Cuatro años después de que viese la luz su LP debut Oh Boy, la banda afincada en Los Ángeles está de regreso con otro de esos donde nos muestran múltiples vertientes guitarreras y todas ellas resultan completamente acertadas. Recapitulando sobre lo que nos ofrecieron en su primer trabajo, podemos sentir como el grupo no dudó en mostrar cuales eran sus influencias, eso sí, dejando claro como tenían la suficiente personalidad para elaborar un plano melódico que pudiese calar hondo. Así es como nos fueron dejando alguna que otra pieza de inspiración más cercana al jangle pop de The Bats o incluso se ponían el bañador para hacer gala a su procedencia y presentarnos algún que otro tema mucho más surfero.

Sin cerrarse ninguna puerta, fueron capaces de lograr un disco de lo más plácido, encontrándonos unos cuantos años después ante una auténtica reválida donde vuelven a cumplir con creces, ya que este Still Life nos deja ante una banda que se atreve a adoptar nuevos elementos en su música de una forma muy coherente. De esta forma, estamos ante un disco donde quizás hay un mayor poso reflexivo y momentos donde las dudas existenciales llaman con más fuerza a la puerta, todo ello sin necesidad de cubrirse de ningún tipo de manto nostálgico para hacerles frente.

Sintiendo como en este trabajo se hacen más fuertes que nunca en ese formato de pop cocido con calma al calor de ese shoegaze que esquiva cualquier atisbo de distorsión, el grupo se muestra más cómodo que nunca en la ejecución de canciones a ralentí, pudiéndolo comprobar desde los primeros compases del trabajo gracias a ‘Half a Feeling’. Por el camino no van a dudar en reflejar una mezcla de relatos que transitan entre las dudas en el plano de las relaciones sentimentales, las estampas agradables forjadas en escenarios que parecen vacacionales o  simplemente ese énfasis desatado por confiar a ciegas en las personas más queridas.

En definitiva, situaciones bastante comunes que el grupo sabe capturar con toda la naturalidad del mundo, logrando de este modo que sus canciones tengan un componente cercano como bien se puede comprobar en los anhelos de tiempos mejores en ‘Made of Moods’ o la admiración encerrada en ‘Anna’, tema que seguramente sea el que mejor conecta con la música de The Pains of Being Pure At Heart, banda a la que perteneció Alex Naidus.

Atendiendo a los momentos en los que el grupo se muestra más juguetón en todo lo que sugiere el apartado rítmico, no podemos pasar por alto una ‘Sticks & Stones’ que resulta de lo más divertida y electrizante. Así es seguramente donde nos damos cuenta de como son capaces de aportar mayor mordiente a su música sin necesidad de perder el toque tan sonriente que baña todas sus melodías. Tampoco se queda atrás una ‘The Double’ en todo aquello que implica ir esprintando hacia momentos donde la desesperación se transforma en una extraña euforia, cambiando las tornas de un momento a otro y ejemplificándolo muy bien todas las fases que atraviesa la canción.

Esta brillantez para hacer que sus composiciones nunca caigan en la linealidad es la que recorrerá el disco de principio a fin, comprobando como son capaces de construir canciones memorables con ganchos melódicos tan sencillos como los de la deliciosa ‘Michael Is My Girlfriend’. Talento a raudales y una gran capacidad para no andarse por las ramas a la hora de lograr un disco que va directo a nuestros recuerdos más dulces.