Indigo De Souza se destapa como una artista total en su segundo LP, capaz de unir dos mundos algo dispares como son el propio de los sonidos noventeros más rugientes y el pop de altos vuelos con el que acercarse a un público más mayoritario. Todo esto es posible en un trabajo que resulta rotundo de principio a fin, logrando que el balanceo entre sus pulsiones guitarreras y la necesidad de experimentar estructuras de melodías de fácil calado se encuentre bien medido. Ya en su anterior I Love My Mom fue capaz de expresar de una forma bastante directa todas aquellas historias postadolescentes donde los sentimientos más profundos entraban en juego, todo ello recurriendo de una forma más que acertada a ciertas florituras vocales que se amoldaban a las mil maravillas a la sobriedad de una banda de rock. Pues bien, ese mismo espíritu sigue presente en esta nueva entrega, solo que presentado de una forma más inquietante y con los suficientes puntos de escapismo como para evidenciar que el rango de influencias de este disco es mucho más amplio de lo que nos pensábamos en un primer momento.

Adentrándonos al máximo en todas las narrativas encerradas en el disco, vamos a poder sentir como Indigo no dejar pasar por alto la posibilidad de mostrar toda la maraña de pensamientos convulsos que aparecen a medida que las relaciones inicialmente establecidas van cambiando, generando confusión tanto consigo misma como con el entorno que la rodea. Partiendo de este punto nos encontramos con historias de moderados tintes dramáticos como ocurre en ‘Darker Than Death’, logrando la serenidad precisa para expresar de forma ordenada todas las fases que conducen hacia finales no deseados. Apelando a partes iguales al poder de edulcorar los recuerdos, pero también de exhibir amor propio y garra, buena parte del trabajo gira alrededor de la forma en la que es preciso expresar rabia y dolor, encontrándonos temas cumbre como es el caso de la contagiosa ‘Die/Cry’ o una ‘Bad Dream’ donde se produce el que seguramente sea el momento de ruptura anímica más destacado de todo el disco. La habilidad de la artista para lograr que la crudeza de los muros  de sonido mostrados se acople a la perfección a todos aquellos momentos donde es complicado articular palabra nos deja ante piezas realmente impresionantes como una ‘Late Night Crawler’ con la que apretar los dientes y seguir adelante.

Sin perder comba a la hora de ordenar recuerdos que merece la pena que no caigan en el olvido, el disco también tiene una parte más relacionada con tratar de suavizar los tiempos más duros. Es aquí donde sale a relucir más que nunca ese afán porque las melodías se amolden de una forma más dulce a todo aquello que sugiere el poder tararearlas casi sin darnos cuentas. En estos compases del disco entran en juego una ‘Pretty Pictures’ que acaba sonando más agridulce de lo que parece en principio, del mismo modo que ‘Hold U’ exhibe las dotes de Indigo para acercarse ligeramente a la pista de baile con elementos que no son para nada propicios para ella. Al final el cruce entre historias identificativas y la suficiente variedad encerrada en todo lo que sugiere poder mostrar momentos de furia noise en lo instrumental propicia que la escucha del trabajo suponga una perfecta catarata con la que reflexionar sobre la vulnerabilidad que estamos dispuestos a aceptar por otra persona.