Víctor Algora recupera su proyecto bajo su propio nombre, aparcando su cara más electrónica mostrada en La Evolución del Hombre Pájaro. Tras el silencio mostrado desde Verbena, el músico afincado en Madrid podemos decir que ha afinado su pop hacia un lógico lado sintético, manteniendo su identificativo toque surrealista donde no esconde una belleza que casi siempre tiene como origen un motivo romántico. Folclore del Rascacielos nos descubre un trabajo de corazón sencillo, donde todo lo ornamental llega sin hacer ruido para mostrarnos unas historias variadas, donde los elementos exacerbados que aparecen en ellos provocan una sonrisa. Así es como el músico se acerca más que nunca a la sonoridad de artistas como Hidrogenesse, sin alcanzar todo su histrionismo pero reflejando una idea de disco de apariencia divertida que tiene cosas importantes que transmitir al mismo tiempo.
El fiel reflejo de cómo Algora siempre ha logrado un lenguaje cuidado y sorpresivo en sus temas lo tenemos en temas como ‘Círculo’, una de esas canciones que puede ser la síntesis perfecta del trabajo. Perfecta combinación de la línea de bajo con un synth pop de lo más liviano para presentar una evasión que contrasta con frases cortantes como La biología lo impide. Es esta línea tan sorpresiva e ingeniosa la que abunda en el trabajo, encontrándonos en varias ocasiones las alturas de los rascacielos como obstáculo más o menos insalvable. De este modo, se puede apreciar el trasfondo más decaído que oculta el trabajo, reflejándose de lleno en canciones como ‘Dioses y Hombres’. Precisamente es este uno de los temas donde la el apartado acústico es el protagonista, sintiendo muy de cerca como un tema despojado del aparataje más electrónico resulta también de lo más inspirador.
A medida que avanza el trabajo nos encontraremos con la capacidad del músico para conseguir filtrar las relaciones de las personas y hacer resplandecer detalles precisos, para bien o para mal. Desde el enamoramiento perfecto de ‘El Amante Distraído’ hasta la necesidad de olvidar y pasar página con ‘Luz en Mis Maletas’, todo ello afrontado huyendo de la resignación. Así es como se combina en todo momento la polarización entre lo ideal y lo que esconde sombras, no encontrándose una división clara en el apartado sonoro. El sentimiento generalizado del amor como algo positivo en un marco de soledad, queda patente a lo largo de todo el trabajo, dejando muestras incluso cuando la canción se aleja del formato del tú y yo. Esto es lo que ocurre en la bonita ‘Los Ojos de Pablo’, una de esas canciones repletas de ilusiones y anhelos capaces de ser conquistados.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.