El debut de Anna Burch llega como un soplo de aire fresco para la canción pop de tintes más ligeros pero que a pesar de ello conserva algún que otro envite de lo más aguerrido y tenaz. La que fuese cantante de Frontier Ruckus, decidió emprender una nueva aventura en Failed Flowers, una banda que se asemeja mucho más a su nuevo camino en solitario, a excepción de los ciertos matices surferos que por algún que otro momento alcanzó en esta otra banda de la que aún forma parte. Con este bagaje, fundamentado en la ornamentación de la canción americana de Frontier Ruckus y el enérgico brillo de Failed Flowers, Anna ha logrado con Quit the Course un disco bastante diferente, apuntando hacia un formato más propio de las canciones vitalistas de la costa oeste totalmente alejadas del fervor garagero. Por ello podemos determinar que su debut mira en la misma dirección de una generación de artistas jóvenes que jugando con unos cuantos elementos tomados tanto de la tradición norteamericana sureña, como de la capacidad de las canciones pop más sobrias y radiadas en los noventa de convertirse en singles de una forma extraña (véase Texas), la de Detroit enarbola un discurso bastante sólido.
Adentrándonos en el trabajo, nos vamos a encontrar con una temática que se sumerge de lleno en los recovecos emocionales de la artista, afrontándolos desde la cotidianidad y evitando en todo momento caer en su lado más negativo. A ello también ayuda lo luminosidad casi siempre moderada que nos presenta, incluso en las canciones que se mueven en el abatimiento de los recuerdos como ocurre en ‘Belle Isle’. Quizás en este apartado es donde nos encontramos la parte más emocionante del trabajo, mostrando el corte más cálido, casi susurrante y lleno de belleza por la sencillez. La sensibilidad de la artista logra emerger al máximo al mismo tiempo que su voz se amplifica y hace crecer canciones tan impresionantes como ‘In Your Dreams’. Son estos momentos en los que sentimos los afortunados por coincidir temporalmente con artistas como nuestra protagonista, Angel Olsen, Sharon Van Etten o Julie Byrne, logrando siempre en sus trabajos unos matices de intensidad, cada una a su manera, que nunca pasan desapercibidos y consiguen que sus canciones calen al máximo.
Si atendemos a la parte más dinámica del disco, aquella en el que las guitarras parecen empezar a cobrar algo más de brío, nos encontraremos con temas como ‘Tea-Soaked Letter’ o ‘Yeah You Know’, acercándose algo más a la vertiente de rock más altivo de los noventa. Una faceta que también le sienta a las mil maravillas, siendo capaz de apuntalar un lado más desafiante, que sin tornarse en ningún momento agresivo, aporta una buena dosis de carácter determinante y seriedad con el que romper todo tipo de afligimiento. Un sentimiento que a pesar de que invada todo el trabajo, en estos temas se escenifican de una forma mucho más sólida y consistente, demostrando que el abanico en el que se mueve la artista resulta de lo más coherente y bien trenzado. Incluso en ‘Asking 4 a Friend’, el primer single que conocemos del trabajo, nos encontramos esta mirada directa a los ojos, mostrando una gran fortaleza y dejando claro cómo superar las cosas. Una actitud más que envidiable y totalmente necesaria para impresionar en un disco debut.
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