Hay que tenerlos bien puestos para atreverse a adaptar el poemario inédito de Luis Buñuel aún contando con aproximaciones tan bravas y exitosas como su incursión a la obra de Lorca y Leonard Cohen.
El Perro Andaluz (Montgri,2022) no defraudará a quienes se emocionaron con ‘Omega’ a pesar de no contar con el factor sorpresa y que sintamos enormemente la ausencia del titán Enrique Morente; precisamente, so pretexto de airear estas nuevas composiciones, el grupo granadino se subía de nuevo a la tarima de la sala Apolo para protagonizar un doble cartel de ‘Rock y Palmas’ junto a Za! y el cantaor Perrate.
Un aforo flácido con abundantes clarianas pero con mucho parroquiano que volvía a asir palmas a la entrada de Antonio Arias y los suyos.
Esta falta de público nos propició ocupar las primeras filas con cierto resquemor en el primer tramo del concierto, con un sonido endeble y con poco cuerpo, aunque afortunadamente poco a poco fue apareciendo el músculo de la banda.
Arias, con ese sombrero enlutado y esa corbata carnavalesca, a medio camino entre un patriarca y un bohemio, nos recordaba que estábamos en territorio flamenco, un espacio flexible y abierto, donde converge la psicofonía de las cuevas del Sacromonte con la distorsión y el rock más acérrimo y transgresor.
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Y es, precisamente, en esa confluencia de estilos donde el grupo se encuentra más cómodo y convincente, como la arrebatadora lectura de ‘Respiro en NY’, con un mayestático Eric Jiménez que aporreaba parches y empotraba baquetas mientras nos sacábamos las manos de las chaquetas para aplaudir. Al poco, una duda razonable me transitaba: ¿puede ser que su talento esté desaprovechado en su otra banda?
Apenas un conato de su nuevo álbum, ‘Me gustaría para mí’, único testimonio del nuevo plástico que quedó arrinconado ante rescates de un pasado glorioso: ‘Niña ahogada en un pozo’, de Omega, ‘El teatro bajo la arena’ o ‘En un sueño viniste’. Entre canción y canción, Arias, siempre reivindicativo, nos recuerda a los maquis urbanos de Granada; hay en él ese sentimiento de cercanía y reencuentro, de contador de historias y de tahúr que nos subyuga cuando su púa muerde el mástil.
El último tramo del concierto se centró en sus composiciones más ortodoxas, como la inevitable ‘La leyenda de los hermanos Quero’, con esos samples llenos de polvo y arrojo, la versión de Gente de Pueblo ‘Soy de otra Andalucía’ (o cómo cocinar una sevillana a ritmo de rock) y la vuelta al universo Morente con ‘Ciudad sin sueño’ y Celeste, otra de sus colaboraciones con el cantaor.
Sigue el culto pero esta vez con las velas a medio prender.
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