Vamos a empezar dejando claro que Kasabian son un buen grupo. Que de sus cuatro discos anteriores, solo Empire (2006, BMG) puede ser considerado como mediocre, y aun así tiene un número aceptable de buenas canciones. Que su debut es uno de los mejores de la escena pop inglesa en los últimos diez años. Que supieron salir adelante tras la marcha del principal compositor en dicho debut firmando dos discos notables como son West Ryder Pauper Lunatic Asylum (2009, BMG) y Velociraptor! (2011, BMG). Vamos a dejar claro también que no hay por dónde coger a este 48:13.
El disco no ha pintado bien desde el primer momento, cuando se estrenó ‘eez-eh’, indigno primer single cuya base electrónica está entre una cara B de los Zombie Kids y música de máquina tragaperras. Eso sí, hay que reconocer que es igual de pegadiza que de cutre. ‘bumblebeee’, primera pista real tras un corto preludio, hubiese sido mejor adelanto. Línea continuista y simbiosis Led Zeppelin-Primal Scream, que es lo que tan bien se les daba en partes de su anterior álbum. Repiten fórmula en ‘stevie’, que se apoya en uno de las mejores características del grupo a lo largo de su carrera: sus enormes líneas de bajo.
Y ahí se acaba 48:13. Un tema aceptable como ‘treat’ termina convertido en un batiburrillo de buenas ideas que encima dura siete minutos. No es que la producción no ayude, es que embarra y frena el disco, que no tiene ningún hit oxigenador a la ‘Fire’ o ‘Re-Wired’, ni momentos sesenteros como ‘Let’s Roll Like We Used To’ o ‘Thick As Thieves’. Es un álbum completamente monótono, desprovisto de cualquier tipo de sorpresa u originalidad. ¿No habías oído ya ‘doomsday’ unas cinco veces antes? Y pasará lo mismo con ‘explodes’ o ‘clouds’. 48:13 no es el quinto disco de estudio de Kasabian, es su excusa para patearse la mitad de festivales del mundo teniendo algo que presentar.
‘glass’ es la mayor prueba de que Kasabian han apuntado a todo lo que han podido por si acertaban en algo. La típica balada aburrida que mete Serge Pizzorno en cada disco ahora incluye vocoders, arreglos electrónicos y un rap final algo sonrojante: “When the biggest criminals I ever met wore suit and tie / When did we stop believing? / When did we stop marching? / When did we stop chanting?” Por si no habíamos tenido suficiente con el disco político de los Kaiser Chiefs, Kasabian han venido a cambiar el mundo.
Puede que no lo parezca, pero las letras de 48:13 son lo peor del disco. Aunque podríamos estar horas poniendo ejemplos, vamos a dar como ganadora a ‘eez-eh’ y su “Everyday is brutal / Now we’re being watched by Google”. Sin embargo, lo más grave es que la situación no mejora mucho si nos centramos únicamente en la música. Quizá por agotamiento, pero es complicado llegar a la mitad del disco y querer seguir escuchándolo. Una de las críticas sin fundamento alguno que siempre habían rodeado a Kasabian era que nunca habían cambiado su sonido, que todas sus canciones eran iguales. Pizzorno, Meighan y compañía han regalado casi 50 minutos de argumentos a todo ese sector.
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