Entrevistamos a

Moontype

"Durante el proceso de escribir este álbum, sentí con fuerza ese deseo de aceptar los cambios que me suceden, los que llegan desde fuera, y al mismo tiempo dejarme llevar por el viento hacia aquellos cambios que nacen desde dentro de mí."



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Moontype se desplazan entre la caída y el empuje, en ese punto donde el viento no se define del todo. En 'I Let The Wind Push Down On Me', articulan un disco grabado en dos fases, que observa sus propias canciones primero como documento directo y luego como espacio por explorar. Entre esas dos aproximaciones, el cuarteto de Chicago construye una obra que estructura su propia inestabilidad sin apoyarse en gestos dramáticos, sino atendiendo con cuidado los movimientos emocionales que cada integrante deja expuestos antes de que puedan convertirse en discurso cerrado. La apertura con 'How I Used to Dance' deja claro que lo que sigue no será lineal. Ahí donde se esperaría una descarga rítmica, se encuentra una disposición mínima que da lugar al recuerdo como detonante. La voz y el bajo de Margaret McCarthy ocupan los dos extremos del espectro, dejando entre ambos un espacio que no se llena con urgencia sino con cautela. Esa lógica se repite en canciones como 'Starry Eyed' o 'Let Me Cry', que trabajan con capas melódicas que se pliegan sobre sí mismas sin clausurar el movimiento. 'Crushed' y 'Four Hands ii' sostienen una tensión física que no se alivia, pero tampoco se explota. La estructura parece estar diseñada para contener, no para liberar. En 'Anymore', la escritura se ancla a gestos minúsculos, casi mecánicos, donde la repetición no busca explicación sino permanencia. La atención al detalle es también temporal: los compases se alargan o se quiebran para construir un ritmo interno que responde más a los estados que a las formas. Aprovechado lo inminente de este lanzamiento, hemos tenido el placer de charlar con Margaret y Joe.

Has comentado que durante el proceso de composición hubo un aprendizaje importante sobre estar bien con una misma. ¿Hubo alguna canción del disco especialmente significativa en ese camino?

Margaret: Creo que muchas canciones hablan de eso, de ese proceso personal, pero la que primero me viene a la cabeza es ‘Let Me Be’. Esa canción nació a partir de comprender que, además del dolor inevitable que trae consigo la vida y las relaciones humanas, también puede haber un espacio para la aceptación. Una especie de gesto interior, íntimo, que consiste en aprender a sostenerme a mí misma, a estar conmigo, incluso en medio de ese sufrimiento, y encontrar la manera de seguir adelante, de seguir caminando desde ahí.

 

El disco comienza con ‘How I Used to Dance’, una canción muy íntima, cargada de memoria. ¿Por qué decidisteis abrir el álbum con ella y qué tipo de atmósfera esperabais crear desde el principio?

Joe: Queríamos que, al darle al play o poner la aguja en el vinilo, el oyente se encontrara con algo atrevido, incluso que rompiera expectativas. En este caso, lo más atrevido fue optar por lo más pequeño e íntimo; donde el oyente espera guitarras con distorsión y batería, se encuentra con un ostinato minimalista de guitarras preparadas, pianos y copas de vino, y es recibido por la voz de Margaret y unas letras impresionistas sobre un tiempo pasado que lo introducen en el mundo de este disco.

Da la sensación de que este álbum no intenta ocultar ni suavizar las emociones más intensas. ¿Hubo alguna que resultara especialmente difícil de mostrar tal cual, sin filtros?

Margaret: Siempre da un poco de miedo sacar a la luz mis sentimientos más profundos para que todo el mundo los escuche, especialmente porque canto sobre personas que todavía me importan y con las que sigo teniendo relación. ‘Crushed’ es una de las que me hizo sentir más vulnerable, aunque no tenga muchas letras; viene de un lugar de soledad profunda y absorbente que da miedo compartir. Pero también diré que es muy especial poder compartir primero estas canciones con la banda, que las acoge y les ayuda a encontrar su hogar musical, antes de compartirlas con nadie más.

"Además del dolor inevitable que trae consigo la vida y las relaciones humanas, también puede haber un espacio para la aceptación."

En muchas canciones se nota un trabajo deliberado con el tiempo y el silencio. ¿Qué papel tuvieron esos espacios de quietud en la construcción de los temas?

Joe: La dinámica y el tiempo tienen un papel enorme, absolutamente fundamental, en nuestra música. Lo que suena fuerte potencia lo que suena suave, y a la inversa; uno existe para resaltar al otro. Los compases que contrastan entre sí se enfrentan en una especie de juego rítmico, una danza constante de desestabilización y reestabilización. Cuando hay grandes cambios, ya sea en la intensidad o en la métrica, funcionan como si fueran cursivas dentro del lenguaje musical: señalan el lugar al que hay que prestar especial atención. Dedicamos mucho tiempo a pensar en esa tensión entre expectativa y recompensa dentro de nuestras canciones, buscando que funcione tanto para quien escucha como para nosotros mismos al interpretarlas.

Algunas canciones dan la sensación de haberse desarrollado poco a poco, casi de forma orgánica. ¿Cómo sabéis normalmente cuándo una canción está terminada y no necesita más cambios?

Joe: No siempre es algo evidente, y lo que para una persona puede parecer acabado, para otra puede estar sobrecargado, y una tercera quizás piense que aún queda mucho por descubrir. Incluso en fases tardías de la grabación, hubo cambios estructurales en el ADN de algunas canciones. Creo que supimos que estaban listas cuando sentíamos que la canción había cobrado vida propia y todos sonreíamos al escucharla de nuevo.

Margaret: Totalmente de acuerdo. En cuanto a la estructura de las canciones, cuántas estrofas escribo o cuántas partes distintas hay, es una decisión orgánica saber cuándo está completa. La canción se va desplegando sola y me hace saber cuándo está lista. Aunque a veces pienso que una canción ya está y luego la llevo al grupo y me doy cuenta de que necesita una nueva sección para llegar a donde quiere ir.

 

Primero grabasteis en Chicago y luego os fuisteis a Maryland con un enfoque mucho más abierto. ¿Hubo alguna canción que cambiara por completo entre esas dos sesiones?

Joe: Las canciones que más se transformaron durante nuestra estancia en Maryland fueron ‘How I Used To Dance’ y ‘Crushed’. Fueron las que más claramente cambiaron en su forma y energía, pero lo cierto es que todo el álbum habría sonado muy distinto si no hubiéramos pasado ese tiempo allí. Esa experiencia dejó una huella en el conjunto del disco, aunque algunas canciones se viesen más directamente afectadas que otras.


Margaret: Añadiría que, durante las sesiones en Chicago, estábamos principalmente enfocados en obtener buenas grabaciones, capturar con precisión cómo sonaban las canciones en ese momento concreto, tal y como las teníamos entonces. Era una aproximación más directa, más centrada en documentar lo que ya existía. En cambio, en Maryland, tuvimos mucho más tiempo y un espacio más abierto que nos permitió experimentar, explorar nuevas posibilidades con los temas y jugar con los arreglos de formas diferentes, más libres y creativas.

En este álbum el bajo no se limita a su función rítmica, también tiene una presencia melódica muy marcada. ¿Cómo pensasteis su papel en estas nuevas canciones?

Joe: El bajo actúa como un contrapunto directo a la voz. Dado que Margaret es la compositora principal, y además esos dos son sus instrumentos principales, se crea de forma natural una relación muy marcada entre el bajo y la voz. Esa conexión define los extremos de cada canción: el bajo establece el suelo, la base, y la voz marca el techo, la parte más alta. A partir de ahí, como banda, trabajamos juntos para llenar ese espacio intermedio, completando el cuerpo sonoro de la canción.

"Es muy especial poder compartir primero estas canciones con la banda, que las acoge y les ayuda a encontrar su hogar musical, antes de compartirlas con nadie más."

A lo largo del disco hay imágenes muy potentes aunque nunca del todo explícitas. ¿Hubo alguna en particular que te acompañara durante el proceso de escritura?

Margaret: Muchas, de hecho. Imágenes que se me quedaron grabadas y que me acompañaron durante el proceso fueron romper una roca con un martillo, estrellar botellas de 40 onzas contra el suelo junto a Nora, el búho sacudiendo la cabeza con ese gesto tan particular, el océano rompiendo con fuerza sobre mí, y mi pez dorado Earnest (que en paz descanse), moviendo pequeñas piedras en el fondo de su pecera, en ese mundo diminuto pero lleno de significado.

Varias canciones parecen situarse de noche, en calles vacías, en momentos de transición emocional. ¿Tenías algún tipo de paisaje o ambiente en mente al escribir?

Margaret: No tenía en mente un escenario único o concreto mientras escribía las canciones, pero creo que esos temas y paisajes fueron apareciendo de forma natural a medida que las propias canciones iban tomando forma. Hay un enfoque muy claro en las letras sobre mi experiencia emocional vivida desde la independencia y la soledad, algo muy personal, y creo que eso fue lo que hizo que surgieran esos entornos vacíos: calles desiertas, trayectos en coche estando sola, pensamientos que llegan durante la noche, en ese espacio íntimo y silencioso.

 

En vuestro debut, el agua era una imagen recurrente, y aquí parece que el viento ha tomado su lugar. ¿Qué te atrajo de la idea del viento como una fuerza que empuja, casi como si lo arrastrara todo?

Margaret: El agua tiene algo envolvente, te consume y te rodea por completo, como si te absorbiera dentro de su propio ritmo. En cambio, el viento aporta otra energía: trae consigo movimiento, agitación, transformación constante. Durante el proceso de escribir este álbum, sentí con fuerza ese deseo de aceptar los cambios que me suceden, los que llegan desde fuera, y al mismo tiempo dejarme llevar por el viento hacia aquellos cambios que nacen desde dentro de mí, que se generan a medida que voy aprendiendo, creciendo y entendiendo quién soy.

En ‘Four Hands ii’ hay una tensión que se acumula sin llegar a romperse del todo. ¿Qué tipo de deseo intentabas capturar y cómo lograste contenerlo en lugar de dejarlo estallar?

Margaret: El deseo humano, el deseo profundo de conexión con otra persona. Es una pulsión muy real, muy presente. Es como si existiera una especie de filo, una línea muy fina, entre mantener y sostener mi propia energía interior y, al mismo tiempo, intentar compartir esa energía con alguien más. Me muevo constantemente sobre ese filo, me balanceo de un lado a otro, sin llegar a caer del todo hacia ninguno de los dos extremos, manteniéndome en ese equilibrio inestable que también forma parte del deseo.

‘Four Hands ii’ transmite algo muy físico, casi como ese impulso de conducir rápido con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. ¿Cómo llevasteis esa sensación al videoclip?

Margaret: Sí, en esa canción hay un impulso físico, una sensación que necesitas sacar del cuerpo con una acción. Creo que el vídeo adoptó otra faceta de eso. Por muy personal e intensa que sea esa sensación, cada persona vive su propia versión de la realidad, y el vídeo conecta con esa idea.

"Hay un enfoque muy claro en las letras sobre mi experiencia emocional vivida desde la independencia y la soledad, algo muy personal, y creo que eso fue lo que hizo que surgieran esos entornos vacíos"

Hay momentos en el álbum en los que se os escucha cantar a todos a la vez y se genera algo muy cálido. ¿Qué os atrae de ese tipo de canto grupal, casi como si compartierais una sola voz?

Joe: Más allá de que nos gusta mucho cómo suena ese tipo de armonía vocal tan rica y envolvente, la verdadera razón de ser del grupo está en la interacción constante entre los cuatro músicos, en cómo nos comunicamos y nos entendemos a través de ese lenguaje común, tan complejo y lleno de matices. Esa relación musical y humana es lo que le da sentido a todo. Cantar juntos es una forma todavía más directa, más inmediata, de expresar esa conexión que compartimos, de poner en sonido algo que, a veces, va más allá de lo que se puede explicar con palabras.

Margaret: ¡Totalmente! Me encanta cuando cantamos todos juntos.

En todas nuestras entrevistas pedimos a las bandas que dejen una pregunta para el siguiente artista. ¿Cuál sería la vuestra?

Joe: ¿Cuándo fue la última vez que algo te dio miedo de verdad?

Y aquí va una pregunta para vosotros de Jeremy Earl Bradley, de Woods: ¿Cuál es vuestra comida favorita para cocinar en casa?

Joe: Un entrecot New York, al punto.

Margaret: No es exactamente una comida, pero me encanta hacer pan casero.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.