Jordan Patterson presenta en ‘The Hermit’ un trabajo que recoge años de traslados y aprendizajes. Nacida en Carolina del Norte, creció en Los Ángeles, pasó por Nueva York y regresó a California para dedicarse de lleno a la música. Esa mezcla de lugares y etapas se nota en un disco que combina lo íntimo con lo narrado hacia afuera, siempre con un lenguaje sencillo. La producción junto a JEHU y Eric Van Thyne mantiene un equilibrio constante: guitarras acústicas, pianos y arreglos de aire folk que conviven con capas más eléctricas o con detalles inesperados como un coro infantil.
El comienzo establece un clima abierto en el que la voz se sitúa en primer plano. ‘The Sky’ marca un punto de arranque con imágenes de amplitud y con acordes que refuerzan esa idea de horizonte. La elección de un acompañamiento sobrio hace que cada frase quede clara, como si la artista quisiera preparar el terreno antes de entrar en escenas más concretas.
En la siguiente pieza el tono se acerca a lo íntimo. ‘Jim’ se sostiene en una guitarra sencilla y en frases cortas, directas, que parecen extraídas de un recuerdo inmediato. La interpretación vocal transmite cercanía y la falta de adornos en la producción hace que todo gire en torno a la narración. Se percibe aquí la intención de Patterson de construir un retrato con muy pocos elementos, confiando en la fuerza de la palabra.
El desajuste sentimental aparece en ‘Right Person, Wrong Time’. La repetición del estribillo convierte la canción en una insistencia constante, casi en un bucle que refleja la dificultad de aceptar un vínculo marcado por el momento equivocado. La música acompaña con un ritmo regular y contenido, reforzando la sensación de estar atrapada en una situación que no avanza.
Un giro distinto se percibe en ‘God’. El uso de percusiones interrumpidas y efectos que rompen la continuidad aporta un aire inestable. Las letras introducen símbolos que remiten a lo espiritual, contrapuestos a imágenes terrenales. Esa combinación genera un choque que mantiene la tensión del tema y que resalta el carácter cambiante de la voz, que aquí se desplaza hacia un registro menos cómodo y más incisivo.
La distancia domina el ambiente en ‘Stranger’. Los acordes aparecen y se esfuman, los silencios marcan el paso y la voz adopta un tono contenido. La letra describe un alejamiento que parece inevitable, y la producción acentúa esa impresión con un acompañamiento muy escueto. La canción funciona como un punto de pausa que prepara el bloque central del disco.
La herencia familiar ocupa el centro en ‘Hey Mama’. El violín marca un aire cercano al folk tradicional mientras la letra recuerda momentos compartidos con la madre de la artista. Frases como “My mom and I have been through thick and thicker together” transmiten esa relación con total franqueza. La música avanza con un aire luminoso, en contraste con el peso del texto, lo que genera un retrato donde conviven celebración y dificultad.
El tono se vuelve más ligero en ‘Stick Man’, donde las imágenes parecen sacadas de un cuaderno infantil. La canción juega con un ritmo ágil y riffs juguetones que suavizan el trasfondo más inquieto de la letra. Esta combinación aporta un respiro dentro del conjunto, mostrando la capacidad de Patterson para introducir humor sin abandonar la carga narrativa.
La amplitud regresa con ‘Racecar’, uno de los temas más destacados. El piano abre paso a guitarras eléctricas que se suman poco a poco, hasta desembocar en un coro de niños que aporta una dimensión inesperada. El estribillo repetido —“Maybe she checks out Atlanta / Maybe she stays in LA / Maybe she moves to the city / Maybe she needs to breathe”— refleja de manera clara la duda entre quedarse en un lugar o mudarse a otro. Esa sensación de vida en tránsito se convierte en el centro de la canción, reforzada por la producción que va creciendo hasta el final.
El tono vuelve a la calma en ‘Waited All The While’. La voz suena cercana, casi en susurros, mientras la guitarra acompaña con acordes suaves. La canción transmite la prolongación de una espera que parece interminable, con un tempo lento y repetitivo que sostiene esa idea. Todo está construido para reflejar un tiempo que se alarga sin resolverse.
El cierre llega con ‘I Can See The Mountains From Here’. La imagen del título define bien el tema: mirar un paisaje desde cierta distancia y reconocer lo que queda delante. La música crece en intensidad hasta el final, con un crescendo que amplía el espacio sonoro y deja al oyente con una sensación de apertura. La narración, sencilla y clara, se convierte así en un broche que abre en lugar de cerrar.
El conjunto de ‘The Hermit’ se apoya en escenas concretas: mudanzas, relaciones interrumpidas, recuerdos familiares y momentos de espera. Cada canción se sostiene en un equilibrio entre letra y acompañamiento, con guitarras acústicas, pianos o arreglos folk que realzan lo que se cuenta. Patterson escribe de manera directa, sin adornos superfluos, y sitúa siempre la voz en el centro, lo que hace que cada frase se escuche con nitidez.
En resumidas cuentas, la artista ha reunido en este trabajo episodios de su vida que aparecen plasmados con claridad: las ciudades donde se ha movido, los vínculos familiares que la sostienen, las relaciones que se cruzan y se interrumpen, y la sensación de tiempo detenido que acompaña algunas etapas. Cada una de esas experiencias queda convertida en canción con un acompañamiento que nunca eclipsa la narración. ‘The Hermit’ funciona como un retrato directo y coherente de una trayectoria vital trasladada a la música con sencillez y precisión.
Conclusión
Jordan Patterson consigue en ‘The Hermit’ que cada composición actúe como un tramo distinto de un viaje personal, donde las imágenes familiares se cruzan con paisajes urbanos y rurales, configurando un relato íntimo y rotundo que marca dirección clara.