Still Corners siempre me resultaban esquivos. Siempre había tenido un pálpito que me indicaba que no me acercara mucho a ellos, que quizás no iba a comulgar del todo con su propuesta. Las veces que deslizaba el pulgar sobre el play, me encontraba ante un grupo a medio cocer: melodías bajo el membrete de dream pop, apuntaladas con solos virtuosos (luego volveremos a ellos) y una bonita voz etérea que nos señalaba caminos oníricos. Nada mal como tarjeta de presentación para promocionar un disco. Entonces, ¿qué faltaba?
Con un ligero retraso de diez minutos –tampoco vamos a ponernos quisquillosos– arrancó el show de Tessa Murray, Greg Hughes y Jim Wallis, su habitual baterista para los directos; todos ellos elegantes y dispuestos delante de una pantalla que, a lo largo de la noche, iría proyectando escenas de playas, surf, atardeceres y coches abriéndose paso por infinitas carreteras.
Hacía cinco años que no pisaban suelo catalán, concretamente desde su breve actuación en 2019 en la Antigua Fábrica Estrella Damm, como más adelante recordarían en un par de ocasiones. En este lapso de tiempo, poco o nada ha cambiado en su particular planeta, para regocijo de sus fans y para perjuicio de quienes aún no nos hemos hecho socios del club.
Empezaron fuerte con un efectivo trío de sencillos: 'Strange Pleasures', 'Secret World' y la magnífica 'Black Lagoon', que ya empezaba a mostrar el principal problema del trío en directo y que se haría presente a lo largo de sus noventa minutos de concierto: las bases pregrabadas.
En más de una ocasión vimos el mástil de la guitarra de Greg Hughes huérfano de dedos; su sonido no solo venía de la habilidad del guitarrista, sino también de una caja de ritmos que convenientemente aprovechaba para reforzar su sonido. Una pequeña ayuda, nada más. Lo mismo ocurría con las baquetas de Wallis. Ojo, no estoy criticando su concierto, pero considero necesario señalar que parte de lo que escuchamos estaba pregrabado.
Ya con la sala totalmente entregada, desgranaron lo más selecto de sus seis discos: 'Today Is the Day', incluido en su más reciente álbum 'Dream Talk'; 'Beginning to Blue', su primer reconocimiento por parte de la prensa; y 'The Message', con ese registro vocal de Tessa tan cercano a Lana del Rey, pero sin caer en la narcolepsia de la neoyorquina.
No sería justo no destacar la destreza a las seis cuerdas de Greg Hughes, un talento que, aunque con ciertas carencias en el directo, sin duda podría ganar una beca de Mark Knopfler con esos punteos, a veces tan Dire Straits, como en 'White Sands'. La referencia a Knopfler no es gratuita, ya que, junto a un cierto tono lynchiano –ay, de nuevo ese toque surreal que siempre planea–, ambos empapan su corpus sonoro.
Los últimos momentos antes del esperado bis se me antojaron algo laxos, demasiado atmosféricos con 'Sad Movies', 'Static' y 'Midnight Movies', donde se deja ver el papel de calco al esbozar una versión de Chromatics. ¿Qué quieres? Era 2013 y hacía un año los susodichos lo habían petado con 'Kill for Love'. Todos querían sonar como ellos.
Y sí, para terminar la noche acudieron a dos de sus mejores canciones –que esto lo sé hasta yo–: 'The Trip', donde la fragilidad de la voz de Tessa es envuelta por las hipnóticas costuras de Hughes, y 'The Ship', una certera balada crepuscular que nos invita a viajar –siempre sobre el plano– y que también muestra un camino a seguir: cambiar los discos de Beach House por los de Mazzy Star. Persisten las dudas.
