Resulta curioso como la madurez ha sentado bastante bien a un grupo como Wavves, ya que su música siempre ha apelado a esa forma de intentar romper con cualquier atadura, bien sea a través de la inspiración surfista de sus primeros trabajos o bien a base de un sonido punk pop más ácido como el logrado en su anterior You’re Welcome. Pues bien, en su nueva entrega, Nathan Williams nos deja ante el primer trabajo del grupo donde sobrevuelan ciertos atisbos de angustia existencial y el ser consciente del paso del tiempo, todo ello tirando de actitud y corazón para hacer frente a los efectos que causan. Seguramente esta terapia de choque también sea la que determina la nueva concepción en el sonido del grupo, apostando ciertamente por la contundencia pero dejando de lado la aceleración. Un recurso bastante interesante y que a la postre nos ofrece estupendos resultados, en buena parte gracias a la constante inspiración que posee el músico norteamericano para enlazar puentes y estribillos en sus canciones con una naturalidad envidiable a la par de estupendos ganchos melódicos.
Comprobando como el componente garagero del grupo seguramente haya girado hacia algo más cercano al rock sureño, llama la atención lo bien secuenciado que se encuentra el disco y la forma en la que nos ofrece picos de intensidad que no opacan para nada a las canciones ejecutadas desde un mayor realentí. De hecho, aquello que se intuía en You’re Welcome de como al grupo se le daba bastante bien hacer lo más parecido a baladas rock vive una continuación privilegiada en esta nueva entrega, emergiendo la irónica ‘Honeycomb’ y ‘Sinking Feeling’ como dos temas que aportan un gran carácter al disco a base de remar a contra corriente. Evidenciando de forma clara como seguramente Nathan tampoco pasaba por buenos días cuando compuso estas canciones, la constatación de como los episodios depresivos hay que externalizarlos es una de las máximas que acaba encerrando este trabajo. Sin embargo, para contrarrestar todo este ambiente un tanto grisáceo, no podía faltar alguna perla de la casa como es ‘Marine Life’, el tema que en esta ocasión emerge como el gran hit del disco y los devuelve a su inconfundible sonido.
Atendiendo a más apuntes interesantes, no podemos pasar por alto el acertado toque country que posee ‘The Blame’, una canción que se podría intuir cercana al giro pegado por Black Lips en su último trabajo. Es aquí seguramente donde nos demos cuenta de la enorme versatilidad que atesora el grupo y que ha ido forjando con el paso de los años, demostrándonos como a estas alturas para nada su música es unidireccional. Con más momentos de relumbrón donde saben aunar aquellos momentos de clarividencia melódica con algún que otro recado a su cara más entregada a las guitarras pesadas, ‘Planting a Garden’ emerge como una de las grandes tapadas del disco, logrando que os giros pegados alrededor de estrofas de apariencia inocente acaben transmitiendo grandes descargas eléctricas. Resultando también equiparable en el factor sorpresa, la final ‘Caviar’ sí que nos deja definitivamente ante un espacio mental más esperanzador, renunciando por primera vez prácticamente al componente guitarrero y abriendo nuevas vías de exploración de cara al futuro.
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