Alex Brettin ha roto el silencio de su proyecto Mild High Club con un trabajo más ecléctico y ambicioso que de costumbre, alejándose de todo lo que sugería el pop narcótico encerrado en su anterior Skiptracing y apostando por una visión más integradora que nunca de géneros dispares como el jazz o la bossa nova. Por el camino, tampoco podemos olvidar como en 2017 no dudó en colaborar con King Gizzard and the Lizard Wizard para ofrecernos un Sketches from Brunswick East donde dio rienda suelta a una auténtica locura de voces alucinógenas y un cóctel de psicodelia ejecutada de forma pegajosa. Todo esto parece quedar bastante atrás a juzgar por lo que nos vamos a encontrar en este Going Going Gone  que se antoja como un trabajo difícil de digerir en la primera escucha, ya que la cantidad de giros inesperados y quiebros alrededor de ritmos funk  resultan en un tanto abrumadores. A pesar de ello, al final se acaba imponiendo el acertado espíritu melódico que siempre ha caracterizado al músico, no abandonando del todo esa perspectiva de música destinada a que todo puede adquirir matices más placenteros, tal y como ocurre en la seductora y de querencia carioca ‘I Don't Mind The Wait’. Seguramente todos estos momentos en los que trata de simplificar sus canciones y conducir por un camino más recto sean los más disfrutables del trabajo, no pudiendo pasar por alto tampoco la valentía de meter lo más parecido a una big band en cualquier rincón que se precie.

Con un buen puñado de temas instrumentales, parece quedar clara la intención de como este disco no pretende lograr una cohesión total entre todas sus partes, sino que se asemeja más bien a la forma en la que en los musicales se unen diversas escenas casi independientes pero que conducen hacia un final en común. Por lo tanto, lo único que podemos hacer ante tal situación es esperar atentos a todo lo que va a desfilar ante nuestros oídos, encontrándonos desde momentos de irresistible boogie como los de ‘Dionysian State’ hasta esos ritmos más caribeños que nunca en una ‘A New High’ donde colabora de forma estelar Samira Winter. No ocultando para nada como ha querido que en este disco la tropicalia tenga buenas dosis de protagonismo, resulta bastante interesante como logra construir los temas a través de capas que parecen colisionar y acumularse de forma abrupta en un primer momento, pero que a la postre casan de una forma milimétrica. Un juego de ilusiones que Alex sabe potenciar al máximo a pesar de que en ciertas ocasiones parezca moverse por la cuerda floja al perderse a través de divagaciones un tanto intrascendentales como las mostradas en un ‘Down Patrol’ que parece no encajar con nada.

Una vez que nos hemos acostumbrado a que la montaña rusa de sintetizadores que acaban zumbando de forma intermitente nos va a acompañar hasta el final del trabajo, la mejor opción es sacar partido a todo aquello que posea un toque realmente evasivo. De esta forma es como surge una ‘Me Myself and Dollar Hell’ cargada de humor y que sirve para afilar todo el cinismo de la sociedad americana. Precisamente esta actitud a la hora de presentar los episodios encerrados en sus temas es la que se puede intuir como se filtra también a todos aquellos momentos instrumentales de lo más rocambolescos, haciéndonos ver como no merece la pena tomarse las cosas muy en serio, sino que es mejor ser un poco pasotas ante las amenazas que se ciernen sobre nosotros. Siempre ha parecido claro que las canciones de Alex se han movido en estos parámetros, pero este trabajo es la constatación definitiva de como el procrastinar y dejar que el temporal pueda pasar de largo no es tampoco una mala opción.  De momento, su apuesta por impregnarlo todo de esta filosofía parece salirle airosa por los pelos, teniendo en cuenta además que el desconcierto siempre jugará de su parte.