El recorrido de Debit ha estado marcado por una constante exploración de los límites del sonido y la memoria cultural que lo sostiene. En 'Desaceleradas', Delia Beatriz retoma un episodio aparentemente casual dentro de la historia reciente de la música mexicana y lo convierte en un ejercicio de reconstrucción. La figura de Gabriel Dueñez, responsable del hallazgo fortuito que dio origen a la cumbia rebajada, sirve de eje para articular un diálogo con el pasado desde una perspectiva crítica. La artista se aproxima a ese archivo popular sin nostalgia ni fetichismo, estableciendo una relación de escucha donde la reinterpretación reemplaza la imitación. El material surge del contacto directo con las primeras cintas de Dueñez, convertidas ahora en punto de partida para una serie de piezas que giran en torno a la desaceleración del tiempo, la herencia sonora y la supervivencia de una tradición marginada por las políticas de criminalización y las dinámicas de consumo cultural que han afectado al norte de México durante décadas.
El modo en que Debit estructura 'Desaceleradas' responde a un impulso de conservación y análisis simultáneo. Cada pista aparece como un territorio donde los restos de la cumbia rebajada son disueltos y vueltos a ensamblar mediante síntesis, reverberación y manipulación del timbre. En 'Desplazos', la sensación de arrastre genera un efecto de suspensión que parece situar la escucha dentro de un espacio intermedio entre la grabación y el recuerdo. Las capas se expanden hasta adquirir un carácter casi físico, con texturas que evocan polvo y humedad. 'vinilos trasnacionales' se construye sobre la interferencia de ondas y estática, como si el sonido emergiera de una radio antigua captando una frecuencia en extinción. La elección de este tipo de tratamiento convierte el álbum en un laboratorio donde la artista expone la distancia entre el origen material de la música y su permanencia afectiva, reflejando cómo las formas populares se transforman cuando atraviesan fronteras sociales, tecnológicas y simbólicas.
El desarrollo de las piezas mantiene una tensión constante entre reconocimiento y disolución. En 'bootlegs', las voces, procesadas hasta volverse coros incorpóreos, alternan entre registros luminosos y oscuros que parecen representar la convivencia de la devoción y la pérdida. Esa ambigüedad se percibe también en 'Cholombia, MTY', donde una melodía aguda se mantiene suspendida sobre un fondo de ruido que apenas permite distinguir su procedencia. Debit plantea la reconstrucción de una identidad colectiva que resistió la marginación social mediante la fiesta, la vestimenta y la ocupación del espacio público. El sonido actúa entonces como un refugio de pertenencia, un gesto de persistencia cultural que la artista reformula desde un presente en el que las formas de resistencia se han desplazado hacia el terreno de la memoria digital y los procesos de archivo.
La pieza 'El Puenta del papa' sintetiza de manera precisa el carácter dual del proyecto. El acordeón reaparece entre un flujo de distorsión que recuerda al tránsito urbano y al eco de las grabaciones caseras. Lo que podría interpretarse como ruido se convierte en el elemento que otorga densidad a la escucha, subrayando la fricción entre lo artesanal y lo procesado. Esa tensión atraviesa todo el trabajo de Debit, que asume el legado de la cumbia rebajada como un campo de experimentación más que como una referencia estática. En su tratamiento, los sonidos tradicionales adquieren una condición fantasmal, desplazados hacia un entorno en el que la cadencia bailable se transforma en un movimiento introspectivo, sin necesidad de afirmaciones solemnes. Cada compás, cada eco, parece insistir en la capacidad de los márgenes para generar nuevas lecturas del tiempo.
En 'Rebajadas', la repetición funciona como una forma de insistencia política. La artista reactiva una práctica comunitaria que fue estigmatizada por su asociación con la cultura popular urbana. La secuencia de voces procesadas y ruidos granulados sugiere una procesión sin destino, una caminata por territorios donde la música resuena como una presencia persistente. 'Gabriel Gabriela Dueñez' prolonga esa idea al reconfigurar la figura del creador original, difuminando los límites entre homenaje y apropiación. El uso del acordeón como fantasma melódico reafirma la conexión afectiva con el origen, mientras el sintetizador transforma ese lazo en una forma de reflexión sobre la herencia. Debit construye así un discurso donde la transformación tecnológica no elimina la raíz popular, sino que la desplaza hacia un nuevo espacio de significación.
En los últimos minutos de 'Desaceleradas', el sonido alcanza una textura casi líquida, como si el aire vibrara entre los altavoces y el silencio. La sensación de lentitud deja de ser un efecto técnico para convertirse en una metáfora del desplazamiento cultural. Lo que se escucha no remite únicamente a la cumbia rebajada, sino al proceso de reinterpretación constante que define las culturas periféricas. En este sentido, el trabajo de Debit puede entenderse como un archivo sensible, una forma de escritura sonora que preserva la huella de quienes transformaron sus entornos mediante la mezcla, la pausa y el ritmo alterado. Cada pieza revela cómo el tiempo puede ser manipulado para sostener la memoria colectiva, sin recurrir a la nostalgia ni a la imitación.
El conjunto de 'Desaceleradas' invita a pensar en la música experimental como un campo de resistencia frente a la homogeneización del sonido global. Debit no busca reconstruir el pasado, sino mantenerlo activo dentro de una conversación que une tradición y tecnología. Su reinterpretación del legado de Dueñez reafirma la importancia de la escucha como herramienta de conocimiento cultural, y de la ralentización como un gesto político capaz de desafiar la velocidad impuesta por las lógicas contemporáneas. El resultado es una obra que desplaza los límites entre archivo y creación, entre documento y composición, donde el ritmo desacelerado no representa un final, sino la persistencia de una historia que sigue resonando.
Conclusión
En 'Desaceleradas', Debit convierte la herencia de Gabriel Dueñez en una relectura crítica sobre identidad y pertenencia, situando la música como medio de continuidad y transformación cultural.

