Crónica

Triángulo de Amor Bizarro

Apolo

06/10/2023



Por -

A solo un cuarto de hora para las 9 de la noche, la sala 1 del Apolo aún presentaba generosas claraboyas. Un público quizás rezagado apuraba el último botellín en los bares de alrededor, aunque la ausencia de cola en las afueras del recinto ya anticipaba que íbamos a estar muy cómodos dentro.

Los gallegos venían a presentar su sexto trabajo, 'Sed', un álbum conceptual sobre la cara negativa de la fama, su particular 'Crepúsculo de los dioses'; un trabajo que sigue ofreciendo su receta a base de The Jesus and Mary Chain y New Order, los padres putativos de la criatura.

Con el cuello torcido a base de otear la parte trasera de la sala para ver si se terminaba de llenar, nos instalamos cómodamente en la parte izquierda de la primera fila, que, huérfana, buscaba acólitos que posaran sus cervezas en la tarima. Pasados diez minutos de las nueve, los cuatro de Boiro salieron al escenario; en un primer momento hieráticos, casi posando, con la luz azul dibujando bonitos claroscuros en sus caras hasta que rompieron esa quietud con la estética ruidista de 'Dinosaurio', que a modo de prefacio iba prendiendo el fósforo de 'Robo tu tiempo', primera bala que nos rozaba la cara con esa querencia tan post-punk.

A partir de ese momento, un tema tras otro engarzado sin tregua alguna: 'Mal como efecto de mala voluntad', 'Amigos del género humano', tres minutos y a por otro más; en poco más de quince minutos ya estábamos todos metidos en el caldero de la bruja.

Aunque la conexión con el público fue total desde que sacaron el hocico, la voz de Isa y Rodrigo apenas se notaba inteligible (y ya se sabe la importancia que tienen sus letras) por lo que decidimos cambiar de posición y buscar un sitio donde se escuchara mejor.

A todo esto, bendije haberme acordado de traer un par de tapones para los oídos, conocedor de la adicción que tienen estos a los decibelios; y más esta noche que ya me habían chivado el setlist y se antojaba largo.

Una vez instalados en nuestro nuevo emplazamiento - ya saben, cerquita de los dos sitios más importantes del Apolo: los lavabos y la barra -, el sonido ganó en claridad -que no en intensidad, con un pifostio noise como a ellos les gusta-.

Los nuevos temas 'Cómprate un yate', 'Huele a colonia chispas', 'La espectadora' o 'Estrella solitaria' perfectamente se acoplaron a su cancionero. Y es que uno de los aciertos del cuarteto es bascular entre ese sonido más synth pop, de gusto amable y melodía pegajosa (véase 'Amor de botica') y otra batidora tan cafre perpetrando un hipnótico ritmo industrial ('Vigilantes del espejo'), 'El radar al servicio de los magos' o 'Baila sumeria' destapando otra de sus influencias: su bienamado shoegaze.

El último bloque fue protagonizado por algunos de sus temas más conocidos: 'Vigilantes del espejo', 'De la monarquía a la criptocracia', y 'Barca quemada', con bises, con aquí me voy y regreso y te toco cinco temas. Esto, en tiempos que en muchos conciertos te ofrecen doce temas en apenas una hora es todo un lujo. Que te toquen veintiocho y que no dejen ni un solo disco sin repasar. Estos gallegos.

Si me preguntáis con qué momento me quedaría de la noche, no tengo duda: cuando finalizaron tocando la versión de 'The John B Sails' que popularizarían The Beach Boys; se prendieron las luces, se acabó el concierto y todo el centro de la sala empezó a cantar el estribillo una y otra vez, ahí, montando trenecitos, haciendo chinchines con los vasos y todos con caras de absoluta felicidad.

Ruben

Oriundo de La Línea pero barcelonés de adopción, melómano de pro, se debate entre su amor por la electrónica y el pop, asiduo a cualquier sarao música y a dejarse las yemas de los dedos en cubetas de segunda mano. Odia la palabra hipster y la gente que no calla en los conciertos.