Ella Williams sigue demostrándonos como su fórmula para adentrarse en un espectro de emociones tan oscuras como evolutivas continúa resultando de lo más atractiva, entregándonos su segundo trabajo en menos de un año. Cumpliendo con creces la tarea de mostrarnos sus reflexiones más íntimas en todo lo relacionado a su forma de relacionarse con los demás y como poder sentir que los fantasmas del pasado no te pueden perseguir toda tu vida, este nuevo conjunto de canciones goza de un sonido aún más solemne que su anterior I Was Born Swimming, un disco donde ya apuntaba de lo más alto en aquello de lograr ambientes de falsa calma con guitarras robustas.
Lo cierto es que escuchando este Planet (i) vamos a sentir rápidamente como a la artista no le hace falta grandes artificios para facturar unas canciones confesionales y sin fisuras, dejándose llevar en todo momento por el poder de los momentos más arrebatadores surgidos alrededor de todo lo que conllevan las rupturas sentimentales. Haciéndonos ver como siempre es posible transitar entre las aguas más turbulentas asociadas al dark folk y emerger hacia un apartado de pop de tintes casi épicos, esta entrega posee la capacidad de agitarlo todo para posteriormente recolocar de forma milimétrica las piezas del puzzle.
Buceando en profundidad en estas composiciones, llama la atención lo bien que Ella amplifica su voz interior, no dejando escapar todos aquellos pensamientos que tienen que ver con tratar de comprender sus propias necesidades y situaciones donde los estados de ánimo complejos provocan lo más parecido al colapso. Solo de esta forma pueden emerger canciones como una ‘Hurt A Fly’ donde es capaz de ir soltando pequeñas perlas ruidosas que aumentan la sensación desgarradora que provoca el tema en conjunto.
No dejando escapar todo lo que sugieren los riffs más imprevisibles y los giros del guion un tanto inesperados, resulta bastante agradable comprobar como el disco no se amolda a ningún patrón concreto, sino que alterna entre los momentos de delicadeza acústica y el espectro de sonidos más asociados a un rock bastante sobrio. Solo así es posible lograr contrastes tan bellos como los encerrados entre temas como ‘Iowa 146’ y ‘Pass’, estando ante dos caras totalmente opuestas de la artista en su voluntad por tratar de encontrar la vía más directa para purgar el dolor.
En mitad de todo este tipo de juego entre reflejar una gran fortaleza en mitad de canciones tan vulnerables como ‘To Be Forgotten’, no podemos pasar por alto su forma de dar en la tecla exacta a la hora de dejarnos ante narrativas más descriptivas como es el caso de la hermosa ‘Night’. De este modo se destapa como una de esas artistas que sabe capturar hasta los detalles más mínimos que marcan las historias que marcan nuestra vida. Precisamente, esta canción es la que marca el punto de inflexión total del trabajo, ya que libera definitivamente toda esa tormenta sonora bien contenida en los cortes previos.
Por lo tanto, se podría decir que Ella no duda a la hora de transformar el cúmulo de recuerdos amargos en combustible para poder imaginar tiempos mejores, evidenciando como la experiencia siempre resulta ser un arma de lo más importante. Todas estas conclusiones sirven para dejarnos ante una final ‘Starshine’ donde apuesta por la magia de los momentos surgidos en la intimidad más reveladora, logrando de este modo otra pieza emocionante en su cara más desnuda.
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