El segundo álbum de Anna St. Louis, In The Air, es una obra más reflexiva y considerada que su debut, If Only There Was a River. Este disco logra resquebrajar de nuevo las estructuras de la canción americana para acercarse más que nunca a la plenitud de las melodías pop. De hecho, estas nuevas canciones se podrían interpretar como un bonito homenaje a todas aquellas influencias que atraviesan el pop femenino setentero, tanto en su versión más recogida como aquella que apunta hacia una dirección más barroca.

Después de pasar años de gira y actuando constantemente en Los Ángeles, St. Louis se retiró a una pequeña cabaña en el bosque de Nueva York, buceando en su interior para poder canalizar los sentimientos más universales y encontrar una nueva forma de expresarlos en su música. Tras un período de escritura lento y completamente introspectivo, pero de gran utilidad para definir las coordenadas de este disco, se lanzó a por un nuevo conjunto de recursos más relacionado que nunca con las guitarras que incluso apuntan hacia el dream pop más sureño. El resultado de todo esto se puede percibir como un proceso de búsqueda de la belleza en los espacios más íntimos, comprendiendo de lleno como los compases de espera en la vida son esenciales.

Trabajando con Jarvis Taveniere de Woods como productor, St. Louis utilizó el estudio de una manera previamente inexplorada, abriendo sus canciones a más experimentación y un sonido más orquestal para acompañar su nueva perspectiva. El álbum cuenta con la colaboración de amigos y músicos como Jess Williamson, Kacey Johansing, Oliver Hill, Alex Fischel, Josh Adams y Keven Lareau, algo que se percibe de lleno en cómo los enfoques arreglísticos de las composiciones son variados.

Desde los ambientes de country totalmente etéreo de ‘Sad Eyes’, hasta esa nueva forma de encontrar alegría en el transcurso del día mediante las comunicaciones a distancia bien representadas en ‘Phone’ y su gran vivacidad rítmica. Todo este tipo de detalles hacen que cada canción represente una historia acerca de cómo Anna logra sobreponerse a estados de ánimo donde la apatía o la desilusión también pegan fuerte, centrando todos sus esfuerzos en poder comprender mejor todo lo que siente, por muy extraño que le pueda resultar.

Avanzando en la escucha de In The Air, podemos afirmar que Anna St. Louis logra reflejar aquellos pequeños y agradables sobresaltos con los que logramos doblegar el peso del paso del tiempo, haciéndonos ver cómo el espacio y tiempo que compartimos con nosotros mismos es esencial a la hora de relacionarnos con los demás. En composiciones como ‘Even’, nos habla de la importancia de abrirse al mundo para encontrar el amor verdadero, dándole vueltas a la posición que podemos adaptar acorde a nuestros pensamientos. A lo largo de estas canciones también hay espacio para pensar en el futuro, tal y como se refleja en ‘Rest’, donde saca a relucir lo acongojante que muchas veces resulta imaginar situaciones que por probables que sean nunca sabremos si se cumplirán o no.

Este ejercicio de comprensión sobre qué es lo que se nos escapa de nuestro control resulta embellecido al máximo gracias a la delicadeza con la que enfoca su apartado vocal, intentando siempre amortiguar cualquier intensidad propia de estribillos que así lo requieren. Buena muestra de ello la encontramos en ‘Patrollers’, una de las canciones más redondas de su carrera y que logra conquistarnos definitivamente.