Entrevistamos a

Hand Habits

"Sin duda, para mí siempre ha sido un reto mayor compartir experiencias o momentos de alegría en mis canciones. "



Por -

Hand Habits publica ‘Blue Reminder’ y con ello desplaza el centro de su escritura hacia un territorio distinto: el de la exposición que nace cuando la calma, el afecto o la ternura se vuelven posibles. La obra de Meg Duffy, lejos de refugiarse en el duelo, se atreve a permanecer en lo frágil de la felicidad, esa zona inestable donde cualquier certeza puede resquebrajarse. Amar, en este disco, no aparece como consuelo idílico, sino como un lugar donde la confianza se mide siempre contra el miedo a perderla. La grabación en directo da al álbum un carácter inmediato, donde cada instrumento se escucha como si llevara adherida la respiración de quien lo toca. Las guitarras avanzan con distintas intensidades: a ratos difusas, a ratos cortantes. La percusión sostiene sin invadir, mientras teclados y metales introducen pasajes que ensanchan la atmósfera. El conjunto suena como un cuerpo que respira acompañado, atravesado por la presencia de artistes que participaron en la sesión. Las letras apuntan hacia escenas que condensan más de lo que muestran. ‘Dead Rat’ eleva una imagen doméstica hasta convertirla en emblema del desgaste que se filtra en cualquier vida compartida, pero también del alivio de ser cuidade. En ‘Way It Goes’ o ‘Wheel of Change’ se percibe cómo los derrumbes pasados preparan el terreno de lo que vendrá. Y en ‘More Today’ late la frase que organiza todo el disco: “I know the love we lose / Informs who we become”. El tema homónimo, ‘Blue Reminder’, ocupa el centro emocional: “Will you take me as I am?”. Allí la voz se muestra entre temblor y firmeza, hasta llegar a la confesión final: “I feel lighter now”. Esa claridad no cancela el temor, convive con él. Y quizás esa sea la clave del álbum: cantar el amor sin certezas, aceptar que también la alegría exige una exposición que pesa. Hand Habits convierte ese riesgo en el verdadero núcleo de su propuesta. Aprovechando lo inminente del lanzamiento de este disco, hemos tenido el placer de entrevistar a Meg.

Muy a menudo, compartir lo que duele o lo que nos hace frágiles se convierte en una parte asumida de la exposición artística. Pero a veces, enfrentarse a la posibilidad de la felicidad, el amor o la calma puede resultar igual de desarmante. ¿Qué te resulta más difícil compartir en tu música: el dolor o la alegría?


Sin duda, para mí siempre ha sido un reto mayor compartir experiencias o momentos de alegría en mis canciones. Para mí, componer siempre ha sido un espacio donde voy a procesar lo pesado, lo confuso y, a menudo, lo doloroso de la vida. Los surcos de esa vía son más profundos que los de compartir pensamientos más triunfales, sentimentales o nostálgicos en clave de alegría. Casi me da miedo la oxidación que podría ocurrir si la alegría toca el aire; temo que se oxide o desaparezca.

 

Grabar en directo, con otras personas en la sala, tiene algo especial, como si la música respirara de otra manera. ¿Qué cambia para ti cuando compartes el proceso de grabación con otras personas en vez de hacerlo más en solitario?

Me sorprende lo que incluso una sola persona puede aportar a la energía en un entorno de grabación. Nos afectamos todes mutuamente, es inevitable, y eso es lo que coloca la colaboración en un pedestal tan alto para mí. Me encanta que siempre acabo haciendo algo que no habría hecho sola, y que sea una experiencia compartida. La vida está hecha para compartirse.

El sonido de este disco se siente más abierto, más directo, pero sigue siendo muy tuyo. ¿Qué querías explorar esta vez a nivel sonoro que quizá antes no te habías permitido?

Dicho de forma sencilla: lo que quería era que sonara realmente bien. Mi intención era conseguir un sonido con claridad, con profundidad y con un campo sonoro amplio, que diera espacio para respirar a la música. Quería que cada voz pudiera escucharse de manera nítida, con su presencia reconocible, pero al mismo tiempo sin que quedara completamente separada del resto, sino formando parte de un conjunto sólido y coherente. Todo esto fue posible gracias al trabajo de Joseph Lorge y Phil Hartunain, que se encargaron de la ingeniería del disco y cuya labor ha sido fundamental para alcanzar ese resultado.

"Para mí, componer siempre ha sido un espacio donde voy a procesar lo pesado, lo confuso y, a menudo, lo doloroso de la vida."

Escenas cotidianas pueden adquirir de repente un gran peso emocional. ¿Encontraste que, en este álbum, ciertas imágenes muy simples acabaron diciendo más de lo que esperabas al principio?

Absolutamente. Soy adicte a crear significado, y prácticamente puedo encontrar a Dios (mi propia versión de Dios) en cualquier cosa dadas las circunstancias adecuadas. Por ejemplo: un pájaro azul, una rata muerta, el jazmín, el número 62. También me sorprende siempre el significado que puede surgir a posteriori, para mí, en privado.

Algunas de tus canciones transmiten una sensación de libertad, no ruidosa o eufórica, sino tranquila y firme, como la de poder ser una misma sin necesidad de explicarse. ¿Te ha costado llegar a ese lugar desde el que cantar sin tener que proteger o suavizar quién eres?

Ha sido un proceso de aprender a aceptar quien soy yo, fundamentalmente, y que solo yo puedo ser yo, y eso no es nada de lo que avergonzarse. Con el canto en particular, he tenido una relación de idas y venidas con mi voz y ahora empiezo a encontrar confianza en cantar de forma "auténtica".

 

En algunas canciones parece que celebras algo que no siempre ha sido fácil alcanzar: la posibilidad de estar bien, de amar sin miedo, de construir una vida plena. ¿Sientes que este es el primer álbum en el que te has permitido cantar sobre esa alegría desde un lugar genuino, sin necesidad de defenderla o explicarla?

Creo que estoy demasiado cerca de mí misme como para poder responder a esa pregunta sin cierto sesgo, porque es difícil tener perspectiva sobre une misme. Aun así, sí siento que en mí ha aparecido una confianza que me ha costado bastante tiempo y esfuerzo encontrar, y esa seguridad es algo que percibo cada vez con más claridad. Estoy convencide de que, de un modo u otro, eso termina reflejándose de manera natural en mi trabajo y en las canciones que hago.

‘Jasmine Blossoms’ es una de las canciones que más mira hacia fuera, donde la violencia, la tristeza y el deseo de no perder la esperanza parecen colisionar. ¿Cómo encuentras ese equilibrio, siendo consciente de lo terrible sin escribir solo desde la desesperanza?

Teniendo una práctica espiritual constante, estando presente en mi comunidad y compartiendo con ella, dedicándome a hacer arte y a crear, permitiéndome también tomar descansos del horror que aparece continuamente en las redes. Además, trato de contribuir donando cuando puedo, de mantenerme siempre informade y de llevar una práctica sencilla pero útil como es escribir listas de gratitud.

"Soy adicte a crear significado, y prácticamente puedo encontrar a Dios (mi propia versión de Dios) en cualquier cosa dadas las circunstancias adecuadas."

Aunque el álbum toca temas muy complejos, transmite una sensación de calma, incluso en los momentos más dolorosos. ¿Fue una decisión consciente buscar esa serenidad en el tono, o surgió de forma natural?

Creo que surgió de manera natural. Normalmente no sé de qué va a tratar un disco hasta que estoy al menos un 80% segure de que realmente estoy haciendo un disco.

Muchas canciones no parecen querer cerrar del todo la historia. Se quedan abiertas, como si el álbum mismo fuera una manera de seguir haciéndose preguntas. Cuando escribes, ¿tiendes a encontrar respuestas, o te interesa más el proceso de explorar sin resolver?

Me gusta vivir en las preguntas, permanecer en ese espacio abierto donde no todo tiene una respuesta inmediata ni definitiva. Encuentro que los finales son, sin duda, la parte más difícil de la vida.

 

En el disco hay una sensación constante de movimiento interno, de transformación, incluso en los temas más estables. ¿Qué tipo de cambio personal crees que se refleja en este álbum? ¿Y qué te sigue sorprendiendo de él cuando lo escuchas ahora?

Escuchar los discos que hago siempre es una experiencia compleja, pero con ‘Blue Reminder’, al menos en este momento, siento que aparece una confianza que llevaba mucho tiempo intentando encontrar y que se filtra en estas canciones. También he trabajado mucho en cómo vivo mi vida personal, y naturalmente eso se refleja en la música. Estoy aprendiendo a gustarme como persona, en un buen día. Y escucho mucha menos culpa y reproche en estas canciones que antes.

Cuando miras atrás y piensas en cómo empezaste a escribir, tocar, grabar... ¿qué crees que ha cambiado más radicalmente en la manera en la que haces canciones?

Ahora edito más las letras, no me da miedo hacer una canción más rápida de lo que la escribí, no necesito doblar mis tomas vocales por inseguridad, y cada vez me atrae más la música o composición instrumental.

"Con el canto en particular, he tenido una relación de idas y venidas con mi voz y ahora empiezo a encontrar confianza en cantar de forma "auténtica"."

En cada entrevista pedimos al artista que deje una pregunta para la próxima banda con la que hablaremos. ¿Cuál sería la tuya?

¿Qué canción de vuestro catálogo os gustaría volver a grabar, cómo lo haríais y por qué?

Y aquí tienes una pregunta para ti de la banda Dog Eyes: ¿Cuál fue tu primer momento de éxito en la música, y cómo ha cambiado desde entonces tu idea de lo que significa “tener éxito”?

Mi primer momento de éxito fue probablemente cuando Hand Habits teloneó a Widowspeak en 2014. Estaba muy nerviose, y abrir para una banda de un sello de Brooklyn me parecía algo enorme en ese momento. A menudo me cuesta separar “éxito” de “fama” o de “dinero”, y a medida que envejezco intento recordar que el éxito puede ser una brújula interna que sigue mis deseos. Si puedo hacer una pieza musical que me guste cuando está terminada, eso es éxito. Si alguien puede tener una experiencia emocional con algo que he creado, eso también es éxito.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.