Viernes de verano en plena ola de calor en una ciudad que, curiosamente, ofrece un remanso de paz en el mes de agosto, vaciando sus calles y al mismo tiempo ofreciendo alguna que otra propuesta cultural imperdible, tal como era la presentación de 'Suspiro…', el flamante nuevo LP de Maria Reis. Abriendo para Luísa Sobral en un doble combo portugués, que ojalá se repitiese más por estos lares, nos encontramos ante los conciertos de dos artistas que nunca renuncian a mostrar el carácter más personal en sus trabajos. Estando ante una velada de contrastes bien complementados, el escenario de Veranos de la Villa en el Centro Cultural Condeduque resultó perfecto para disfrutar de dos propuestas distintivas que, sin lugar a dudas, dejaron a un público (que debió de ser mucho más numeroso) de lo más contento.
Abriendo la velada nos encontramos a Maria Reis tan solo con su guitarra, dispuesta a ofrecernos un buen repaso de todas sus etapas. A estas alturas, la artista, que un buen día formase Pega Monstro junto a su hermana Júlia Reis, es capaz de ofrecernos una enorme versatilidad entre su ya nutrida discografía, apostando desde los ecos cercanos a un arraigado espíritu punk, presentado en esta ocasión de forma acústica, hasta esa otra cara más pausada y de querencia tradicional, pero siempre guiada por esa forma interpretativa tan cruda como cargada de sensibilidad. Precisamente arrancó el concierto a través de esta segunda vertiente, remontándose hasta su primer EP y entregándonos una 'Preguicite' con la que establecer el tono candente de la velada. No parece casualidad que escogiese este tema como inicio, ya que definió a la perfección esa pereza amplificada por el calor que envuelve estos días y a la que alude en el título de la canción. Rasgueando con fuerza las cuerdas de su guitarra y ofreciendo un auténtico recital de modulaciones vocales, Maria logró meternos desde el primer momento en su particular espacio donde no hay trampa ni cartón a la hora de desgranar sus letras poéticas.
No se hicieron esperar algunas de sus más recientes composiciones, ya que 'Amor Serpente' rápidamente hizo acto de presencia con esos característicos silbidos silenciosos que representan muy bien el sonido del reptil. Así es como inició su forma tan precisa de abrir el espacio a las historias que tienen tanto de íntimo como de abrirse paso a través de la cara mística que puede tener toda la realidad, encontrando una sensación de falsa serenidad que era capaz de romper a su antojo mediante su voz. Adentrándose en terrenos donde predominan los ritmos más efusivos, no dudó en recuperar 'Fórceps' de su maravilloso mini LP 'Benefício da Dúvida', abriendo de nuevo la puerta hacia esa habilidad innata de presentarnos las contradicciones humanas de la forma más sencilla y natural posible. Por el camino, también se desvela esa crítica que posee buena parte de su discografía a todo lo que implica un sistema que impide la inacción del individuo con tal de que la máquina productiva, en cualquiera de sus sentidos, nunca pare. Por ello, todas las canciones de Maria siempre nos dejan lecturas de lo más interesantes donde lo importante es centrarse en manifestar cómo nos sentimos.
Sin perder tampoco su gran capacidad narrativa para ofrecernos historias familiares de lo más tiernas, 'Maria do Ó' puso de manifiesto lo cómoda que se siente también en ese formato de canción que alude a melodías pop más ligeras, no descuidando tampoco el apartado sorpresivo en forma de un final de canción de voz desgarradora con la que demostrar toda su capacidad de sugerir emociones fuertes. Tampoco se quedó atrás en hacer gala de ese grito grave en 'Tipo do Ferro', todo ello describiendo ante nosotros imágenes que emergen como flashes que ilustran la forma caótica y confusa en la que actúan las personas. Sintiendo cómo poco a poco el concierto iba llegando a su fin, Maria agradeció enormemente el poder estar ahí esa noche para encarar la recta final con una 'Obsessão' que bien sirve para procesar episodios vitales un tanto conflictivos. A modo de gran sorpresa en el cierre, Carlos Miguel, que posteriormente tocaría también el contrabajo con Luísa Sobral, emergió al escenario para interpretar junto a Maria la hermosa 'Picada de Vespa', adaptada de una forma sorprendente para la ocasión. De este modo nos entregó otro de esos pequeños episodios donde un acto casi común y mundano, como la picadura de una avispa, acaba desvelando muchas otras cosas que atienden a una profundidad insospechada. Ojalá tenerla pronto de vuelta en un concierto con una duración que al menos sea el doble.
Sin apenas pausa, Luísa Sobral subió al escenario bien secundada por Carlos Miguel al contrabajo, Manuel Rocha a la guitarra y el polifacético batería, miembro también de Cassete Pirata, Antonio Quintino. Desde los primeros compases, la artista hizo gala de su serenidad y pasión por compartir las historias que encierran sus canciones con el público, aunque este no fuese el caso de la inicial 'O melhor presente'. Dejando constancia de cómo su concierto iba a estar marcado por tonadas con las que poder amplificar esos pequeños gestos con los que mostrarnos nuestro amor por las personas queridas, Luísa desplegó el encanto inmediato de unas canciones que gozan de una ligereza inmediata, sencillez envidiable en su desarrollo melódico y capacidad para sugerir mucho con muy poco. Lo demostró de nuevo a continuación con una 'Não Sei Ser' donde los pequeños sinsabores que siempre garantiza la vida acaban siendo minimizados por sucesos mucho más definitorios como puede ser el entregarte a otra persona. En un contexto de una gran placidez en cuanto a su capacidad de ofrecer matices delicados en su voz, guitarra y percusiones, 'Maria Do Mar' y 'Maria Feliz' también destacaron enormemente en una vertiente más aferrada a un bonito trabajo de documentación de personajes de gran espíritu luchador.
Sin ocultar un lado más crítico y dotado de una oscuridad que se manifiesta más bien en una interpretación apesadumbrada, 'Há guerra' nos dejó ante la impotencia de conflictos geopolíticos. Sin embargo, quedaba claro que la tónica de la velada estaba muy alejada de ese tono, atacando rápidamente la belleza de 'Só um Beijo' acompañándose de la voz de Manuel Rocha. En los terrenos de la ternura y la emoción por compartir lo mejor que albergamos, nos regaló una interpretación acústica de 'Quero Falar de Amor' que supuso uno de los momentos más edificantes de la velada. Con el pecho bien lleno de ese estado de satisfacción que produce el diseccionar de una forma plena temáticas de carácter universal, donde se permite de buen agrado la edulcoración de las letras, nos adentramos en el tramo final del concierto con la perfecta en todos los sentidos 'Gosto de Ti', que vino bien secundada por 'Serei Sempre Uma Mulher' y 'Why Should I?'. Sabiendo de antemano que este no iba a ser el final, el cierre del directo giró hacia una dirección que no resultó ser del todo coherente con lo que habíamos vivido a lo largo de la velada, ya que 'Todo lo que no está', 'O Quadro que Pintei' y sobre todo 'As Mães de Hoje em Dia' rompían con esa forma de narrar el sustento sentimental primario a través de la sosegada audacia con la que había transcurrido la velada.
Deja una respuesta