Taylor Swift presenta su duodécimo trabajo en un momento de máxima exposición mediática, con un proyecto que intenta unir su vida sentimental con una estética de brillo escénico. En ‘The Life of a Showgirl’, la cantante da continuidad a una carrera marcada por la alternancia entre el relato íntimo y la construcción de grandes iconos, aunque en esta ocasión el resultado queda atrapado en una contradicción entre la búsqueda de espectacularidad y la falta de sustancia en el contenido. El álbum surge de sesiones junto a Max Martin y Shellback, habituales en su repertorio más directo, pero el resultado se aleja de la contundencia esperada, inclinándose hacia un pop liviano que convive con guiños funk, trazos de soft rock y referencias a la música urbana, todo sin una cohesión clara.
El arranque con ‘The Fate of Ophelia’ intenta situar a la artista en un plano simbólico, pero su forma de abordar la tragedia shakesperiana se resuelve en frases que parecen superficiales, sin aportar fuerza dramática. La base instrumental, dominada por piano y un ritmo contenido, sostiene un relato que acaba diluyéndose en lugares comunes. Esa falta de profundidad en la escritura se repite en ‘Opalite’, donde imágenes de rayos y lealtades se formulan de manera esquemática, con un estribillo que no alcanza intensidad real. Swift parece buscar grandeza mediante referencias culturales y metáforas, aunque el efecto final transmite rigidez en lugar de fluidez narrativa.
En ‘Elizabeth Taylor’, la compositora articula un discurso sobre el exceso y la insatisfacción a través de símbolos de lujo, mencionando hoteles, joyas y nombres propios vinculados a un estrellato glamuroso. Sin embargo, la paradoja de presentarse como alguien agobiada por la abundancia resta verosimilitud a la canción, que se sostiene más por la cadencia melódica que por el contenido. Ese contraste entre una queja en torno a la fama y la propia posición de privilegio de la autora genera un tono desafinado con la realidad que pretende retratar.
Una de las piezas más llamativas es ‘Father Figure’, construida a partir de una interpolación de George Michael que, lejos de revitalizar la idea original, se queda en un esbozo con frases que buscan el impacto fácil: “I can make deals with the devil because my dick’s bigger”. La crudeza deliberada de la línea no logra dotar de fuerza a una canción que suena más a guiño provocador que a ejercicio de carácter. En ‘Wood’, la tendencia a la exageración se convierte en caricatura, con comparaciones de carácter sexual que rozan la parodia involuntaria: “Redwood tree, it ain't hard to see / His love was the key that opened my thighs”. La acumulación de imágenes de este tipo acaba resultando forzada y resta credibilidad a la intención erótica de la pieza.
‘Actually Romantic’ intensifica esa deriva, dirigida como ataque a una colega de la industria a través de frases que parecen más un ajuste de cuentas que un ejercicio artístico. La base guitarrera intenta aportar energía, aunque se ve anulada por un texto que opta por el enfrentamiento gratuito y el chascarrillo en lugar de un planteamiento elaborado. ‘Cancelled!’, por su parte, se apoya en un tono festivo y referencias a la cultura digital que ya resultan obsoletas, reforzando la impresión de una escritura pensada más para provocar reacción inmediata que para construir canciones con permanencia.
Frente a esos cortes, existen momentos en los que Swift insinúa una dirección más sólida. ‘Ruin the Friendship’ ofrece un relato narrativo más coherente, centrado en la memoria de un vínculo pasado con un tinte nostálgico que conecta con etapas anteriores de su obra. Allí se aprecia una escritura menos impostada y un interés mayor en construir imágenes con sentido. En el tramo final, el tema homónimo ‘The Life of a Showgirl’, acompañado por Sabrina Carpenter, se concibe como cierre grandilocuente pero queda lastrado por una producción que enfatiza la ornamentación frente a la sustancia.
A nivel sonoro, el conjunto oscila entre intentos de frescura rítmica y composiciones que recuerdan a ejercicios de ensayo más que a piezas terminadas. Las percusiones marcadas de ‘Honey’ o los pasajes orquestales de ‘Opalite’ buscan dotar de dinamismo a un repertorio que, sin embargo, carece de cohesión. La sensación final es la de un collage en el que cada canción explora un camino distinto, pero sin que el recorrido aporte una identidad definida.
En este trabajo, Taylor Swift se inclina por un discurso que mezcla referencias sexuales explícitas, autorretratos de opulencia y disputas personales, todo envuelto en una producción pulida que sin embargo no oculta la falta de consistencia en la escritura. La artista convierte su figura pública en el eje absoluto de las letras, pero lo hace desde un ángulo que tiende al exceso y la caricatura, perdiendo la claridad y la precisión que marcaron sus mejores etapas. El resultado es un conjunto irregular, donde los destellos aislados quedan enterrados bajo una acumulación de ideas que buscan impacto inmediato sin ofrecer un relato sólido.
Conclusión
‘The Life of a Showgirl’ refleja a Taylor Swift recurriendo a provocaciones y excesos en lugar de construir relatos convincentes. Entre comparaciones grotescas y reproches innecesarios, la cantante abandona la sutileza y se aleja de su capacidad real de escritura.