Smut no pertenecen al tipo de bandas que se explican con facilidad. Surgieron hace una década entre la humedad de los sótanos de Cincinnati, sosteniéndose sobre vínculos personales más que sobre un plan de carrera. Su música siempre ha sido una forma de permanencia a pesar del desarraigo: mudanzas, trabajos precarios, cambios de formación y un apego absoluto por lo que hacen, incluso cuando eso supone dormir en suelos ajenos. Con ‘Tomorrow Comes Crashing’, trasladan esa historia de persistencia y desgaste a un sonido más frontal, más físico, pero igual de comprometido con capturar aquello que agrieta la vida cotidiana.
El nuevo álbum aparece tras un cambio de ciudad y de integrantes, pero no pretende marcar ningún renacer. Es un documento de fuerza acumulada, grabado en condiciones intensas y sin concesiones, en apenas diez días en Brooklyn. Hay una relación evidente entre el modo en que fue creado y el resultado: cada canción de ‘Tomorrow Comes Crashing’ parece empujar desde dentro, resistirse a ser contenida. Smut no presentan una declaración de principios ni una visión del mundo. Lo que hay aquí son emociones que se cruzan y se superponen sin aspirar a organizarse.
‘Syd Sweeney’ funciona como eje temático. Es una pieza construida desde la incomodidad que genera la mirada ajena, en especial cuando reduce a las mujeres a objetos de deseo o de juicio. La repetición de “When in the end she’s a woman and you’re on her again” convierte la canción en una confrontación directa con ese tipo de violencia estructural. La guitarra marca un ritmo constante, pero la interpretación vocal desborda el patrón y transforma la canción en un acto de resistencia.
Hay momentos donde lo sentimental aparece sin suavizar aristas. ‘Dead Air’ no se presenta como lamento sino como estallido. Roebuck canta “I heard you said forever” con una convicción que se aleja del reproche y se acerca más a la constatación de una fractura. El estribillo no busca compasión, simplemente persiste. La instrumentación acompaña ese movimiento, pasando de una entrada contenida a un cierre ruidoso que no resuelve, solo amplifica.
La tensión entre entrega y agotamiento se explora en ‘Waste Me’. La letra avanza como una plegaria invertida, donde la devoción se vuelve desorden emocional. “I will swim down / To have you above me” resume la dinámica de desigualdad que recorre la canción. Las referencias simbólicas funcionan sin necesidad de decodificación literal: son fragmentos de un relato afectivo que se construye a partir del desgaste, no de la claridad.
El grupo se permite variar el tono sin abandonar la estructura general. ‘Ghosts (Cataclysm, Cover Me)’ introduce una atmósfera más nebulosa sin caer en lo etéreo. El estribillo –“Cataclysm cover me”– no funciona como estribillo tradicional, sino como una súplica tensa que nunca se libera. ‘Burn Like Violet’, por su parte, expone un conflicto que atraviesa todo el disco: el cuerpo como lugar de fricción constante. “I am weak in my skin” aparece dos veces, sin intención de resolver nada, solo dejando constancia de una fragilidad que no se oculta.
‘Touch & Go’ arrastra una ironía amarga. La frase que da título a la canción se repite como una sentencia que no cambia nada. La letra se desliza entre escenas inconexas, pero siempre atravesadas por una idea de saturación emocional. Hay un rechazo a la linealidad que se replica en los cambios de ritmo, donde los estribillos no alivian la tensión sino que la redirigen.
En ‘Spit’, el sarcasmo y el agotamiento se funden en una rabia sostenida. “I’m just the girl you want to want to want to” se reitera hasta vaciarse de sentido, funcionando como espejo de la expectativa ajena. El corte cierra con una confrontación que mezcla impotencia y declaración de fuerza: “I’ve got the power / you’ve got the money”. No hay conclusión, solo una constatación de los desequilibrios que definen muchas relaciones afectivas y profesionales.
‘Sunset Hymnal’ finaliza el álbum sin suavizar la caída. El uso de imágenes como “coffees getting cold” o “the stars come at you” no pretende evocar una nostalgia reconfortante, sino una acumulación de momentos que ya no tienen centro. La pregunta “Are you there?” no se lanza como búsqueda de consuelo sino como rastro de una presencia que ya no se espera.
‘Tomorrow Comes Crashing’ no se organiza alrededor de una idea clara ni busca una cohesión artificial. Es un álbum que canaliza lo que queda cuando ya no se puede sostener una narrativa estable. Smut no apuntan a representar nada más allá de su propio cansancio, de su propio impulso. Eso les basta para construir un disco sin filtro, sin alivio y sin la necesidad de ofrecer un cierre.
Conclusión
En ‘Tomorrow Comes Crashing’, Smut recogen heridas y frustraciones colectivas sin sentimentalismo, a través de composiciones abrasivas que canalizan pulsiones contemporáneas sin filtro ni consuelo.