La veterana banda neoyorkina se reencuentra con la parte más ardua de su sonido en su noveno trabajo de estudio, un disco donde rinden su particular homenaje a la ciudad que los ha visto crecer.
Siendo conscientes de como la formación ha ido en todo momento oscilando entre un garage acelerado, marcado por las melodías interpretadas con la vena del cuello hinchada, y la forma de meterse de lleno en la raíz del rock más primigenio de raíz americana, The Men nunca nos han defraudado en aquello de mostrar entrega y estampas un tanto agónicas en sus temas.
Después de unos cuantos trabajos donde parecía que habían domado algo su característico ímpetu, esta nueva entrega casi los devuelve a la casilla de salida en cuanto actitud. Para ello, han decidido centrarse más que nunca en todas aquellas estampas cargadas de vorágine que impone Nueva York, entrelazando impresiones con experiencias que siempre acaban poniendo sus cuerpos y mentes al límite. El resultado de todo ello es un disco de lo más entretenido, donde salvo en contadas ocasiones no dejan de pisar el acelerador.
Desde la inicial ‘Hard Livin’’ ya nos podemos hacer una idea acerca de como no escatiman en ningún momento en aquello de tratar de explorar la sociedad en la que viven inmersos desde un prisma crítico, todo ello encontrándose siempre devorados por el fantasma de la hiperproductividad.
Como si se tratase de coger el vértigo de los días e introducirlo de la forma más realista posible en sus canciones, The Men no dudan en lograr estribillos totalmente explosivos en los que aparecen recursos que van desde el sonido Nashville hasta el proto punk.
Aquí todo sirve con total de ejemplificar la forma en la que nos consumimos en la espiral de estrés, todo ello con el telón de fondo de una megaciudad que agiliza todo este proceso. Además, resulta interesante como, según se desenvuelve la referencia, transmiten aquella idea de que la pausa y los tiempos muertos nos pueden conducir al borde del precipicio. Sin ir más lejos, ‘Peace of Mind’, el segundo tema del disco, hace hincapié en todo ello, tirando en esta ocasión de unos riffs más cercanos al hard rock pegajoso de los 70.
Sin perder de vista el contexto del disco, más momentos donde encuentran la ocasión perfecta para desbaratar todas las promesas y aspiraciones de la sociedad americana llegan en una ‘God Bless The USA’ donde logran estandarizar más su música para acercarse a lo más cerca que han estado de un single comercial en su carrera. Una licencia que a estas alturas se pueden permitir con creces, más aún si tenemos en cuenta su factoría inagotable de ganchos melódicos que parecen interpretados a velocidad de x5.
Con todo de cara para que de principio a fin este disco solo nos deje momentos devastadores, son conscientes de como es necesario moverse por otros derroteros algo diferentes, apelando también al poder individual de tratar de salirse del marco de desesperanza ofrecido.
De ahí que ‘Eternal Recurrence’ abra un sendero hacia las creencias personales y los mensajes de aliento a uno mismo. Este tema en buena parte conecta también con la cara más serena del grupo en el disco, mostrada en ‘Anyway I Find You’, el tema que mejor define su incansable búsqueda por el caminar eterno, aunque el rumbo se difumine y las piernas cada día duelan más.
En cierta medida, ese movimiento incansable es el que llevan practicando de The Men durante toda su carrera, resistiendo vaivenes y permaneciendo fieles a una forma muy concreta de hacer canciones.
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