaciones de campo, voces distorsionadas y ritmos interrumpidos por el azar. Esa forma de trabajar refleja una idea del arte como proceso en continuo colapso. El grupo ha rechazado la figura del himno o del éxito fácil, insistiendo en que su interés se centra en la experiencia completa y no en la inmediatez. Han declarado que se sienten cómodos siendo una banda de estudio, lo que les permite tratar cada grabación como un laboratorio de posibilidades. En sus actuaciones, sin embargo, trasladan esa densidad al directo mediante un control absoluto de la dinámica, en el que las pausas son tan importantes como los estallidos. El público percibe que cada concierto puede tomar un rumbo imprevisto, y esa incertidumbre se ha convertido en parte del atractivo de su identidad.

El relato de Spirit of the Beehive puede leerse como una exploración del caos entendido no como desorden, sino como sistema alternativo de coherencia. Sus discos funcionan como capítulos de una crónica emocional que va del desconcierto al reconocimiento de la fragilidad. Lo político aparece de manera implícita en su rechazo a las fórmulas y en su insistencia en mostrar la confusión sin decorarla. El tiempo se percibe en sus canciones como un material maleable que puede expandirse o contraerse según la necesidad expresiva. Cada lanzamiento conserva algo del anterior, pero lo reinterpreta desde otro punto de vista, como si la banda se reescribiera constantemente. En su universo, el error se transforma en estilo, y la repetición en descubrimiento. Su recorrido demuestra que el ruido, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en el lenguaje más exacto para describir la época actual, donde la saturación y el deseo se confunden hasta volverse indistinguibles.

Spirit of the Beehive estarán actuando esta semana en nuestro país.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.