Crónica

Widowspeak

Moby Dick

10/11/2022



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Widowspeak debutaban en nuestro país después de superar los 10 años de una carrera sin fisuras, marcada por permanecer fieles a unas coordenadas sonoras que han ido evolucionando con cada trabajo sin dejar para nada de ser reconocibles. Este camino emprendido alrededor de un formato de canción americana donde el componente dream pop lleva siempre en volandas los temas vivió un nuevo episodio el pasado mes de marzo con la publicación de The Jacket, un LP donde ponían más énfasis que nunca a los solos de guitarra de Robert Earl Thomas. Así es como lograban aportar más electricidad a su propuesta, algo que a la postre se acabó notando durante algunas de las fases de su concierto en la Moby Dick. Contando también para la ocasión con un John Andrews que se encargó de redondear los arreglos de teclados que pueblan sus nuevas canciones, el quinteto fue capaz de crear su propia nube en la que mecer a los asistentes durante su más de una hora de actuación.

Ocupando al máximo el siempre acogedor escenario de la sala madrileña, nos hicieron ver desde un primer momento como la velada iba a estar marcada por un tira y afloja entre los momentos de máxima calidez representada en la voz de Molly Hamilton y todos aquellos destellos de intensidad de punteos con los que provocar que las dinámicas de las composiciones se volviesen completamente apasionantes. De esta forma en la inicial ‘The Jacket’ dejaron claro como en su puesta en escena siempre hay más contrastes de los que parece, jugueteando con ellos al máximo para lograr que la carga emocional volcada en las canciones adquiriese el mayor realismo posible. Destacando en todo momento un sonido nítido, donde podíamos percibir a la perfección cada acorde, el concierto poco a poco fue adquirieron un aire de lo más reconfortante.

No tardaron en llegar aquellos momentos donde a más de uno se le cortó la respiración al rescatar ‘Gun Shy’, una de sus primeras composiciones donde además potencian al máximo el carácter solemne de su música. Ritmos bien marcados y ese aroma más clásico relacionado con tratar de aliviar emociones un tanto turbulentas, todo ello volcado sobre unos punteos que cada vez resultaban más desafiantes para ofrecernos una de las estampas de la noche. Con un público totalmente respetuoso (algo realmente inusual para lo que nos solemos encontrar en los conciertos en la capital), la banda también respondió agradeciendo esa forma en la que aguardaban impacientes las notas iniciales de cada tema, al mismo tiempo de regalar alguna mirada cómplice tanto entre ellos como hacia los asistentes de las primeras filas. A través de estos pequeños gesto se intuía tanto la comodidad del grupo como del público, sintiendo como toda esa capacidad de volcar un gran intimismo en su versión de estudio también se trasladaba a la propuesta en vivo.

Centrando su setlist como era lógico en la presentación de su más reciente trabajo, fueron alternando entre todas aquellas composiciones cocidas a fuego lento y a ralentí como sucedió con la celebrada ‘The Wait’, una de esas piezas donde el melotrón cobra el máximo protagonismo para que todo suene lo más algodonoso posible. En esta línea también llegó una ‘True Blue’ donde agudizaron al máximo sus rostros de concentración, aquellos que nos dan a entender como esta composición tuvo lugar bajo una situación anímica más bien cabizbaja, pero que en ningún momento abandona la forma de tratar de procesar con cierta esperanza los malos tragos. Intentando que soplasen vientos más apacibles, no se olvidaron de recuperar ese ‘All Yours’ que dio título al disco que editaron en 2015 y que supuso otro punto de inflexión del directo. Dejando que aflorase su enorme sensibilidad para transformar una melodía de lo más liviana en un canto al amor de lo más sincero, fueron capaces de hacer que el protagonismo de cada instrumento, incluyendo la voz, se fuesen turnando para evidenciar lo compacto de su propuesta.

A medida que inevitablemente íbamos encarando la recta final del directo, Robert fue encontrando el espacio adecuado en las composiciones para desencadenar unos solos de guitarra a la vieja escuela, donde sin embargo no se acallaba para nada el perfecto componente atmosférico que habían ido entretejiendo durante toda la noche. Por ello destacó sobremanera la interpretación tan impetuosa de ‘The Drive’, apuntando en todo momento hacia las cotas más ruidosas del directo y así lucirse sobremanera. La dosis de virtuosismo individualista que no podía faltar y que también nos dejaba ante otro punto álgido. Otra variante más que interesante de un concierto, que ante todo, nos aportó aún muchas más horas de paz una vez regresamos a nuestras casas totalmente convencidos de que Widowspeak se han ganado de forma sigilosa un hueco especial en nuestros corazones.

 

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.