La noche del miércoles 29 de noviembre será recordada por mucho tiempo entre los asistentes al concierto de Alice Phoebe Lou y Loving en la coqueta sala Lula Club en Madrid. Desde el primer acorde hasta el cierre final, el evento estuvo marcado por vínculos especiales y momentos de complicidad única entre artistas y público.
Pasadas las nueve, las luces del escenario se atenuaron para dar paso a Loving, la banda telonera procedente de Canadá. Con su estilo lento e hipnótico, que bebe de la canción americana más adormecida y cálida, el grupo cautivó al público desde el primer instante. Sus melodías envolventes y letras a medio camino entre lo introspectivo y lo espiritual crearon el estado anímico perfecto para la actuación principal. Temas como ‘Visions’ o ‘January’ despertaron aplausos y miradas cómplices entre los asistentes.
Pero el punto culminante de la noche estaba aún por llegar. Pasadas las nueve y media de la noche, Alice Phoebe Lou hizo su entrada triunfal en el escenario. Afónica y con signos de resfriado, la joven sudafricana había estado a punto de suspender el concierto. "He encontrado la fuerza para no cancelar el espectáculo", explicó con una sonrisa radiante. Y el público se lo agradeció con una ovación atronadora.

Acompañada por su banda habitual, integrada por el productor David Parry a la guitarra, el batería Benjamin y el teclista Ziv Yamin, Alice desplegó todo su talento sobre las tablas. Su magnetismo y su prodigiosa voz, que recuerda a iconos como Joni Mitchell o Nina Simone, elevó la noche a categoría de evento excepcional.
El repertorio repasó sus grandes éxitos, desde ‘Witches’ a ‘Only when I’, pasando por algunos de los temas más celebrados de su último trabajo discográfico, Shelter. La conexión entre Alice y los músicos fue patente desde el inicio: versiones imprevistas de clásicos del blues o la bossa nova surgían espontáneamente entre canción y canción.
Uno de los momentos más emotivos de la velada llegó de la mano del tema ‘Halo’. Con la banda retirada del escenario, Alice cautivó al respetable con su delicada voz y su guitarra acústica. El silencio reverencial de la sala fue elocuente: era el instante de comunión absoluta entre artista y público.

Alcanzando casi la hora y media de concierto, cuando parecía que el concierto llegaba a su fin, la banda se mantuvo en el escenario para interpretar una explosiva versión de ‘Dirty Mouth’. El funk psicodélico invadió la pista y desencadenó el delirio bailongo del público. La fiesta no podía tener mejor colofón, habiendo visto pasar ante nuestros ojos y oídos a lo largo de la velada un auténtico recital de clásicos contemporáneos, capaces de resonar con la fuerza del aroma pop de guitarras atemporal.
Tras los rituales saludos finales, los fans abandonaron extasiados la sala con la sensación de haber sido partícipes de un evento irrepetible. Una conexión mágica, casi telepática, se había establecido entre Alice Phoebe Lou y sus seguidores. Su música y su presencia escénica habían ejercido de bálsamo para afrontar las heridas del alma. Y la unión total con el público había insuflado energía a la artista para superar las limitaciones de su pronunciado resfriado.
Esa noche quedará grabada para siempre en la memoria de los afortunados que abarrotaron el Lula Club. Porque supo conjugar, como pocas, la belleza etérea del arte y la fuerza telúrica de lo efímero. Fue, en definitiva, una celebración del espíritu humano hecho canción.

