The Cords llevan un camino breve pero intenso. Eva y Grace Tedeschi empezaron tocando en salas pequeñas y enseguida se convirtieron en una referencia dentro de la nueva ola de grupos que han devuelto la frescura al pop guitarrero. Lo suyo surgió sin grandes planes, solo con ganas de tocar juntas y de mantener viva una forma de entender la música como algo directo. Antes de grabar este trabajo ya habían agotado en pocas horas las copias de sus primeras cintas, lo que demuestra la conexión inmediata que logran con quien las escucha. Su disco homónimo nace de esa etapa de impulso constante, de la necesidad de dejar constancia de un momento en el que todo cambia rápido. Lo produjeron Jonny Scott y Simon Liddell, que captaron bien la idea de grabar sin adornos innecesarios para conservar la naturalidad que caracteriza su sonido.
‘Fabulist’ abre el conjunto con una energía que se contagia. La voz y la batería avanzan juntas, casi compitiendo por llevar el ritmo, y las letras retratan a quien manipula la realidad para su beneficio. La manera en que Eva canta transmite una mezcla de ironía y firmeza, como si el sarcasmo fuera una forma de defensa. En ‘Just Don’t Know (How to Be You)’ esa misma actitud se vuelve más íntima, con frases cortas que reflejan la tensión entre querer ser diferente y sentir la presión de parecerse a los demás. ‘October’ mantiene la velocidad y añade una sensación de cambio inevitable, como si cada golpe de batería marcara el paso del tiempo. La sucesión de estos tres temas crea una especie de vértigo que encaja con la etapa vital en la que están las autoras: juventud acelerada, ideas claras y poca paciencia para adornos.
‘Vera’ se siente más ligera, casi un respiro. La melodía parece pensada para corearse, con ese tipo de estribillos que se graban sin esfuerzo. La guitarra deja espacio para que la voz destaque y la percusión mantiene un pulso firme, sencillo y constante. ‘Doubt It’s Gonna Change’ gira en torno a una idea parecida: aceptar el movimiento de las cosas sin dramatismos. El sonido es más áspero y las frases cortas hacen que todo suene urgente, como si cada compás se escribiera en el mismo momento en que se toca. En ‘You’ las guitarras se ensucian y la distorsión cubre la melodía con un aire casi eléctrico. La sensación es de choque, como si el tema quisiera romper con lo anterior para dejar claro que el grupo puede explorar un terreno más ruidoso sin perder claridad. En esta parte del disco se nota que no buscan perfección sino intensidad controlada, algo que mantiene despierto al oyente.
‘Bo’s New Haircut’ marca la mitad del recorrido y cambia el tono hacia algo más cercano y divertido. La letra parte de una anécdota simple y la transforma en una celebración. Su ritmo breve y directo mantiene la atención y da paso a ‘I’m Not Sad’, que sigue la línea rápida pero introduce un humor ligero que evita el dramatismo. Ambas canciones funcionan como un recordatorio de que la despreocupación también puede tener valor artístico. ‘Yes It’s True’ amplía el sonido y abre un espacio más denso, con una guitarra que se alarga y un ritmo que sostiene un aire de confianza. La voz adopta un tono más reposado y eso permite que las palabras adquieran peso. Después llega ‘Weird Feeling’, una pieza que invita a una escucha más calmada. La percusión marca un compás irregular que refuerza la sensación de extrañeza del título, y la guitarra deja de rasgar para dibujar líneas suaves que acompañan un tono casi confidencial. Ese cambio demuestra que las dos saben ajustar su energía sin perder coherencia.
El tramo final se construye a partir de la rapidez. ‘Done With You’ actúa como una sacudida corta y directa, en la que cada golpe suena como una afirmación de independencia. ‘Rather Not Stay’ amplía esa idea de manera más reflexiva, con un estribillo que convierte la decisión de alejarse en una forma de reafirmarse. ‘When You Said Goodbye’ cierra el conjunto con una calma contenida que sorprende. La voz suena clara y el ritmo se ralentiza, como si cada silencio tuviera un sentido. En este punto el grupo deja de lado la urgencia y se detiene a observar lo que queda cuando se apaga el ruido. No hay dramatismo, solo una sensación de aceptación.
El resultado global se define por su concisión. Trece canciones en apenas media hora bastan para construir un retrato muy preciso de lo que representan The Cords. Su estilo recoge ecos de varias décadas, pero su forma de interpretarlo resulta muy actual. No se trata de nostalgia, sino de usar referencias pasadas como herramientas para expresarse con naturalidad. Las letras hablan de identidad, de cansancio social, de amistades que se desgastan y de la búsqueda de espacios propios dentro de un entorno saturado de comparaciones. Lo hacen sin adornos ni pretensiones, con un lenguaje claro que mezcla ternura, sarcasmo y lucidez. Su sonido demuestra que la inmediatez puede ser una virtud cuando va acompañada de una intención clara.
Escuchar este álbum es como entrar en una conversación entre dos personas que se entienden con un gesto. Las guitarras y la batería funcionan como una extensión de esa comunicación, sin jerarquías ni concesiones. Lo que transmiten no es nostalgia ni idealización del pasado, sino una forma de resistencia cotidiana: tocar, escribir y seguir adelante sin dejar que la sobreexposición vacíe el sentido de lo que hacen. La obra captura una manera de estar en el mundo, una mezcla de ligereza y claridad que convierte cada canción en un comentario sobre la vida diaria, sobre cómo mantenerse firme sin perder el sentido del humor. En ese equilibrio entre frescura y convicción reside el valor de un trabajo que se escucha de principio a fin sin dispersión y que deja la impresión de estar ante un grupo con las ideas muy claras y las emociones bien encauzadas.
Conclusión
The Cords condensan en su primer trabajo una visión directa del presente, donde la espontaneidad y la observación cotidiana se mezclan con letras que muestran una confianza firme en la sencillez expresiva.