Review

Olan Monk - Songs for Nothing

Olan Monk

2025

6.8


Por -

La música de Olan Monk siempre ha parecido escrita desde un lugar apartado del ruido general, como si cada obra surgiera después de una retirada. ‘Songs for Nothing’ nace justo de ese regreso al punto de partida, de la vuelta a un territorio que se convirtió en espejo de todo lo vivido fuera de él. El paisaje donde crecieron, con su mezcla de mar, viento y piedra, se transforma en el centro invisible del álbum. No es un viaje sentimental, sino una forma de repensar el vínculo entre la creación y el entorno. Monk convierte esa vuelta en un proceso casi físico: componer desde el mismo suelo que antes los vio marchar. Así se entiende que el álbum tenga la temperatura exacta de un hogar reencontrado, con sus grietas, su humedad y una calma que no siempre reconforta. Todo está atravesado por una idea de ofrenda: cantar sin esperar devolución, lanzar la voz hacia un horizonte que responde con silencio y aire.

Desde el primer corte, ‘Corp’, el álbum establece una tensión entre calma y ruido. Las percusiones parecen surgir de un cuerpo cansado, las cuerdas se estiran como si respiraran, y de fondo se escuchan rastros de flauta y guitarra que no buscan protagonismo. En ‘Down 3’ el ritmo vacila, pero mantiene una fuerza que sostiene la voz, una voz que no ordena ni explica, solo permanece. El conjunto transmite una sensación de estar ante un movimiento continuo, un flujo que mezcla lo analógico y lo sintético sin que ninguno se imponga. Monk no intenta recuperar un pasado, sino observar cómo ese pasado suena hoy, dentro de un presente saturado de interferencias. Esa elección convierte el álbum en una conversación entre épocas que comparten la misma duda: cómo encontrar sentido en un mundo donde todo parece moverse demasiado rápido para escucharlo.

Las letras funcionan como piezas que describen estados de ánimo más que historias. En ‘10 Days’, las repeticiones actúan como un reloj interno que marca la medida del recuerdo. ‘Blank Page’ avanza con una voz que parece dictada desde la memoria corporal, como si el canto sirviera para ordenar lo que no puede decirse de otra forma. Monk utiliza el inglés y el gaélico sin distinción jerárquica, y esa mezcla de idiomas da lugar a un espacio expresivo propio, donde las palabras importan tanto como los silencios que las rodean. Esa coexistencia lingüística no es un gesto simbólico, sino una manera de mostrar que las identidades son siempre una traducción inacabada. A través de esa escritura, el álbum plantea una pregunta sobre lo que queda cuando la distancia ya no existe: cuando el lugar de origen y el de llegada se confunden, ¿qué queda por contar?

La colaboración con intérpretes como Maria Somerville, Peadar Tom Mercier o Róisín Berkeley otorga cuerpo y movimiento al conjunto. Sus aportaciones refuerzan la sensación de estar ante una grabación abierta, sin rigidez ni jerarquías. Cada intervención aporta matices que transforman el sentido de las canciones sin romper su unidad. En ‘Drón Feadóige’, la flauta se convierte en una voz paralela que conversa con la de Monk, mientras el violín introduce un temblor que da densidad al ambiente. En ‘Pomegranate’, esa apertura se transforma en un momento más accesible, como si el artista dejara entrever cierta nostalgia de la etapa anterior, aunque sin volver atrás del todo. ‘Can’t Wait’ y ‘Fate (Reprise)’ cierran el ciclo intermedio con un tono de transición, antes de que ‘Amhrán Mhaínse’ condense toda la materia del álbum en un eco final que parece salir del fondo del mar. Esa última pieza no busca conmover, solo permanecer, igual que el rumor del agua contra la roca.

Lo más interesante de ‘Songs for Nothing’ es la forma en que convierte el paisaje en estructura. El terreno costero, con su mezcla de dureza y expansión, se escucha en las capas sonoras, en los silencios largos y en la sensación de espera que domina todo el recorrido. No se trata de una descripción naturalista, sino de una manera de entender el espacio como un instrumento más. El viento, la humedad, los tonos grises del cielo parecen estar dentro del sonido, como si cada canción fuera una extensión de la tierra. Esa integración del entorno plantea una lectura política clara: componer desde un lugar periférico implica afirmar una perspectiva propia frente a los centros culturales que dictan tendencias y estilos. AD 93, el sello que edita el álbum, refuerza esa idea de independencia creativa. Monk convierte esa distancia en fuerza, demostrando que la creación no necesita validación externa para tener valor. Cada decisión formal transmite una voluntad de permanencia frente a la uniformidad del presente.

El título ‘Songs for Nothing’ encierra una idea que atraviesa toda la obra: la entrega desinteresada, el gesto de dar sin buscar retorno. Monk entiende la creación como una forma de comunicación que se sostiene incluso cuando no obtiene respuesta. Ese “nada” no es vacío ni resignación; es una manera de reconocer que el arte puede existir sin mercado, sin éxito, sin recompensa. La dedicatoria a Conamara no busca glorificar un origen, sino reconocer que el lugar sigue vivo, que sus sonidos y silencios pueden moldear todavía la forma en que entendemos lo que escuchamos. En este sentido, el álbum propone una resistencia frente a la lógica productiva que mide el valor por la visibilidad. Escuchar ‘Songs for Nothing’ implica aceptar un ritmo distinto, una temporalidad que no pertenece a la urgencia. Cada pieza exige atención, no por dificultad, sino por la calma que requiere. Ese tiempo que el oyente concede se convierte, de algún modo, en parte de la obra.

En conjunto, el álbum traza un mapa emocional de regreso y aceptación. Olan Monk no dramatiza su vuelta ni convierte el pasado en mito. Prefiere observarlo con serenidad, asumir su complejidad y transformarlo en sonido. Las canciones actúan como fragmentos de una conversación con el territorio, con las personas que lo habitan y con quienes lo escuchan desde lejos. ‘Songs for Nothing’ deja la sensación de haber asistido a un proceso de reconciliación entre lo aprendido fuera y lo que siempre permaneció dentro. La música de Monk no busca moralejas; lo que ofrece es una mirada limpia sobre lo que significa volver al origen y descubrir que el origen también cambia. En esa transformación silenciosa reside su sentido más claro: crear, aunque nada garantice que alguien escuche, es una forma de seguir perteneciendo al mundo.

Conclusión

En su nueva obra, Olan Monk convierte el regreso a casa en un ejercicio de observación política y personal, donde el entorno se impone como materia viva y la tradición se reinventa sin nostalgia.

6.8

Álbum

Olan Monk - Songs for Nothing

Artista

Olan Monk

Año

2025

Discográfica

ad93

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.