A sus 21 años Jordana Nye ya cuenta con tres LPs que la aúpan como una de las figuras clave dentro de la evolución lógica y natural de lo que conocíamos realmente como bedroom pop. Siendo este Face The Wall su primer trabajo grabado propiamente en un estudio, podemos comprobar claramente como esta referencia supone el ir más allá en el depurar todas aquellas texturas un tanto dispersas que poblaban sus canciones pero que al mismo tiempo ayudaban a que el componente lírico sonase lo más realista posible.

Pues bien, el hecho de contar con una producción a la altura y muchos más medios a su disposición no ha provocado que estas nuevas composiciones suenen más distantes y desapegadas de todas las contradicciones presentes en los episodios postadolescentes que encierra el disco. Del mismo modo, seguramente el hecho de poder ir más allá a la hora de jugar con un abanico percusivo y guitarrero más amplio, también ha propiciado que el rango de influencias pop se amplíe enormemente, alcanzando incluso a algunas estrellas habituales entre el gran público tal y como nos lo demuestra en ‘Play Fair’.

La maduración del sonido de este disco también lleva asociada una nueva forma de entrelazar todas las historias volcadas en estos temas, ya que en esta ocasión observamos como la figura del yo poco a poco se dispersa de forma sutil entre un mayor enfoque central de todo el cúmulo de sentimientos desatados que nos presentan los picos vitales más caóticos. De ahí que en este disco se mueva a medio camino entre la senda que se abre a la desilusión propia de no vivir los amores con la intensidad de la primera vez y toda la experiencia que poco a poco se va acumulando en lo relativo a ver cuando las cosas no funcionan. Buena muestra de ello nos la encontramos en una ‘I Mean That’ donde se recoge el cúmulo de anhelos propios de los primeros compases de una relación, pero que al mismo tiempo también nos muestra a una artista con los pies más en la tierra que nunca.

Sin perder tampoco en ningún momento su capacidad de sobreponerse al peso de ciertos recuerdos, canciones como ‘Like You Used To’ también abren una vía perfecta para observar como el poso lírico de este disco se entrega a la mezcla perfecta entre corazón, intuición y percibir los momentos en los que es preciso dejarse llevar. Esta combinación ganadora al final se acaba filtrando también en la ejecución de unas canciones que siempre parecen funcionar de la mejor forma posible cuando las revoluciones permanecen más o menos constantes para que posteriormente puedan destacar todos esos momentos de arreglos puramente heredados del pop de guitarras de principios de los 2000.

Más momentos con los que comprobar como este disco resulta de lo más completo llegan justamente en singles tan rotundos como ‘Catch My Drift’, aportando las pequeñas dosis de revolución que presenta el conjunto de la referencia y que sirve para demostrar como ante todo Jordana antepone el poder sentirse conforme con ella misma frente a cualquier emoción arrebatadora que aparezca a su alrededor. Aquí es donde entra en juego una vez más su destreza para que las canciones no caigan en todo lo eufórico que pueden contener sus estribillos y salgan delante de la mejor forma posible.