Tess Parks rompe su silencio discográfico con la publicación de su segundo disco en solitario, cuarto si tenemos en cuenta los dos álbumes que publicó con Anton Newcombe. Dando buena cuenta de como las experiencias vitales a lo largo de estos años han desembocado en una visión musical más aferrada que nunca a los medios tiempos tan psicodélicos como con su cierto punto liberador, la artista canadiense nos entrega una referencia de lo más completa en aquellos terrenos donde el pop más clásico bucea a través de una sobriedad instrumental de la que saca el mejor partido posible. Por ello las canciones de este And Those Who Were Seen Dancing tienen la capacidad de funcionar como un diario de emociones quebradizas que sin embargo se sustentan firmemente en una disposición concisa de todos los elementos que contienen. La forma en la que es capaz de crear texturas envolventes, que sin embargo no apelan a lo lisérgico, sino al poder de ir construyendo un clímax relajado de una forma totalmente progresiva, es lo que en buena parte propicia que la escucha de este disco posea un gran efecto aliviador a la hora de hacer frente a los relatos de ruptura consigo misma que se plantean a lo largo del trabajo, afirmando en ocasiones la propia artista quiero aprender a cantar.
Para poder entender mejor el contexto en el que surgió este disco, tenemos que tener en cuenta como Tess tuvo que parar de tocar el piano durante cuatro meses debido a una lesión, algo que a la postre tuvo vital importancia en lo relativo a encontrar un nuevo enfoque más relacionado con ser consciente de como los contratiempos más graves pueden llegar en cualquier momento. Este hecho también la ayudó a rebajar el tono tan íntimo que en principio iban a contener estas canciones, provocando de este modo que su mirada se detuviese en otros sectores de la sociedad y así ser más consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor en ese momento. De este modo surgieron canciones como ‘Brexit at Tiffany’s’, un tema donde es capaz de encontrar un relato agudo con el que mostrar la hipocresía de uno de los movimientos políticos más importantes y devastadores que nos hemos encontrado últimamente.
Atendiendo a esa cara del disco donde la artista no duda en dejarse llevar por todos los efectos reconfortantes que tienen los sintetizadores de carácter más narcótico, no podemos pasar por alto lo bien que domina todos aquellos momentos en los que se adentra de lleno en una espiral de sentimientos disueltos en la necesidad de abrazar la evasión en el día a día. Todo esto nos llega de lleno en una ‘Happy Birthday Forever’ donde se acerca de lleno más que nunca al espíritu de Screamadelica. Otra vía para poder encontrar una puerta de escapatoria con la que huir de la crudeza del presente también llega por territorios más místicos como los presentes en ‘I See Angels’, otra de esas canciones donde logra que la bruma lo impregne todo de una forma sigilosa para ser capaz de volcar seguramente los momentos más oscuros del disco. A través de este juego de ambientes completamente distendidos que se transforman de forma veloz en un conjunto de pasajes de lo más turbulentos, Tess logra sacar el mejor partido posible a los contrastes más pronunciados que produce la realidad en la que nos movemos.


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