Pocas bandas de post punk en activo son capaces de sugerir tanto de una forma tan sobria, explotando todas sus virtudes y limitaciones para dibujar un directo de semblante amenazante. Protomartyr fueron capaces de lograr todo esto a su paso por Madrid, dejándonos ante una exhibición total de como las canciones hay que vivirlas de lleno para que la interpretación sea capaz de desprender un tono dramático para nada impostado.
Forjando una carrera a estas alturas más que sólida, queda claro como sus composiciones no son para nada panfletarias pero sirven para reivindicar muchos de esos ángulos muertos que se esconden en la sociedad y que cada vez se están agudizando más.
Comenzando el directo de forma puntual, Joe Casey se aferró al micrófono desde la inicial ‘Day Without End’ para no soltarlo en ningún momento. Mientras su otra mano la mantenía ocupada con un botellín de cerveza, el músico de Detroit escupía las canciones transitando entre un carácter apesadumbrado y esa energía que surge como respuesta a todas las estampas dantescas que pueblan sus composiciones.
Evidenciando como ante todo la linealidad melódica para ellos no existe, rápidamente atacaron una ‘Cowards Stave’ con la que prender esa mecha de composiciones que se desarrollan de forma pegajosa pero que ante todo sueltan material explosivo de forma aleatoria durante toda su duración.

Más momentos donde los cambios de ritmo llegaban para realmente acentuar el sobrecogimiento que lograron recrear durante buena parte del directo, no faltaron himnos recientes como ‘Michigan Hammers’ o una ‘June 21’ que alcanzó sus cotas más inquietantes justo en el momento en el que Kelley Deal ofrecía sus coros desde la oscuridad de la sala.
Sin necesidad de modificar su semblante para que los temas tuviesen mayor impacto, la interpretación de Joe precisamente asombraba por las turbulencias capaces de crear en el público a pesar de lo estático de su pose.
Comprobando de forma progresiva como el directo cada vez iba adquiriendo matices sonoros más extremos, por supuesto no faltó una ‘The Devil in His Youth’ con la que entregar nuestras cuerdas vocales, todo ello exhibiendo como también son capaces de poner una marcha más en el momento necesario. Esto también ocurrió con el final de ‘Pontiac 87’ que resultó ser uno de esos momentos de perfecta comunión entre público y banda gracias a un final devastador.
Cuando pensábamos que quizás ya no podíamos exprimir el concierto más de lo que lo habíamos hecho, llegó otro de esos momentos de preciosismo introspectivo gracias a la emocionante ‘Worm in Heaven’, no dudando los miembros del grupo en regresar para claudicar definitivamente unas ‘The Chuckler’ y ‘Half Sister’ que supusieron el remate final a un dibujo de sentimientos marchitos transformados en gasolina para no ceder frente a todas las opresiones vitales.

