Cosmic Birds continúan redondeando sus canciones de corazón folk en su tercer trabajo, perfeccionando aún más la cálida carcasa de formato pop que las recubre. En esta nueva entrega, David Hernández y compañía vuelven a encontrar la inspiración necesaria para emocionar con una instrumentación clásica, siendo capaces de conectar una vez más con un apacible mundo en contacto permanente con la naturaleza. Canciones que en todo momento presentan una melodía serena, dejando los sobresaltos para todas aquellas estampas coloridas que puedan aparecer en la cabeza del oyente. Esta reconocible característica de los vallisoletanos, es lo que les ha llevado a encontrar un estilo donde prácticamente los experimentos no tienen cabida, por lo que su capacidad de crecimiento y reinvención llega a través de la propia belleza de las melodías y su perfecta conexión lírica. Algo muy meritorio que demuestra como el entusiasmo puesto en el proyecto tiene una proyección ilimitada, algo que se puede apreciar claramente en esta nueva entrega.
Adentrándonos de lleno en Melt in Trees, nos vamos a encontrar con la gran capacidad de expresión que tiene el grupo a la hora de mostrar todas aquellas reflexiones que perduran frente al paso del tiempo. Por ello no de extrañar que aparezcan unos estribillos que encierran grandes verdades colectivas, como es el caso de tema que da título al trabajo. Una línea que permanecerá de forma más o menos continúa en el trabajo, alcanzando momentos brillantes en temas como ‘There Was an Evenig’ y unas letras más que acertadas con All we are some solid mass creating our own time. Una forma de afrontar los temas que se torna aún más íntima en ‘Hikari’, presentando un panorama desalentador pero que siempre retiene la esperanza. Son estos los momentos donde apreciamos lo cómodo que se encuentra el grupo en un formato de canción que transcurre en el plano de lo emocionalmente intenso y cambiante, bien orquestado por sus siempre protagonistas teclados.
Como no podían faltar nunca en un trabajo de los Cosmic Birds, las conexiones que personifican la naturaleza y la unen de lleno al corazón de los temas, están presentes, aunque quizás de forma más secundaria que en anteriores entregas. El inherente espíritu por mostrar cómo todo lo que brota de la tierra tiene protagonismo en nuestras vidas, se ve magnificado en temas como ‘The Moon’ o ‘The Bitter Breath of Naked Sky’, acercándose más que nunca a ese tipo de canción que practica Mutual Benefit, sonando siempre luminosa, independientemente del contenido que encierra. Un paso firme al unísono de la guitarra acústica, avanzando en un camino donde el coraje siempre está presente, pero nunca rebasa el ímpetu de los temas por encontrar siempre el preciosismo en todo aquello que huye de lo forzado. Así es como logran en ‘Sandstorm’, el bonito desenlace del trabajo, elaborar una de las mejores canciones de su carrera recurriendo a impulsos guitarreros que resultan de lo más liberadores.
Si atendemos a todos esos momentos donde el grupo adopta un lado más trepidante, cercano a su LP debut, nos encontraremos con ‘Dead Fire’ o un ‘Miles Thought the Flames’, presentándonos un refugio rock no muy lejano al lado más manso de gente como Wolf Parade. Una versión en la que a pesar de adquirir más contundencia, el camino marcado por la observación y el reposo general del trabajo se impone, controlando todos aquellos momentos donde parece que el estruendo destacaría más que cualquier otra cosa. Por todo ello, los interludios que posee ‘Miles Thought the Flames’, resultan igual de vivaces que los propios estribillos del tema. De igual forma, pero abriéndose camino a través de un pop de aires más naïf, ‘Vostok-1’ proporciona sensación de continuidad en el trabajo a pesar de adoptar una estructura más abierta incluso con elementos electrónicos. En definitiva, el buen pulso para huir siempre de una excesiva complejidad sonora, los lleva hacia unas composiciones que relucen en sí mismas si necesidad de grandes aditivos.


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