Kokoshca siguen amasando himnos con cada disco que publican, no renunciando nunca a su espíritu crítico con todo lo que nos rodea. Esto es lo que ha ocurrido en ‘La Juventud’, una obra donde miran hacia dentro y hacia fuera casi de formas iguales. Presentando por primera vez este trabajo en Madrid, con una elegancia que no pierde su carácter visceral, la banda navarra logró fundir energía, emoción y comunidad en un concierto que fue un derroche en todos los sentidos. Cada acorde y cada palabra parecía estar calculado para crear una atmósfera única, un espacio donde la música se convertía en el lenguaje universal capaz de conectar corazones y desarmar las prisas del día a día.
Todo comenzó con 'Tienes que saber esto', esa introducción que, como un conjuro, nos sumergió en un universo donde la juventud es un estado mental y no un capricho del calendario. Las palabras de Pepe Mujica resonaron en la sala como un eco de resistencia, un llamado a renegar de las cadenas que atan nuestra existencia cotidiana. Y así, con la mesa puesta, el cuarteto navarro se lanzó sin concesiones a 'La juventud', una declaración de principios hecha música, donde cada verso y cada nota parecía invocar el espíritu de una comunidad que se niega a diluirse en el anonimato de lo urbano.
La energía no decaía; al contrario, se acumulaba como una ola a punto de romper. Con 'Lo que hay en mi' y 'Huella de ti', el grupo hizo gala de esa capacidad para mezclar lo visceral con lo melódico, dibujando paisajes sonoros que transitaban entre el punk y una sensibilidad pop afilada como una navaja. Amaia, con su voz penetrante, cargó cada palabra de una sinceridad arrolladora, mientras Iñaki, Álex e Iñigo construían una muralla de sonido que era imposible de ignorar.
Cuando llegó el turno de 'Asia (Canción para Iñaki Ochoa de Olza)', el ambiente se llenó de un aire solemne. Era un momento de pausa, de reflexión compartida, donde las notas parecían flotar en el aire como un homenaje a la perseverancia y al espíritu libre. Pero la calma era solo el preludio de un estallido. Con 'Mi consentido' y 'El verano', el concierto retomó su pulso frenético, como si la banda quisiera recordarnos que, en el fondo, la música es un acto de celebración.
'Mi Barrio' fue uno de los puntos álgidos de la noche. Esa canción, un retrato crudo y honesto de las raíces que nos definen, resonó especialmente en una ciudad como Madrid, donde los barrios son microcosmos de historias y emociones. La conexión entre el grupo y el público era palpable; podías sentir cómo cada persona en la sala se apropiaba de esos versos, convirtiéndolos en una especie de manifiesto personal.
El tramo final del concierto fue un torbellino. Con 'Futuro' y 'Nos pasa siempre', Kokoshca nos empujó hacia un clímax donde la nostalgia y la esperanza se entrelazaban de manera indisoluble. Era imposible no bailar, no dejarse llevar por esa energía que lo inundaba todo. 'Chubi' y 'Parkour' fueron explosiones de adrenalina pura, donde el grupo demostró que su fuerza reside no solo en su capacidad para crear melodías pegadizas, sino en su habilidad para transmitir una pasión que traspasa cualquier barrera.
Y luego, el momento de 'Te sigo esperando', esa canción que, como un susurro al corazón, nos recordó que la música también puede ser un acto de sanación. Era como si cada nota llevase consigo un pedazo de la historia compartida entre el grupo y su público, una historia tejida con hilos de complicidad y afecto.
'La fuerza' y 'El Mal' mantuvieron la intensidad, preparando el terreno para un cierre que prometía ser inolvidable. Y vaya si lo fue. 'Regresando a la ciudad', con su aire de himno urbano, puso a prueba las gargantas del público, mientras 'No queda nada' nos llevó al borde de la melancolía, recordándonos que cada final es también un nuevo comienzo.
Pero Kokoshca no se conforma con despedidas tímidas. El verdadero broche de oro llegó con 'Himno de España' y 'Sácame a bailar'. En el primero, la banda demostró su talento para subvertir lo cotidiano, transformando un gesto familiar en una declaración de identidad y resistencia. En el segundo, no dudaron en hacer un popurrí de temas pop de varias décadas, todo ello bien empastado. Era un recordatorio de que, en los conciertos de Kokoshca, las líneas entre artista y espectador se difuminan hasta desaparecer.
