Sasami Ashworth ha decidido romper prácticamente con todo lo mostrado en su LP debut homónimo publicado en 2019, logrando de esta forma un segundo trabajo de contenido y sonido mucho áspero con el que indagar a fondo en una catarata de sentimientos y reacciones bastante turbulentas. Esta va a ser la tónica general que rige el trabajo, aunque en realidad vamos a poder identificar algún que otro nexo de unión con ese formato de melodía pop más liberadora que logró presentarnos en su primera entrega. Sin necesidad de poner ningún límite en cuanto a la forma de explorar nuevas estructuras relacionadas con rincones oscuros de la mente humana y la forma de plasmarlos en unas atmósferas crispadas, la artista ha sabido como encontrar un nuevo abanico de recursos tan fascinante como apegado a esa sensación de vivir en el límite entre desdibujar las canciones al completo y causar simplemente una poderosa sacudida. De ahí que el carácter industrial de este trabajo seguramente sea el arma más poderosa a la hora de conferir a los temas un gran espíritu desafiante, encajando todo ello con la figura mitológica japonesa de la Nure-onna que supone una gran fuente de inspiración dentro de todo lo que implica causar un mayor estruendo.
A lo largo de la escucha del trabajo, se va a poder comprobar como Sasami pone encima de la mesa cuestiones de vital importancia como es el caso de cuestionar la pertenencia a un lugar, la forma en la que algunas personas son invisibles para la sociedad o todo lo que implica sentirse realizado a través de la forma en la que nos ganamos la vida. Todas estas cuestiones en todo momento acaban tomando un lado un tanto siniestro, bien sea a través de las pronunciadas líneas de bajo que pueblan los temas como a través de la introducción de modulaciones vocales difusas. Por lo tanto, podemos decir que en esta referencia las canciones muchas veces permanecen a la espera de saltar por los aires, algo que en ocasiones llega y que en otras supone mantener la tensión hasta el último momento. Tan solo basta con escuchar la desquiciada ‘Need It To Work’ para poder comprender todos estos rasgos relacionados con suscitar emociones totalmente extremas. De hecho, el arranque del trabajo nos deja claro esta forma de moverse a través momentos realmente ardientes y que llegan a coquetear con un post hardcore donde no trata de redondear los bordes. Con composiciones como ‘Skin A Rat’ nos muestra su particular descenso hacia los infiernos, no dudando en ningún momento en resultar lo suficientemente explícita como para plasmar realmente la forma en la que ciertos pensamientos consumen al individuo.
A medida que avanzamos en la referencia, vamos a comprender como hay ciertos momentos donde entra en juego un cierto componente más relacionado con abrazar la sensibilidad que nos ayuda a aferrarnos a ciertos puntos que consideramos de apoyo en nuestras vidas, llegando de este modo composiciones como ‘Call Me Home’ o ‘The Greatest’. En ellas aparece una forma más amable de explorar las vías que nos separan de un cierto grado de estabilidad en el plano emocional, permitiéndose de este modo los contados capítulos de vulnerabilidad que aparecen en toda la referencia. Más detalles que rompen con la tónica general del disco, se presentan con una ‘Make It Right’ que a pesar de gozar de un juego de guitarras electrizante transmite sensaciones bien diferentes en lo relacionado a no ser tan analíticos con nuestros actos. También a través de una cara más relacionada con liberarnos de nuestras propias restricciones internas, irrumpe la final ‘Not A Love Song’ que supone lo más parecido a un renacer personal después de cambiar completamente de piel. Un contrapunto perfecto que sirve para serenar los ánimos tan caldeados mostrados en una recta final donde el deconstruirdo ‘Sorry Entertainer’ de Daniel Johnston logra condensar todo lo violento y despiadado que contiene el LP.
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