Después de meses de sequía de conciertos, cancelaciones abruptas, y ver como los programadores lo perdían en internet cada vez que tenían que aplazar un bolo, Barcelona ha sufrido el efecto yo-yo. De nada a todo.
El pasado sábado 5 de mayo iba a gas. En la ciudad condal, estaban programados, entre otros, la recolocación de Sen Senra, con un disco que ya había presentado hace un año, pero ahora con más dinero, más luces y un porrón de asistentes de pie; el retorno de Cupido al Cara B, después de anunciar una separación que al final… pues no; el paso de Aiko el grupo, junto a Pimpilinpussies, en el Let’s Festival, que me comunican, por 3 grupos distintos de whatsapp, que fue una auténtica locura; y finalmente, para los más veteranos, los de cortarse el pelo con una navaja, los que se sienten agustito entre la nostalgia y los pogos desenfrenados, Kokoshca presentaba su disco homónimo en la sala Pumarejo (L’Hospitalet) dentro de la nueva edición del Let's Festival.
Hay un cierto romanticismo en los conciertos en salas de la periferia, como un secreto bien guardado, el saber que solo unos pocos afortunados vamos a poder escuchar en directo la mejor canción del indie nacional de 2021. Pero no engañamos a nadie, el Pumarejo no tiene la mejor acústica del mundo. Una de cal y otra de arena. Así que mientras tomábamos una cerveza en vaso de cristal -nadie entendió porque darían vasos de cristal en un concierto que acabará con alguien saltando por los aires- nos tocó buscar el punto exacto donde escuchar a toda la banda, sin que fuera una bola de ruido, ni te reventara el tímpano derecho. El público os los podéis imaginar, tener treinta era ser joven, lo de las calvas que brillan bajo el sol era algo ciertamente literal, y estar en tus veintes te hacía sentir como si hubieras falsificado el DNI para entrar en este mundo.
El escenario, a pie de pista. Y en él, Kokoshca acompañados de Betacam a los teclados. Entran las atrayentes guitarras de Calle Lloviendo, como quien quiere llamar la atención de su público, pero sin molestar, y empieza el concierto. Le sigue Lo Tiro, y las pulsaciones se aceleran, se rompe el bombo de la batería -que aguantará así todo el concierto- y la dulce voz de Amaia empieza a entonar Voy A Salir De Esta. La respuesta era justo la que tenía que ser, todo el público, como buenos hooligans se unen al unísono para recordar que evidentemente de todo se sale.
A modo de recompensa, a modo de coged_aire_que_vais_a_palmarla_que_no_tenéis_edad_ya_para_estos_trotes, Asía. La delicadeza con la que te abraza solo se puede entender cuando sus voces se van entrelazando en directo para culminar en la bondad de no aceptar la vida sin ti. Después Txomin y Confusión nos fueron acercando cada vez más al Corazón Caliente del grupo pamplonés. Su último disco ya estaba abierto de par en par, así que fue el momento perfecto para el balance El Rayo y Aire. Y llegó. El momento que todos habíamos estado esperando, el sentimiento colectivo, la lápida de saber que siempre habrá alguien que logrará pasar por delante de todxs lxs demás. Regresando a la ciudad. Una canción que se corea como un sentimiento colectivo, pero se vive en los recuerdos que más miedo nos da compartir.
Y como no nos iban a dejar sumidos en un pozo de nostalgia_no_muy_feliz, se encadenó con su antónimo Te sigo Esperando. Porque ¿quién dice que todo se ha acabado en esos paseos? /pequeña pausa para preguntar dónde estaban los Mujeres para no salir a cantarla/ La traca final estaba ya en la pista, en el pogo. Un espacio donde tanto te chocabas con el joven filósofo de moda del panorama nacional mientras sonaba No Queda Nada, o con tu colega de toda la vida en La Fuerza. Y entre codazo y empujón, te das cuenta que los tipos de encima del escenario, que entonan una canción de hace 10 años -vestidos como hace diez años, excepto Amaia, que dejaba claro que estábamos en 2022 con el mejor look-, lo hacen tan bien porque son un grupo de amigos entusiasmado de seguir tocando después de tanto tiempo. Al fin y al cabo ¿por qué vas a montar una banda si no es para beberte tu juventud por todo el país con tus colegas?
Me pregunto si el día que compusieron No Volveré sabían que estaban haciendo una de las canciones más perfectas para un directo. La euforia, la locura, la adrenalina de enviarlo todo a la mierda se siente increíble. Podrían haberlo dejado aquí, pero intentaron cerrar con Himno De España. Y digo intentar porque cuando bajaron del escenario, el público, en un català propi de comarques, empezó con el una altra cançoneta. ¿Y qué hacer cuando Barcelona te pide más? Vuelven a subir, rearman todo, un hooligan del grupo sube al escenario hace suyo el micrófono, se lanza al público, y el concierto culminó en momento de embriaguez comunitaria. Y amics, después de un directo así, no te queda otra que unirse a la fiebre Kokoshca.
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