El grupo neoyorquino Geese empezó hace casi una década cuando sus integrantes aún estaban en el instituto. Con el paso de los años fueron consolidando un estilo propio que despegó tras la pandemia, gracias a discos como ‘Projector’ y ‘3D Country’. El debut en solitario de Cameron Winter, ‘Heavy Metal’, mostró una voz capaz de pasar del susurro quebrado al grito más exagerado. Todo ese recorrido desemboca en su tercer álbum, ‘Getting Killed’, grabado en Los Ángeles con la producción de Kenny Beats, que aporta un sonido más rítmico y directo.
El arranque con ‘Trinidad’ define desde el primer minuto el tono del disco. La batería suena como un motor desajustado mientras Winter repite hasta trece veces “There’s a bomb in my car!”, una frase que convierte la canción en un desahogo nervioso. La guitarra de Emily Green se enreda con un bajo hipnótico, y el resultado es una pieza que oscila entre el orden y el caos sin buscar equilibrio. Esa fijación por repetir frases cortas se repite a lo largo de la obra, lo que refuerza la sensación de obsesión y agotamiento.
En otras piezas se utilizan imágenes cotidianas para reflejar sentimientos de aislamiento. ‘Husbands’ toma ejemplos simples como lavar el pelo o imaginar caballos desbocados y los transforma en un retrato de soledad. La percusión recuerda a un coro religioso acelerado, y al final desemboca en un clamor colectivo. Por su parte, ‘Islands of Men’ se prolonga casi seis minutos y juega con varios cambios: un inicio marcado por guitarras balanceadas, una sección de metales y, finalmente, un cierre brillante con teclados y campanas que contrastan con la crudeza de los versos.
El tema central, ‘Getting Killed’, mezcla confesiones y humor ácido. Winter lanza frases como “I’m getting killed by a pretty good life!” mientras el grupo introduce un coro sampleado que aporta solemnidad. La canción combina fuerza rítmica con un tono sarcástico, lo que la convierte en uno de los puntos más representativos del disco. En contraste, piezas como ‘Cobra’ rebajan la tensión con guitarras más limpias y un ambiente sereno, aunque siempre bajo la amenaza de un estallido.
El repertorio incluye también momentos de fragilidad, como en ‘Au Pays du Cocaine’, donde la voz se muestra más quebrada y cercana al susurro, transmitiendo cansancio y deseo a la vez. Justo después llega ‘Bow Down’, con un enfoque totalmente distinto: percusiones exageradas, sonidos que imitan disparos y frases extrañas como “I was a car and now I’m the road”, que refuerzan el carácter absurdo de las letras.
En el tramo final aparecen los pasajes más potentes. ‘Taxes’ arranca con un ritmo contagioso que pronto se transforma en un ataque directo contra las obligaciones sociales: “If you want me to pay my taxes / You’d better come over with a crucifix”. La ironía se mezcla con referencias religiosas, y el estribillo se convierte en un desafío casi teatral. ‘100 Horses’ insiste en la frase “All horses must go dancing”, con guitarras pesadas y un ritmo que suena como marcha militar descontrolada. ‘Half Real’, en cambio, se apoya en el piano y juega con la idea de dividirlo todo en mitades, hasta llegar a un momento en que Winter menciona la lobotomía como salida desesperada.
El cierre con ‘Long Island City Here I Come’ funciona como síntesis. Empieza con un compás contenido y va sumando instrumentos hasta estallar en un final repetitivo donde la voz insiste “Here I come here I come come here I come”. El clímax transmite la sensación de un ritual que no deja respiro y que concluye de forma abrupta.
A lo largo de las once canciones, Geese combinan referencias bíblicas, escenas urbanas y un tono satírico que refleja un presente desgastado. La producción de Kenny Beats refuerza los golpes de batería y bajo, obligando a guitarras y teclados a moverse en torno a un ritmo inestable. El resultado es un disco irregular: en algunos tramos la energía resulta contagiosa, pero en otros la improvisación se extiende más de lo necesario y resta fuerza al conjunto. Aun así, se trata de un trabajo sólido que confirma a Geese como una banda capaz de plasmar la frustración y el humor negro de su generación.
Conclusión
Geese alcanzan un resultado notable, aunque irregular: su tercer álbum desborda energía y frescura, pero a veces su exceso de improvisación resta fuerza a canciones que podrían brillar más con mayor concreción.