Katherine Paul sigue desenvolviéndose a la perfección por todos aquellos terrenos que implican ahondar al máximo en sus raíces y su pasado de una forma totalmente sensitiva, intentando que este nuevo disco no solo sea una muestra de su historia personal, sino también el reflejo de todo lo que la une a sus orígenes culturales Swinomish.

Si sus anteriores trabajos revelaban a una artista capaz de dar cobijo a los comportamientos de la naturaleza con los que nos podemos sentir identificados, reflejando también en ellos la complejidad de las leyes que rigen el funcionamiento del mundo en el que vivimos, ahora ha decidido ir más allá para ofrecernos una perspectiva aún más amplia de lo que puede resultar vivir siendo consciente de nuestra conexión con las estampas naturales más evocativas.

Por ello, en muchos casos, estas composiciones van a tratar de reflejar toda la fascinación que ejercen los momentos en los que realmente sentimos que somos algo muy pequeño dentro de todo el conglomerado de ecosistemas que nos rodea. Bajo este planteamiento, logrará desentrañar el poder de la memoria y la forma en la que hemos ido evolucionando acorde a nuestras frustraciones y sueños truncados.

Teniendo como origen un viaje que Katherine realizó desde Portland hasta el río Skagit, el poder de estas canciones reside en su particular forma de entrelazar paisajes, sensaciones y vivencias aferradas a una forma de superar diferentes tipos de dolor. Por el camino, además nos entrega algunas de las composiciones más agitadas de su carrera, alternando en todo momento entre los contrastes que nos deja la canción americana más cálida y el poderío de unas guitarras que alcanzan una épica rock.

Todos estos contrastes resultan bien mecidos y amortiguados en todo momento, como bien ocurre en canciones tan impresionantes como ‘Sedna’. Ahondando en el verdadero significado de lo que implica estar enamorado, pensando tanto en las señales del presente, del mismo modo que imaginando las del futuro, esta canción abre paso hacia el apartado más existencialista encerrado en la referencia. Sin olvidarse tampoco la necesaria pausa que implica el ser conscientes de lo que sentimos y cómo lo sentimos, ‘On The River’ también conecta de una bonita forma racionalidad y emoción, buscando rebajar las revoluciones, pero aun así conservando la pulsión rítmica del disco.

Avanzando en la referencia, nos vamos a encontrar más canciones que inciden el sentimiento de desarraigo y no saber dónde está tu hogar. Esto sucede de forma más que acertada en ‘Nobody’, una canción que cuenta con unos preciosos arreglos de guitarra que tratan de serpentear de la misma forma que tratamos muchas veces de retroceder sobre nuestros pasos de vuelta a lo que creemos que es nuestra casa.
Con más metáforas que tratan de descifrar buena parte de nuestros sentimientos más incómodos y contrapuestos, también emerge con firmeza ‘Treeline’, la que quizás sea la composición más solemne del disco. A través de una percusión más rutilante, las sombras descritas en el tema parecen alargarse a medida que avanza, ofreciéndonos al mismo tiempo esa dosis de cuestionarse hasta donde la propia personalidad se desdibuja cuando estás aferrado al amor de otra persona. Cuestiones trascendentales sobre identidad que acaban conectando a la perfección con la indagación efectuada a través de las etapas vitales y capacidad de análisis encerradas a lo largo del LP.