El punk rock británico tiene nuevos abanderados que enarbolan con orgullo la insignia de la inventiva desbordante. Yard Act irrumpió en la escena musical británica en 2022 con el aclamado The Overload, cobijado bajo la etiqueta post-punk que tan de moda está últimamente. Pero lejos de acomodarse en la zona de confort o repetir la misma fórmula exitosa, su segundo larga duración Where’s My Utopia? representa un salto al vacío creativo, una celebración ecléctica de la libertad compositiva.
Con la pericia del productor Remi Kabaka Jr. (baterista de Gorillaz) como cómplice entusiasta, el cuarteto de Leeds se zambulle de cabeza en un popurrí de géneros, desde el afrobeat y el rock progresivo hasta el pop bailable, el hip hop y el funk ochentero. Esa vorágine estilística, lejos de resultar forzada o artificial, fluye con naturalidad gracias a la inventiva del grupo. Cada exploración sonora, por audaz que parezca, logra encajar armónicamente en el rompecabezas del disco.
Sin abandonar el característico spoken word del carismático James Smith, líder de la agrupación, las letras adoptan esta vez un tono más introspectivo. El cantante disecciona sus propios temores y fallas, ahondando en esa dualidad entre la responsabilidad de la paternidad reciente y la ambición por seguir creciendo con la banda. 'Dream Job' ejemplifica a la perfección esa mezcla de sentido del humor, crítica social y ganchos pegajosos. Por su parte, 'Petroleum' canaliza el espíritu de Modern Guilt de Beck, mientras que 'The Undertow' se inspira en la teatralidad de Pulp para abordar el precio de la culpa.
En sintonía con la diversidad musical, el líder James Smith también se despoja del sarcasmo críptico de antaño para bucear en su psique con una introspección vulnerable. Entre sus cavilaciones existenciales asoman ecos de ansiedad patente ante un porvenir tormentoso. No obstante, Where’s My Utopia? se las arregla para proyectar un halo de esperanza a prueba de tempestades. La creatividad inagotable de Yard Act irradia, aún en los momentos más lúgubres, un anhelo de trascendencia que se sobrepone al sinsabor del tiempo presente.
Con mordacidad, ingenio y desparpajo, pero también con la ambición desmedida y el ímpetu indoblegable de los buenos discos, este álbum consagra a Yard Act como una banda fiel a sus instintos. El norte sonoro que vislumbran en el horizonte aguarda intrépido, listo para cubrir el hueco de bandas noveteras clásicas en la escena punk rock británica.


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