Tras más de una década cultivando su propio nicho en la escena emo, los canadienses Gulfer regresan con Third Wind, un álbum que supone una bocanada de aire fresco en su carrera sin renunciar a su espíritu inicial. Las diez canciones que componen su cuarto larga duración destilan una energía y una inspiración renovadas, fruto de superar ciertos baches creativos del pasado.
A lo largo de su trayectoria, la banda ha ido puliendo su estilo unico mezcla de math rock y emo, coqueteando en los últimos tiempos con sonidos más cercanos al post-hardcore e indie rock. En Third Wind dan un paso más en ese camino de búsqueda y experimentación, entrelazando esas influencias de un modo muy personal.
El álbum arranca pisando fuerte con 'Clean', un tema pop-rock enérgico y luminoso que marca distancias con trabajos previos. A partir de ahí se suceden los matices, con piezas cargadas de distorsión ('Too Slow'), brillantes melodías shoegaze ('Cherry Seed'), épicas baladas acústicas ('Heartshape') o cortes que condensan power pop y math rock en menos de dos minutos ('No Brainer').
Destaca el trabajo de producción, que realza cada instrumento otorgando una cristalina claridad al conjunto gracias a los contrastes tímbricos. Las baterías de Julien Daoust vuelven a erigirse en epicentro rítmico con patrones enrevesados que se pliegan como un guante a las singularidades armónicas y melódicas del grupo.
Las letras bucean en territorios existenciales y sentimentales de un modo franco, crudo a veces. Pero siempre asoma cierta luz, bien sea a través de poderosos estribillos o de evocadores pasajes instrumentales cargados de texturas hipnóticas. Como colofón, el curioso arte gráfico de tonos pastel firmado por Robert Voyvodic casa muy bien con ese equilibrio entre luminosidad y melancolía.
Con Third Wind la veterana banda canadiense demuestra que le queda mucha guerra por dar y apuesta por refrescar su propuesta sin miedo a salirse del carril. Un viraje artístico tan arriesgado como estimulante.
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