Los australianos Terry siempre han sido una de esas bandas que han ido a su ritmo, ajenos a todo lo que les rodeaba, para dejarse llevar por su intuición y lograr unos discos en los que la crítica, la absurdez y el reflejo de los fracasos de la sociedad se unen hasta prácticamente no poder diferenciarse. Si a esto le unimos un formato de hacer canciones que se mueve a medio camino entre el western y el post punk, cuyos ritmos siempre resultan vivaces, y la experimentación Lo-Fi, tenemos una de esas bandas que apuestan por hacer cosas diferentes renunciando a pertenecer a una paleta sonora concreta. Su primer disco en más de cinco años da buena cuenta de ello, comprobando cómo han sabido introducir nuevos elementos a la ecuación sin perder el encanto por el sonido desaliñado que parte del art rock, que nunca pierde el buen gusto por el sentimiento melódico. Todos estos esfuerzos para presentarnos unas canciones que nos garanticen un cúmulo aceptable de sorpresas se centran en aspectos como la potenciación de sus coros. Al cantar sus cuatro voces en perfecta armonía, junto a las guitarras afiladas y los sintetizadores burbujeantes que los definen, Terry destacan en este trabajo por sus finas ejecuciones en cuerdas, piano y, sobre todo, por sus mejores actuaciones de viento hasta el momento.
En este nuevo disco, Terry demuestran una vez más su compromiso con la justicia social y su voluntad de abordar temas importantes en sus letras. El grupo no tiene miedo de utilizar su música como una plataforma para denunciar los problemas políticos y sociales que enfrenta su país de origen, Australia. A lo largo del álbum, Terry exponen la historia colonial y corrupta de Australia de manera cruda y directa. Las letras, que adoptan un modo narrativo, siempre caminando entre la ironía y la tragedia, resultan un perfecto compendio de anécdotas y revelaciones, no teniendo miedo nunca de decir lo que piensan y de llamar la atención sobre la desigualdad, el privilegio y la avaricia de la población blanca predominante en su país. Haciendo relucir su faceta más relacionada con el country más ligero, Terry abordan estos temas con una interesante mezcla de ira y esperanza, logrando transmitir esa sensación de cómo todo siempre pende de un hilo. Todo esto se puede extrapolar también como una mirada hacia un futuro bastante amenazante, donde todo tipo de injusticias se acaban agudizando mientras observamos atónitos cómo hemos llegado hasta aquí. Tan solo basta escuchar la inicial 'Miracles', con ese ritmo desconcertante y sus sonidos turbulentos que aportan el componente tan bizarro que tan bien se identifica con su música.
Buceando al máximo en esos terrenos del garage más pantanoso, que no sabemos si realmente esconde amenazas o más bien desemboca en una celebración de un espíritu festivo con el que bailar cuando todo está perdido, 'Centuries' emerge como una canción de lo más desconcertante que precisamente sirve para definir a las mil maravillas el contenido del disco. Sabiendo convivir en todo momento con la intención de agudizar al máximo sus punteos de guitarra y desarrollar al mismo tiempo el caos de fondo que sustenta buena parte de los temas, Terry enfocan sus temas como una explosión de emociones que no sabe si quiere gritar, llorar o simplemente desaparecer. Este disco en el fondo es como una marea que no ves venir pero que acaba arrastrando todo a su paso, una catarata de escenas con las que se puede comprobar cómo en multitud de ocasiones la vida nos supera sin necesidad de generar un fuerte estruendo ni lanzarnos avisos previos. Lograr esto sin recurrir a la agresividad y la aceleración excesiva se presupone una tarea bastante complicada. Sin embargo, con una sola escucha de estas canciones se puede comprender a la perfección cómo es posible.
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