Las canciones de Damon McMahon siempre han estado teñidas por un canto solitario, donde la interpretación siempre ha sido la propia de un trovador solitario, encerrado en todas expresiones sentimentales peliagudas que casi siempre sobrecogen a cualquiera. Con el paso de sus trabajos, el norteamericano poco a poco ha ido tendiendo a simplificar sus canciones, a sostenerlas prácticamente por su contenido que en la mayoría de los casos resulta de lo más lacrimógeno, al mismo tiempo de saberse siempre imponer con un tono sereno con el que demostrar que a pocas cosas hay que tenerle miedo. Incluso el trasfondo que acecha este trabajo, como es el de la pérdida de su madre, resulta canalizado no por la vía del homenaje pomposo y rotundo, sino a través de una particular visión de su vida como álbum de recuerdos descrito a través de una narrativa sencilla y muy sugestiva. La raíz folk que siempre ha caracterizado sus canciones, en este caso sigue presente basándose más que nunca en el protagonismo de su voz, donde las estrofas se alargan de una forma vaga que tampoco es que aporte gran expresividad pero sí esa sensación de quitar hierro a la parte más trágica del asunto. Por lo tanto, este Freedom está ejecutado a partes iguales desde la cabeza y el corazón, siendo consciente que el lado pasional de sus composiciones tiene que tener un apoyo coherente en el plano instrumental.
A lo largo del trabajo nos vamos a encontrar con unas canciones de digestión más bien lenta, donde la mayoría de punteos se encaraman a lo cíclico, extendiéndose a modo de mantra y dejando que las tonalidades acústicas que vayan electrificando levemente. Buen ejemplo nos lo encontramos en ‘Time’, una canción que trata de normalizar la muerte, introduciéndose en esa aura de canción que se deja llevar hacia los terrenos de lo progresivo de una forma de lo más sutil. Con una mayor sensación de dinamismo y mostrando otra vez más esa facilidad para dejar que las canciones acaben dirigiéndose hacia los derroteros de lucidez melódica dentro de su vaga e indefinida apariencia, nos encontramos con ‘Calling Paul the Suffering’, mostrando incluso un apartado de lo más delirante en la frase “He's the King of kindness”. Un momento del trabajo que podría quedar en mera anécdota pero que refleja muy bien como Damon intenta siempre jugar con la ironía más brutal que puede impregnar cualquier situación. Sin conceder tampoco mucho margen a la hora de que sus canciones tomen aire, en ‘Miki Dora’ vuelve a tomar el pulso a los desarrollos lentos, aquellos que se disfrutan según transcurre el minutaje sin ningún sobresalto más allá que el de enfatizar esa línea vocal que por momentos deja atrás a su acompañamiento de banda clásica.
Llegando los momentos más solemnes del disco, sin lugar a dudas no nos podemos saltar ‘Satudarah’ y su tono más sombrío, como si tratase de ocultar algo más allá que aquello que echa en cara al destinatario del tema. La forma de encontrar como cada guitarra tenga una gran libertad sin salirse de un espectro grave proporciona la separación de caminos precisa, consiguiendo llevar el tema más hacia un apartado de soledad y aislamiento. Tampoco queda lejos en sensación de pérdida de identidad y estancamiento vital ‘L.A.’, el tema que cierra el trabajo y en el que destacan más que nunca los efectos de los teclados. Cierto es que acompañan a la mayoría de los temas proporcionándoles algo así como un efecto de librería sonora algo lúgubre, pero en este caso su importancia resulta bien diferente. Por lo tanto este nuevo disco de Amen Dunes tiene todo lo necesario para suponer esa obra que cale profundo, tanto desde lo comedido que la domino como desde aquellos momentos presentes en temas como ‘Skipping School’ donde parece que el peso de toda su carrera se vuelca en cada estrofa.


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