El trío de Seattle nos presenta un segundo LP que curiosamente tiene su punto de partida en fragmentos descartados de su debut Gestalt, algo que para nada hace que se convierta en un disco de carácter menor, sino más bien todo lo contrario. Si en su primera referencia irrumpieron en los terrenos del pop de guitarras desbocadas y esa forma de apostar siempre por encontrar una línea melódica marcada por la aceleración, en esta ocasión hacen que su propuesta no tome el camino más obvio, sino que más bien son capaces de recrearse en nuevos apartados como las florituras vocales de Meredith Davey o esa forma de ir construyendo ambientes totalmente sugestivos a partir de repetir estructuras de forma tan cíclica como completamente natural ante nuestros oídos. Así es como recorren un mayor abanico de recursos más relacionados que nunca con el art rock y lo necesario que resulta en muchas ocasiones apostar por un lado anti intuitivo que puede conducir las canciones por caminos inesperados pero muy acertados. Sin ir más lejos ‘Dirty Tangle’ evidencia como lo que bien podría ser una composición que se meciese al calor de los edulcorados fragmentos iniciales puede resultar mucho más despiadada y enrevesada, acentuando por lo tanto el carácter totalmente valiente que reside en el disco.
A medida que va avanzando la referencia no podemos pasar por alto como son capaces de tensar y destensar los ambientes que arropan los temas, comprobando como en este juego es de esencial importancia a la hora de crear una obra coherente y repleta de momentos complementarios. Así es como son capaces de saltar de la visión introspectiva sobre la forma de contacto humano en ‘Amphibian’ a esos momentos donde la incertidumbre incluso se cuela en estampas de lo más contemplativas, tal y como nos demuestran en una ‘Basement Window’ que alcanza ciertos picos de crispación que a priori no esperábamos para nada. Esto llega sin olvidarnos de una forma interpretativa donde apelan en muchas ocasiones a la crudeza y la importancia de no filtrar nunca las primeras tomas llenas de imprecisiones. Por ello quizás el carácter que logra adquirir el disco a medida que transcurre resulta totalmente de proximidad, encontrando una extraña calidez que precisamente llega por una vía en la que las melodías que conviven en los temas no parecen cuadrar nunca entre sí. Estos detalles ponen en valor como lo de este Skinless Takes a Flight está totalmente relacionado con dejar que las canciones discurran por derroteros insospechados, no cediendo de este modo nunca frente al poder de los estribillos bien definidos y poderosos.
A medida que nos acercamos al tramo final de la referencia, gana protagonismo el buen gusto por dejar que las voces se mantengan suspendidas y que los cambios de ritmo jueguen un papel importante. Solo así ‘Augry’ es capaz de emerger como una composición importante en el conjunto del disco, logrando avanzar a través de impulsos nerviosos que se mimetizan fielmente con unos punteos que recorren un amplio espectro de sonidos intermitentes. Al mismo tiempo, no podemos pasar por alto sus habilidades a la hora de lograr que cada uno de los temas no se descuelgue para nada de los anteriores y así poner en valor como en muchas ocasiones las conexiones entre canciones no tienen que llegar a base de unificarlas en su apartado estilístico. Todo esto queda aún más patente en cómo se produce el desenlace del trabajo, concatenando el mantra casi tenebroso de ‘Gently Inert’ con esa vivacidad que en todo momento reside en la final ‘Ecdysis’ que logra empujar definitivamente el disco hacia esa sensación de estar ante uno de los grandes tapados del año.
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