Elisa Pérez afronta el disco más conceptual de su carrera a través de una mirada crítica con la vorágine consumista y la forma en la que la degradación del planeta no tiene marcha atrás. Sin embargo, a pesar de que en primera instancia estos rasgos temáticos sean los dominantes, las composiciones encerradas en este El Descenso van mucho más allá, trascendiendo a un plano completamente existencial donde surgen también planteamientos relacionados con el amor menos romántico o lo necesario que es buscar siempre una cierta autorealización. Por todo ello, la obra acaba mirando hacia múltiples direcciones, encontrándose bien vertebrada y así poder salvaguardar en todo momento el equilibrio entre una actitud crítica y la belleza intrínseca que siempre produce cualquier pensamiento evasivo. Este planteamiento también sirve para poder restar peso al lógico dramatismo que encierran reflexiones bastante duras relacionada con el rumbo que toma la sociedad a nivel global, ofreciéndonos estampas del abismo sin ningún tipo de maquillaje, pero también algún que otro clavo ardiendo al que agarrarnos, que por supuesto llega por la vía menos materialista y más espiritual posible.

Con una trayectoria marcada por una forma sinuosa de explorar el pop sintetizado más versátil, las canciones de Caliza nunca se han amoldado a ningún patrón bien definido, algo que resalta aún con más fuerza en estas nuevas composiciones. Es más, seguramente este disco sea el que esconde un abanico más amplio de ritmos y sonoridades en todo lo referido a lograr un mayor contraste entre los momentos cargados de incertidumbre y aquellos otros donde los teclados se dejan iluminar por algún rayo de ilusión. Así es como saca a relucir aquella cara más mística y cortante en el tramo inicial del disco con ‘Nuestros Restos’ u ‘Otra Torre’, todo ello sin olvidarse de dar rienda suelta a estructuras menos rígidas y más relacionadas con un formato por momentos más orgánico como bien ocurre en ‘La Transacción’, el que seguramente sea el tema que esconde un mayor número de ganchos melódicos pegajosos del disco. Lo mejor de todo, es que tome la dirección que tome, en todo momento suena de lo más reconocible, evidenciando como ante todo hay una voluntad en sus temas por lograr un apartado agitado tanto en su forma como en su contenido.

Destacando más momentos cumbre del disco resulta imposible pasar por alto el que seguramente sea el guiño más ravero de su carrera como es el caso de ‘La Fiesta del Colapso’, una de esas canciones con las que recuperar de la forma más amarga e irónica aquello de que el fin del mundo nos pille bailando. Bien secundada por la instrumental ‘El Gran Filtro’, este tramo final del disco responde a todo el caos latente que se presume de las acciones de apocalíptico realismo que se cuecen durante toda la referencia, sabiendo al mismo tiempo ligarlas de forma íntima con recuerdos más personales y experiencias que acaban resultando un tanto reveladoras del futuro que aguarda. Sin ir más lejos, el cierre con ‘Adaptación’ sirve para ir un paso más allá en todo lo que implica conectar de lleno con el imaginario más personal de la artista y la necesidad de poder imaginar un futuro, al que a estas alturas del trabajo ya es bastante. Sin embargo, en esta ocasión no es la angustia lo que parece poseer la composición, sino la voluntad de encontrar un ligero giro del guion que está ya escrito de antemano. Una pequeña conclusión que sirve para asentar el enorme cúmulo de pensamientos incontrolables que Elisa afortunadamente ha logrado ordenar en estos temas.