Seguramente no recordamos en los últimos tiempos una expectación tan grande entorno al lanzamiento de un trabajo de una banda de rock como la creada por los Arctic Monkeys en su sexto trabajo. Con una trayectoria donde siempre se han podido distinguir a la perfección sus etapas creativas, el salto definitivo a nivel de público masivo llego con un AM que sin lejos de ofrecer su lado más inspirado, consiguió aunar todos los elementos que se esperan de una formación de guitarras capaz de encabezar cualquier festival mundial que se precie. Sin embargo, el camino emprendido a partir de ahí comenzó a desplazarse del futuro más probable, encontrándonos a un Alex Turner acompañado por Miles Kane al frente de The Last Shadow Puppets facturando un segundo trabajo con un sonido setentero puramente aterciopelado, sabiendo encontrar la pomposidad precisa en los arreglos pero sin pasarse de ornamentos. Quizás este es el detonante perfecto para abrir la puerta a la forma en la que han regresado los Arctic Monekys. Cierto es que semanas antes del lanzamiento ya habían avisado que las canciones de este trabajo quizás podrían haber visto la luz como un disco de Alex Turner en solitario, algo que aporta una visión muy clara de lo que nos vamos a encontrar en este Tranquility Base Hotel & Casino.
Sin gozar de una gran inmediatez, estas canciones necesitan una digestión lenta para apreciar todos los detalles, encontrándonos ante un completo puzzle trazado desde apartados melódicos que relucen en su conjunto. Este hecho provoca que el trabajo adquiera un completo significado a partir de su escucha completa, sintiendo como las canciones se complementan unas a otras en cuanto a un sonido coherente, a medio camino entre la parte más relajada de las películas del agente 007 y la fascinación por clásicos como Tony Bennett. Con esto tampoco queremos decir que se hayan marcado un disco de alardes interpretativos ni mucho menos, pero sí que se intuye en la pausa dotada a sus guitarras y un protagonismo del piano que en todo momento tiene una gran libertad. La forma en que por momentos Alex Turner se ajusta a una interpretación prácticamente narrativa proporciona que todos los giros que aparezcan en las estrofas tomen un valor especial, convirtiéndose en los momentos más disfrutables de los temas. Buena muestra resulta la perfecta cadencia acompañada por los acordes del piano en la inicial ‘Star Treatment’ justo en el momento en se acerca a lo más parecido a un estribillo cuando pronuncia “So who you gonna call? The martini police”. Una habilidad al alcance de pocos que hace relucir de una forma muy minimalista y prácticamente inapreciable.
Más puntos fuertes del trabajo llegan justo en aquellos momentos donde las canciones parecen esconder un trasfondo de mayor oscuridad, adquiriendo de forma descarada el tono empleado en los temas de The Last Shadow Puppets. Este es el caso de ‘American Sports’ donde abrazan de lleno una fantasía un tanto amenazante y fría, un sentimiento en cierta medida cubre buena parte del trabajo mezclándose con el trasfondo más personal y de confesión del trabajo. En esta misma línea también podemos identificar ‘Tranquility Base Hotel & Casino’, el tema que da título al trabajo y que se deja llevar hacia la cómoda extrañeza con la que se tiene que ver todo desde el espacio exterior, más concretamente desde la luna, dado que Tranquility Base fue el nombre que tomó el primer territorio que pisó el hombre a su llegada al satélite. Tampoco podemos pasar por alto algún que otro destello en la carrera del grupo que podría predecir que tarde o temprano un trabajo de este estilo podría llegar. Ya en su tercer trabajo titulado Humbug y publicado allá por 2009, cuando la banda aún gozaba de un sonido más contundente y áspero, dejaron entrever que lo suyo también podía ir más allá de la estandarización rock gracias a canciones como ‘Cornerstone’ o el precioso final de ‘Secret Door’. Quizás este fue el germen de algo que por aquel entonces no sabríamos que culminaría de esta forma.
Dejando tiempos pasados atrás y regresando a lo que tenemos ahora, también podemos afirmar que los Arctic siguen rugiendo a su manera en algún punto del disco como en ‘She Looks Like Fun’, mostrando el único atisbo de puente posible respecto a su anterior entrega. A pesar de ello, el sello imprimido en este trabajo acaba haciendo presencia con un final que llega en forma de crescendo lento, con un ralentí que contrasta con las tonalidades más agudas que va adquiriendo el tema. Apreciaciones como estas son las que otorgan aún más valor a la hora de ser conscientes del atrevimiento reflejado por el grupo en esta nueva aventura, aunque por supuesto tampoco todo resultan luces. Algunos momentos como los mostrados en ‘Batphone’ resultan realmente lineales, sin encontrar ningún otro planteamiento que conducir el tema hacia una repetición un tanto anodina y carente de pasión. Por fortuna esta no es la tónica general, ya que aunque estamos ante un trabajo de pulsaciones lentas, no resulta ni mucho menos aburrido una vez estamos en predisposición de estar alerta en cada sutil cambio que experimenten las melodías. Seguramente el mejor ejemplo de ello sea ‘The Ultracheese’, el tema que cierra el trabajo donde nos encontramos con una balada que viene y va hacia el mayor apartado sentimental del trabajo, aquel donde se reflejan las relaciones de amistad rotas o perdidas. En esta canción precisamente aparece esa forma de guiar un tema en todo momento por el corazón más que por cualquier otra cualidad, de modo que todos esos momentos inconclusos toman completo significado.
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