Jeff Tweedy llega a los 58 años con un proyecto que rompe cualquier previsión. ‘Twilight Override’ es un triple lanzamiento con treinta temas grabados junto a sus hijos y varios colaboradores habituales en el estudio de Chicago. Más que un capricho desmesurado, se trata de una manera de ordenar recuerdos, reflexiones y escenas cotidianas en un formato largo que se atreve a mantener la atención durante casi dos horas. El resultado funciona como un mapa vital, con canciones que miran al pasado adolescente, otras que capturan la confusión del presente y varias que se asoman a un futuro marcado por la mortalidad.
La primera parte del álbum abre con imágenes de decadencia urbana en ‘One Tiny Flower’, donde el pequeño detalle de una flor aparece entre aceras agrietadas y comercios cerrados. A partir de ahí, Tweedy encadena temas que juegan con la percepción del tiempo. En ‘Caught Up In The Past’, el protagonista se encuentra tumbado en la cama de un hotel de Los Ángeles mientras escucha una fiesta en la azotea. El momento parece actual y al mismo tiempo lejano, y la frase “people in love with a love that just can’t last” resume el desencanto de sentirse ajeno a lo que ocurre alrededor. Esta mezcla de lugares concretos con sensaciones de desajuste marca buena parte de la primera sección.
Varios cortes retoman episodios juveniles que el cantante convierte en escenas incómodas y casi cómicas. En ‘This Is How It Ends’, el narrador queda atrapado en lo alto de una noria mientras su pareja le deja con frialdad. ‘Forever Never Ends’ sitúa al mismo personaje en un baile de instituto, vestido con esmoquin y faja roja, terminando la noche vomitando licor de menta en una cuneta y llamando a su padre para que lo recoja. Más que nostalgia, Tweedy muestra cómo esas vivencias regresan una y otra vez, convertidas en bucles que definen la memoria. El verso “I’m always back there again and again” deja claro ese retorno incesante.
El disco también dedica espacio a pensamientos sobre la muerte y el paso del tiempo. En ‘Ain’t It A Shame’, un joven yace en la arena aceptando que su final llegará de forma distinta a la que imagina. En ‘Mirror’, el cantante observa su propio reflejo sobre una base de bajo distorsionado y se pregunta si esa imagen terminará ocupando su lugar: “will be the person taking your place”. En lugar de dramatizar, Tweedy expone con frialdad un hábito que le acompaña desde hace décadas: darle vueltas a la fragilidad de la vida.
Musicalmente, la variedad mantiene despierta la escucha. La mayoría de los cortes se apoyan en guitarras acústicas, aunque de repente surge un cambio brusco. ‘Out In The Dark’ empieza como un rasgueo ligero y en los últimos segundos se transforma en un riff denso que recuerda al hard rock setentero. ‘Lou Reed Was My Babysitter’ se convierte en un homenaje gamberro con Tweedy gritando “rock and roll is dead / but the dead don’t die” mientras la guitarra eléctrica se desborda sin control aparente. En el extremo opuesto, ‘Blank Baby’ se construye con un entramado de coros que le da un aire casi coral, y en ‘Wedding Cake’ aparecen sonidos atonales que rompen cualquier expectativa. Esa mezcla de estilos refuerza la idea de un trabajo grabado con naturalidad, sin buscar una pulcritud excesiva.
Uno de los aspectos más llamativos es la importancia del grupo de acompañantes. Sus hijos Spencer y Sammy aportan percusiones, sintetizadores y voces, a lo que se suman James Elkington y las armonías de Macie Stewart y Sima Cunningham. Esa presencia coral se nota en piezas como ‘Feel Free’, donde Tweedy enumera actividades simples como “kick a ball at a tree” o “make a record with your friends”. El mensaje resulta claro: la creación compartida es la mejor forma de mantenerse en pie. El tema final, ‘Enough’, recupera la electricidad con un solo desbordado que funciona como despedida abrupta y reafirmación de su energía.
La estructura en tres discos no es un mero capricho. Tweedy explicó que pensaba en pasado, presente y futuro, aunque los límites se confunden de forma constante. Esa mezcla evita la sensación de recopilación dispersa y da al conjunto un aire de narración continua. Canciones como ‘Sign Of Life’, donde afirma “I waited until I was 17 / to get born”, refuerzan la capacidad de condensar pensamientos complejos en frases directas. Al mismo tiempo, las escenas descritas en ‘Parking Lot’, con un narrador imaginando otra versión de sí mismo rodeado de amigos y coches, muestran su habilidad para convertir lo banal en relato.
Escuchar ‘Twilight Override’ exige tiempo, pero recompensa con detalles que aparecen tras varias vueltas. La crudeza de algunos textos se equilibra con arreglos luminosos, y los saltos de estilo nunca suenan forzados. Tweedy no busca un repertorio de grandes éxitos inmediatos, sino un conjunto que muestre cómo sigue escribiendo y grabando casi de forma compulsiva. Esa insistencia en crear le sirve para enfrentarse a recuerdos incómodos y a pensamientos sobre la desaparición, pero también para mantener la chispa de hacer música con quienes le rodean. En definitiva, es un trabajo extenso, lleno de matices y con una intención clara: seguir en movimiento a través de la canción.
Conclusión
Jeff Tweedy entrega en ‘Twilight Override’ un recorrido triple donde conviven memorias juveniles, reflexiones sobre la muerte y un impulso creativo compartido con su familia y amigos, consolidando un retrato honesto de un músico que se resiste a detenerse.