Desde sus inicios, el camino emprendido por Skullcrusher se ha construido sobre una constante reconsideración del silencio como materia expresiva, una búsqueda de cómo el sonido puede reflejar el paso del tiempo sin necesidad de narrarlo. Helen Ballentine, detrás del proyecto, ha desarrollado una forma de composición donde la intimidad se convierte en territorio de observación, y su segundo trabajo surge de un periodo en que la distancia y la quietud transformaron su forma de percibir lo cotidiano. Durante su estancia en un entorno solitario, rodeada de objetos familiares y rutinas reducidas, fue elaborando un conjunto de piezas que registran ese equilibrio inestable entre la calma y la desorientación. En ese proceso, la autora se enfrentó a la tarea de entender cómo las emociones se modifican cuando se miran desde la inmovilidad, creando un disco que funciona como un diario de transformación silenciosa.
La secuencia se inicia con 'March', donde el piano avanza con lentitud hasta parecer inmóvil y la voz se formula la duda “What do I live for? Who do I live for?”, como si cada palabra emergiera desde un pensamiento antiguo. La melodía se apoya en grabaciones de mar y en respiraciones contenidas que rodean el texto con una sensación de transparencia. El canto suena contenido y frágil, mientras las capas sonoras abren un espacio de aceptación frente a la pérdida. En 'Dragon', la percusión insiste con un pulso constante y la textura digital amplía la sensación de encierro. Cuando la artista repite “the weight is heavy”, el sonido parece responder, prolongando esa densidad en un ambiente que reproduce la dificultad de sostener el propio cuerpo dentro del pensamiento. Cada variación rítmica funciona como una prolongación física de esa tensión.
El conjunto mantiene su coherencia gracias a la superposición de timbres y al tratamiento de la voz, que la autora utiliza como un material moldeable. En 'Maelstrom', la experimentación con micrófonos de contacto adheridos a la garganta genera un efecto cercano y extraño, una respiración que se convierte en instrumento. Las voces se cruzan con golpes de tambor y reverberaciones líquidas, generando la sensación de hallarse en un espacio cerrado donde la música busca ascender. 'Living' desplaza esa energía hacia un ámbito más cotidiano, con una cadencia que imita la repetición de los días. En su letra, “In your body you are living / In the passing of an hour”, el tiempo se convierte en una medida corporal que pesa más que cualquier pensamiento. La canción sugiere una vida sostenida en lo mínimo, en la permanencia de los gestos.
La escritura de Ballentine se apoya en una claridad que nunca renuncia al detalle. En 'Periphery' y 'Red Car' se percibe esa precisión en la elección de las imágenes. La primera transmite la sensación de hablarle a una figura que se aleja, de intentar retener algo que se desvanece, mientras la segunda utiliza los reflejos y los tonos del color rojo como metáfora de un recuerdo alterado. Cuando pronuncia “Silence lingers long after I’ve gone”, condensa la idea de una huella que persiste más allá de la presencia. La voz se disuelve y vuelve, siempre en equilibrio entre lo que se oye y lo que apenas se imagina. Esa forma de modular el sonido da lugar a canciones que parecen respirar solas, sostenidas en el límite entre la claridad y la desaparición.
La integración de sintetizadores y ambientes procesados cumple la función de ensanchar el espacio expresivo. En 'Exhale', la acumulación de coros y cuerdas crea una atmósfera de expansión que transmite la aceptación de lo inevitable. “I feel it leave / I feel it in me / Endlessly / It surrounds me” refleja un pensamiento que se abre y se disuelve al mismo tiempo. 'Vessel' continúa esa línea cuando afirma “I wanna live for someone / Wanna carry their life / But I need to carry mine”, planteando la tensión entre la entrega y el cuidado propio. En ambas piezas, la autora equilibra la ligereza con un sentido de responsabilidad que da forma al relato subyacente del álbum. La secuencia avanza sin rupturas, como si las canciones estuvieran unidas por un hilo invisible que sostiene la continuidad emocional del proyecto.
El cierre con 'The Emptying' devuelve al inicio con una serenidad distinta. La voz pronuncia “Like her, I am emptying” con un tono que sugiere aceptación, mientras la guitarra mantiene una pulsación que apenas se modifica. Esa quietud final encierra la idea de que todo movimiento implica una pérdida y una transformación simultánea. El título del disco se justifica en esa estructura circular donde cada tema actúa como un retorno a la primera impresión, alterado por lo vivido en el recorrido. El ciclo se repite sin cierre, manteniendo la percepción de un tiempo suspendido que se renueva a través de la escucha.
'And Your Song is Like a Circle' construye una reflexión sobre la disolución del yo y la permanencia de los recuerdos en un entorno cambiante. Las canciones funcionan como espacios donde la autora examina distintas formas de relacionarse con el pasado y con la sensación de ausencia. Su tratamiento del sonido, de la palabra y del silencio conforma un territorio que no pretende ofrecer certezas, sino mostrar el movimiento interno de la conciencia cuando observa su propia fragilidad. Cada pieza se convierte en una superficie donde el pensamiento se escucha, y esa cualidad convierte el proyecto en una obra que transforma la experiencia de oír en un acto de observación detenida.
Conclusión
Skullcrusher utiliza la calma como una forma de hablar sobre cómo una persona puede volver a encontrarse consigo misma, dejando que el silencio y los recuerdos vayan marcando ese proceso interior.