Parece que Jonathan Rado ha tomado buena cuenta de sus nuevas amistades, y más concretamente de sus producciones a Whitney o a The Lemon Twigs, para parir un quinto álbum más inmediato, más concreto y dinámico que el mayestático y farragoso And star power (Jagjaguwar, 2014).
Una vez superados los rumores sobre su separación –a raíz de un comunicado que hizo público el dúo-, Jonathan Rado y Sam France han pulido aristas y recortado minutos a un trabajo de ocho canciones que apenas superan los treinta minutos de duración; escuchando las voces que le dieron la espalda a su anterior cedé: veinticuatro canciones que se les atragantaron hasta al más fan de las caderas de Sam France.
Aparte de la nómina de colaboradores, entre los que se encuentran The Lemon Twigs y el Flaming Lips Steven Drodz, las octavillas promocionales del inminente trabajo de los de California, resaltaban el uso de una orquesta de cuarenta músicos que acompañarían las ocho nuevas canciones del dúo. Este acompañamiento – con arreglos de Trey Pollard- se ajusta perfectamente a los versos –y al vibrato- de France y saca brillo a unas canciones correctas pero que ganan con el movimiento de la batuta de Pollard.
Hang (Jagjaguwar, 2017) se abre con el single ‘Follow the leader’ donde el grupo pone las cartas sobre la mesa y apunta por dónde van a tirar los próximos treinta minutos: rock setentero, funk, soul y mucha, mucha instrumentación. El tema aúna lo mejor de los Foxygen más pop con el ímpetu grandilocuente que los desbordó en su último trabajo; muestran cómo se puede hacer una canción directa y jovial con ribetes de cuerdas y metales.
‘Avalon’ y ‘Mrs. Adams’ nos hace preguntarnos dónde empieza la inspiración y dónde acaba el plagio, y si no, escuchen el estribillo de la primera ¿No oyen entonar el ‘Waterloo’ de ABBA, y los primeros compases de la segunda, no les recuerda a un ‘S.O.S.’ de los suecos filtrado por el speed de France? Porque, de nuevo, la sensación que tienes tras despacharte el álbum de carrerilla es que estos tíos siguen jugando al despiste, como si estuvieran presos de sus ambiciones, un enunciado que se puede entender en sus directos, donde la voluntad de epatar (esas poses de rock star, France, por favor) juega por encima de sus canciones.
‘America’, el primer single es un exabrupto, teatral, grandilocuente; un himno épico donde cuerdas, pianos, órganos y Kurt Weill bailan en Broadway y, a pesar de todo, funciona, creando una pieza cambiante, bonita, donde la tradición se convierte en modernidad.
Y cuando empiezas a arrugar el entrecejo, van y se marcan un tema de lo más convencional,’On Lankershim’, un tema soft rock que podría haber caído en la garganta de Don McLean; pero, tranquilos, que ‘Upon Hill’, nos muestra el camino al vodevil marcando los compases de ‘I will survive’. Lo dicho, una locura.
Afortunadamente, los dos últimos suspiros del álbum, ‘Trauma’ y ‘Rise up’, son dos maravillosas composiciones, cargadas de dramatismos y buen gusto que nos retrotraen a The Walker Brothers y donde se impone la mesura ante la ostentación y el boato de las pistas anteriores; he aquí la senda que el dúo –añadimos la increíble ‘America’- debería seguir y solo lamentamos que justo aquí decidan acabar el disco.


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