Sin lugar a dudas Chris Stewart alcanzó la obra cumbre al frente de Black Marble con su anterior Bigger Than Life, uno de esos discos inspirados de principio a fin con el que lograba darle el mayor sentido posible a todas esas etapas vitales un tanto caóticas que tenemos que atravesar. Acumulando un conjunto de historias presentadas casi de una forma cinematográfica, pudo sacar el mejor partido posible a aquello de cuestionarse de que sirve recrearse en ciertos sentimientos como la nostalgia o el romanticismo. Pues bien, esto último parece estar presente también en su más reciente trabajo Fast Idol, solo que en esta ocasión adopta una actitud mucho más combativa. Como si se tratase de despertar de un largo letargo y querer documentar toda la velocidad que empieza a coger todo de nuevo a nuestro alrededor, esta nueva colección de canciones sigue dejándonos ante la particular forma del músico de unir cajas de ritmos y sintetizadores analógicos donde las modulaciones en todo momento poseen un toque frenético totalmente irresistible, encontrándonos eso sí ante algún que otro pasaje donde se desliga de esta caracteriza para enfatizar más que nunca el plano melódico.

Por lo general podríamos decir que aunque este trabajo no alcance las altas cotas emocionales de su antecesor, se encuentra también a un nivel bastante alto a la hora de manejar de buena forma toda aquella melancolía que parece subyacer al rememorar cualquier hábito o rincón especial de nuestro pasado. Precisamente esa forma de caminar a través del peso de la memoria, encontrando nuevas dosis de vitalidad, es lo que convierte este disco una vez más en una pieza totalmente atractiva. Desde la inicial ‘Somewhere’ podemos intuirlo, para poder confirmarlo posteriormente con la ligereza new wave de ‘Try’ o ese descenso hacia texturas más fantasmagóricas presente en ‘Streetlight’. Alternando entre composiciones donde es preciso resultar más dubitativo en todo lo que implica capturar la zozobra del día a día, como ocurre en ‘The Garden’, y otras donde nuestro espacio reflexivo parece hundirnos más que ayudarnos como bien refleja en ‘Ceiling’, Chris nos ofrece pequeñas dosis de canciones que parecen sacadas de tres décadas atrás pero que tienen lugar en los escenarios que se erigen ahora mismo ante nuestros ojos.

Sintiendo como su forma característica de lograr ritmos en constante ebullición y dejarnos ante apartados atmosféricos donde lo intermitente aparece como seña de identidad, no podemos pasar por alto canciones del estilo a ‘Preoccupation’, recogiendo el mayor componente existencial del disco y transformándolo de forma decidida en una canción con la que plantearnos cada paso que damos en el camino. Tampoco se queda atrás la final ‘Brighter And Bigger’, haciéndonos sentir una vez más que el mejor adjetivo para definir sus canciones puede resultar el de plenas, ya que desde la primera escucha la sensación generalizada de estar ante historias embriagadoras siempre está presente. Toda una virtud que nunca ha abandonado su carrera y que con el paso de los años logra seguir exprimiéndola al máximo, discurriendo para ello a través de una forma de hacer canciones que merece ser revindicada.